Imaginen que para salir de Getsemaní por la Media Luna hubiera que hacer fila. Que todavía hubiera muralla y en la mitad de ella, un boquetillo por el que apenas cupieran un par de personas o un carro pequeño. Que hubiera tanta gente esperando entrar o salir que tuvieran que hacer turnos.
Esa era la situación a finales del siglo XIX, según cuentan autores de la época. Y no es que el diseño de ese sector de la muralla hubiera sido torpe. Todo lo contrario: ese paso era tan estratégico que lo que había allí era todo un sistema defensivo que cubría más o menos todo el espacio que hoy ocupa el puente Heredia. Era la única salida de Cartagena por tierra firme.
Lo que hoy vemos como sectores muy consolidados, antes de la Colonia eran islotes, caños y bancos de arena que cambiaban todo el tiempo según la temporada del año y los vientos. Cuando se pobló la isla que ahora es Getsemaní, la salida hacia el cerro de San Lázaro, en el Pie de la Popa, se consolidó como la ruta única para entrar o salir.
Según los estudiosos, para hacer el primer paso permanente quizás se aprovechó algún banco de arena al que se le pusieron estacas a lado y lado para poder sacar las reses a pastorear. Poco a poco, con la llegada de más y más gente al naciente barrio, llamado entonces arrabal (lo que quedaba por fuera de la muralla), aquel paso se fue consolidando hasta convertirse en una proyección natural de la que hoy conocemos como calle de la Media Luna.
La ciudad siguió creciendo y convirtiéndose en el resguardo de riquezas y bienes que fue. Había que defenderla de ataques de piratas y corsarios, pero también había que controlar el contrabando y el tránsito de personas. Para 1628 ya estaba listo el bosquejo de un sistema defensivo compuesto por un baluarte similar a los que existen a lo largo del cordón amurallado actual, que en su parte superior tenía entre 12 y 14 piezas de artillería. Debajo estaba ubicada la puerta por la que se salía afuera de la muralla: luego, todo un sistema defensivo que empezaba por un puente que atravesaba un foso de agua corriente; luego una tenaza con artillería en forma de media luna -la que le dió el nombre a ese sector y a la calle-; un segundo foso que se atravesaba por un puente angosto; luego otra tenaza que terminaba en un tercer foso de agua que se atravesaba por otro puente. Como para un videojuego de los de ahora.
Nada de eso se hacía a golpes de intuición. La defensa de las ciudades amuralladas generó una gran cantidad de libros y tratados desde la Edad Media y los siglos posteriores. Era un saber muy valioso en el que había tanto avances constantes como aprendizajes de lo que antes había funcionado o no en distintos sitios. Términos como baluarte, revellín, tenaza, cortina, glacis, foso, tenallón o espaldón tenían connotaciones muy precisas. Significaban una cosa y no otra. Y servían para propósitos muy específicos.
En ese orden de ideas, el término revellín que se usó por tanto años es incorrecto, según lo señala el caleño Jorge Galindo, cuya tesis de doctorado fue sobre los tratados de fortificaciones publicados en Europa entre los siglos XVI y XVIII. El término reducto, que también se ha usado, se refiere a la parte baja donde se angostaba el paso en la mitad del puente. Para el conjunto de baluarte, puerta, reducto, fosos y demás no hay un nombre específico.
Galindo es profesor de arquitectura en la Universidad Nacional y ha tenido a Cartagena como uno de sus focos principales de trabajo. Le interesaba mucho el trasvase entre la teoría que estudió por años y su aplicación práctica en el sistema defensivo colonial más importante de la América hispánica, en nuestra ciudad.
Karla Losada, una de sus alumnas, le dedicó su tesis de pregrado a modelar digitalmente el sistema defensivo de la Media Luna. Es una nueva rama del conocimiento histórico que aúna las herramientas digitales con la investigación en campo y en archivo, para poder mostrar con rigor cómo eran esas estructuras ya desaparecidas. La tarea es de mucha paciencia y búsqueda pues en el caso de la Media Luna hubo que reconstruir a partir de fragmentos muy diversos de información, desde archivos coloniales hasta fotos del siglo XIX.
La evolución del trabajo de ambos estudiosos es la base del presente artículo y será presentada este año en Granada, en el evento académico más importante sobre este tipo de edificaciones. Las imágenes que lo ilustran fueron gentilmente cedidas por el profesor Galindo, interesado en que la comunidad de Getsemaní, la primerísima interesada en conocerlos, se apropie de estos hallazgos.
Cronología
1621
Se propone la construcción de una muralla de mediana altura para proteger a Getsemaní y el puente que lo unía con tierra firme.
1628
Hay registros de un bosquejo de ese año en el que aparece el baluarte de la Media Luna dotado de una puerta de salida al puente.
1631
Comienzan las obras de los baluartes de El Reducto y la Media Luna.
1633
Se terminan las obras. No se sabe si seguían en rigor el diseño de 1628.
1697
El barón de Pointis ataca a Cartagena. Desde el cerro de San Felipe arrasa con el baluarte de la Media Luna. Por esa entrada ingresó a la ciudad amurallada.
1730
Juan de Herrera y Sotomayor propone un proyecto que incluía reparar el reducto de la mitad del puente y hacia levadizos los otros dos puentes sobre fosos de agua, entre otros puntos.
1741-1742
Un ataque inglés comandado por el almirante Edward Vernon destruye o inutiliza buena parte de las defensas de la ciudad. Al año siguiente la Corona envía a Antonio de Arévalo, el más prominente ingeniero militar que tuvo Cartagena durante la Colonia. Arévalo vivió aquí hasta su muerte, en 1800, y se le atribuye el sistema de fortificaciones que hoy es Patrimonio de la Humanidad.
1754-55
El ingeniero Lorenzo de Solís construye un proyecto más ambicioso que el de Herrera, lo que reforzó mucho más la capacidad defensiva del baluarte de la Media Luna, con dos semi baluartes (Santa Teresa y Santa Bárbara). Implicaba más área útil para la artillería que cubría las lagunas de San Lázaro y Chambacú.
1769
Antonio de Arévalo recoge en un plano la propuesta de Lorenzo de Solís para hacer un revellín en la mitad del puente, que nunca fue construido de acuerdo a ese diseño.
1780
Otro plano de Arévalo da cuenta del estado general del puente que dejara concluido Lorenzo de Solís en 1755.
1783
Arévalo proyecta una serie de obras para mejorar la puerta del baluarte, optimizando su capacidad de defensa.
1811
La Independencia nacional cambia totalmente el panorama geopolítico. Las murallas pierden su carácter defensivo y con el correr del siglo XIX crecen las aspiraciones de modernidad, lo que facilita verlas como una huella del pasado y un estorbo para el desarrollo de la ciudad.
1883
La Ley 21 de 1883 autoriza la demolición.
1884
Se demuele el “revellín”, la estructura que ocupaba el espacio aproximado donde hoy está el puente Heredia.
1893
Se empieza la de demolición del baluarte de la Media Luna, es decir la parte de la muralla, para ampliar la vía principal de Getsemaní.