Por Ricardo Chica Geliz
Si bien en Cartagena las primeras películas se proyectaron en la calle del Coliseo -en el Centro- fue en Getsemaní donde el cine se volvió costumbre. Eso ocurrió hacia la segunda década del siglo XX. Aquella nueva costumbre juntaba tanta gente en un mismo lugar como si fuera una misa dominical. De manera que fue la gente del mercado público y la del barrio la que aprendió a ser público de cine.
El invento no solo fue la tecnología de la cámara, o el proyector de películas, o el negocio de los teatros. El invento fue, ante todo, el espectador de cine. De ahí la vida cinematográfica de Getsemaní a lo largo del siglo y sus siete teatros: Variedades (que después se convirtió en Teatro Cartagena), Padilla, Rialto, San Roque, Claver (después se conoció como Teatro Colón), Calamarí y Bucanero.
Este público venía especialmente de la barriada de Chambacú, del mercado público de Getsemaní y del barrio mismo; de manera que antes de que se masificara la televisión, hacia los años setenta, los teatros sirvieron para que la gente aprendiera el mundo a través de un espectáculo que actualizaba las modas, los gustos, los estilos y los nuevos temas. El corazón de este nuevo invento social -es decir el espectador de cine- fue y es el sentimiento compartido de expectativa.
La expectativa en los teatros de Getsemaní se expresó a través de los posters publicitarios y las fotografías de películas, con que se ilustraban las carteleras en las antesalas. ¡Muy pronto, gran estreno! Un espectador podía pasear por las galerías de anuncios cinematográficos ubicados en el hall y el túnel adyacente al Teatro Cartagena (que daba al Teatro Bucanero). Allí se podía dar rienda suelta a la imaginación, y más que nada, a la placentera ilusión de lo que estaba por saberse. La espera de los estrenos también se disfrutaba.
Desde sus inicios los cines de Getsemaní no limitaron su cartelera solo a películas. Cuando al Teatro Cartagena le pusieron aire acondicionado en 1941 se facilitó la presentación de la bailarina más grande de todos los tiempos: Josephine Baker. Quizás haya sido esta artista negra la figura más importante que jamás haya llegado a presentarse en Cartagena durante el siglo XX, en marzo de 1955. Desde entonces también el teatro sirvió para la presentación del Reinado Nacional de Belleza. Por su parte dos grandes ídolos de las masas de América Latina, como lo fueron Pedro Infante y María Félix, se presentaron en el Teatro Padilla. Infante, en junio de 1954 y la Félix, en agosto de 1955. Otras grandes estrellas que pisaron los escenarios de aquellos cines fueron Carlos Gardel en los años treinta y más tarde los cubanos Celia Cruz, y Benny Moré, entre muchos otros personajes.
Unos años antes, en mayo de 1948, se presentó en el Padilla el documental El origen de la vida. La publicidad del periódico El Universal rezaba: “No es una película antimoral, es una película científica”. En efecto, se trataba de un film relativo a la educación sexual que se programó en funciones de vespertina para madres y sus hijas; y en las funciones de la noche para padres y sus hijos varones. Una docena de años después en el mismo teatro Padilla, se presentaban shows de desnudistas denominados como Big- Bum-Bang-Sexy. Era una muestra erótica para caballeros mayores de veintiún años a partir de las diez de la noche. Para los años sesenta era común ver en la prensa local el anuncio de estos espectáculos.
En la década de los sesenta acaecen dos cambios relevantes en la cultura cinematográfica de la ciudad. La aparición del Festival Internacional de Cine en 1960; y, la renovación del movimiento de cineclubes y la crítica cinematográfica de la mano de Alberto Sierra Velázquez. Cuando aparecen los cines Bucanero y Calamarí a comienzos de los setenta, se consolida el gusto por el cine de vanguardia, que se presentó en este último con frecuencia. Calamarí, Cartagena y Bucanero fueron sedes de cineclubes como el de Arte Bolívar y el Comité de Cine de la Universidad de Cartagena, entre tantos otros.
Tanto o más que la desaparición del barrio de Chambacú y del mercado público, lo que incidió en el cambio de la experiencia de ver cine en Getsemaní, fueron la tecnología (internet, en especial) y la llegada de los centros comerciales. Hoy el sentimiento de expectativa ya no es barrial, es individual y virtual. El invento de ser espectador de cine es otro. De ahí la importancia de conocer y valorar la memoria fílmica y popular de Getsemaní, pues, se trata de la historia de una emoción que brotaba con cada mirada hacia el cartel: ¡Muy pronto gran estreno!