Calle del Espíritu Santo

LA CALLE

Para historias, las que tiene esta calle. Tantas que aquí no caben todas. Y tiene que serlo pues su origen se sitúa tan temprano como en 1603, cuando la Orden de San Juan de Dios creó un hospital que llamó del Espíritu Santo, en terrenos aledaños a la actual Ermita de San Roque. Aunque diez años después ese hospital fue fusionado con el de San Sebastián, los hermanos de la orden permanecieron un buen tiempo más en el viejo solar.

El rastro es que al solicitar la construcción de la Ermita de San Roque, a mediados de los años 1600, el gobernador Pedro Zapata escribió  que se haría “uniéndola con una hospitalidad de convalecientes en la iglesia y casa del Espíritu Santo, convento antiguo de los padres de San Juan de Dios… cuio edificio de yglesia y casa que hoy es de tablas se concerva en su sitio”.

Dicen que siglos después, cuando ya éramos república, un muchacho le pegó a la mamá en esa calle. En Getsemaní, donde un valor raizal era criar entre todos a la muchachada, fuera propia o ajena, y donde importaba el respeto por la autoridad de los mayores. Por eso todavía algunos la llaman la calle de la Mala Crianza.

Con sus 237 metros es la más larga de las calles internas del barrio. Solo la superan calles como la Calle Larga, la del Arsenal y la de la Media Luna que son arterias principales. Es la calle del teatro San Roque; de la casa donde se jugaba lotería de cartón grande; de la escuela La Milagrosa, a cuya sede principal antes  le decían La Casona y tenía un aljibe, árboles frutales y donde se hacían unos bailes inolvidables; de la escuela de banquito de la seño Mati, que todavía hoy es colegio. También hubo hechos difíciles: en una de sus casas preparaban licor adulterado que terminó matando a dos personas de otra casa de la misma calle; también aquí fue asesinada la hermosa Libia Logreira, por su marido celoso en unas fiestas novembrinas.

¡Y su gente! Aquí hizo fama Josefa Bonfante, enfermera y partera de corazón caritativo, pero cuya presencia de vestido blanco y la cajita de inyecciones hacía correr despavoridos a los niños de la casa a la que entraba. De las familias raizales hoy quedan algunas con mucha tradición como los Vitola, los Periñan, los Castilla, los Salgado Simancas y los García. También fue calle de los Zapata Olivella, el papá y los hermanos, que brillaron cada uno en su campo. Aquí vivieron Pedro Malo, el beisbolista; el profesor Roberto Bru, el Cantantín mencionado en El Getsemanisense, el himno informal del barrio; el Sargento Mayor Manuel Sánchez, conocedor como pocos de la historia del barrio; doña Concha Simancas mamá de Roberto Salgado, salsero consumado y presidente del Club Social Boogaloo; Mario Vitola uno de los fundadores del cabildo con su disfraz de El Marqués del Carretero Y la lista sigue y es injusta: ¡que son 415 años de historia!