El cine era el barrio

CULTURA VIVA

Es difícil contarle a los muchachos de ahora cómo era la experiencia del cine en Getsemaní en las décadas de los años 40’ hasta los 70’. No se iba a cine ocasionalmente; eso era cosa de todos los días. Incluso de varias veces en un mismo día. Un espacio cotidiano del barrio, igual que el Parque Centenario o la Trinidad.

En los años 30’ y 40’ era un lujo tener un aparato de radio en la casa, como lo fue tener televisor en los años 50 ó 60. El cine era el medio de comunicación por excelencia. Aquellos eran teatros masivos, para miles de personas; con algunos palcos cubiertos madera, pero en general al aire libre en largas bancas. Nada del solitario navegante actual que ve contenidos -ya no solo películas- en la pantalla de su celular. 

“La gente en el Padilla se quedaba dormida. Las señoras mayores se llevaban almohadas, sábanas, se acostaban en las bancas y uno les hacía la maldad. Les tirábamos bolitas de papel, piedra. A veces les poníamos un fosforito entre los dedos de los pies. Hubo problemas por eso, pero eran cosas sanas, vainas de pelao”.

José Ignacio Bustamante


Al teatro Cartagena no entraba casi nadie del barrio. Era el espacio de la gente pudiente, con aire acondicionado. Lo más moderno. La excepción eran las filas que se armaban en la calle para ver las estrellas y las candidatas que iban a las ceremonias del Festival Internacional de Cine (FICCI) o al Reinado Nacional de la Belleza.

“Cuando era la época de las reinas yo salía a los desfiles y en el festival de cine uno se iba para el camellón y veía los artistas muy bien. sin necesidad de empuje de nada, ni de pagar plata”. 

Carmen Pombo

Ah, pero el Rialto, en la calle Larga, o el Padilla, donde hoy queda el Centro Comercial Getsemaní, eran otra cosa: masivos, al aire libre. Ser getsemanicense era entrar en ellos de una manera u otra: pagando boleta; por las artimañas de una matrona; trepado en un árbol o en un tejado; contrabandeado por el portero o esquivándolo con pilatunas de muchachos. 

“Trabajar ahí era una maravilla y siempre estaban las buenas obras. En ocasiones dábamos gratis la entrada a la gente, otros días eran 2x1 y se llenaba ese teatro, pero yo dejaba pasar a mi personal”, 

Ramón ‘Pepino’ Díaz


Lo que pasaba en la pantalla se comentaba durante la función y después de ella. Toda una escuela por fuera de la universidad. Del cine salían nuevas expresiones como aquella del “quinto patio”, que salió de una película mexicana de 1950, en la que la vecindad pobre de la que salió el protagonista se parecía tanto a los pasajes en los que vivían muchos getsemanicenses: puro barrio popular.

“En esa época teníamos mucho interés por las interpretaciones de los actores, por ejemplo Lee Van Cleef, que era siempre el malo. Cuando daban películas de él íbamos corriendo a verlas”.

José Ignacio Bustamante


También del cine salían las pintas y se adquirían nuevas modas. No más era salir de la películas y pedirle al sinfín de costureras, modistas y sastres del barrio que hicieran tal ropa como la que aquella película. La salsa en los setenta, por ejemplo, no era solo una música, sino toda una cultura y un “aguaje” que entraba por los ojos. Entonces el cine en inglés no predominaba acá, como ahora. Las películas en castellano tenían las de ganar. Además, el cine mexicano era una máquina de producir ídolos y películas
, y el cine argentino no se le quedaba muy atrás.

“Yo iba mucho al Rialto. Al Padilla solo cuando iban a dar películas mexicanas, porque las otras películas no me gustaban. Si había un doble mexicano en el Padilla decíamos: vamonos de vespertina y noche a doblarnos allá”.

Virginia Heredia