Foto: Marcos Acevedo

La familia Vargas:

médicos, políticos y maestras
SOY GETSEMANÍ

El matrimonio contrariado de Eusebio Vargas Rivera y Purificación Vélez Domínguez tiene tintes de novela garciamarquiana. Él, un carpintero de ribera de ancestro chocoano, fue descrito como “negro como la noche”. Ella en cambio, era hija de un notable general que por poco fue presidente de la República. En Getsemaní ambos dieron origen a una dinastía que hoy pervive en la ciudad.


De Eusebio se sabe que era hijo de Asunción Vargas y Rudecinda Rivera, ambos originarios del Chocó.  Los nexos entre ambas regiones era fuerte y aún está por escribirse esa historia que pasaría por el río Atrato y las embarcaciones que lo surcaban de ida y vuelta, haciendo cabotaje por la costa Caribe hasta llegar a la bahía de la Ánimas para atracar a la vuelta del Mercado Público, en el playón del Arsenal. 

Tuvieron otra hija, Marina, que murió a los cinco años cuando una sorpresiva ola se le arrebató de los brazos a Asunción en una de las constantes travesías hacia Cartagena, donde comerciaba con el oro que traía de su región natal.

Un indicio de que a Asunción le fue bien en la vida comercial que de matrimonio le regaló a su hijo Eusebio la casa esquinera de la calle Larga. El lote iba hasta el Arsenal, que en la Colonia y hasta que se tumbaron los lienzos de la muralla (hacia 1895) no era una calle consolidada sino el patio de aquellas casas y bodegas que daban hacia el agua.

Decir que Eusebio era carpintero podría sonar a algo humilde, pero entonces no lo era tanto. La fabricación y reparación de barcos era un buen negocio si se hacía con calidad. Y Eusebio era de los mejores. Por eso la casa ubicada exactamente en el playón donde llegaban los barcos y con ese patio generoso le fue de gran utilidad para acopiar la madera y tener el taller, que mantenía bastante congestionado de trabajo.

Eusebio era tan parte del paisaje getsemanicense, que Daniel Lemaitre lo incluyó en su poema Playa del Arsenal.

Cuando la tarde declina 

y las sombras son ya largas 

el maestro Eusebio Vargas 

está parado en su esquina.

Mira una vela latina 

que inflada a lo lejos pasa 

y mientras se solaza 

mirando la embarcación 

se oye triste una acordeón 

sobre la bella Tomasa.



Amores contrariados

Purificación, por su parte, era hija por fuera de la familia (‘ilegítima’, se decía entonces) del general Joaquín F. Vélez de la Barreda y Villamil, cuya fama republicana era tan extensa como sus apellidos. Tras una larga vida política, plena de cargos civiles, diplomáticos y militares, contendió por la presidencia en 1904 contra Rafael Reyes, quien resultó electo en lo que muchos consideraron un fraude. 

Purificación, a quien desde niña le llamaron Pura, nació con la mala fortuna de que su madre murió en el parto. Tuvo una hermana mayor, llamada Epifania, según nos cuenta Iván Posada, bisnieto de esta última, que dejó una rama familiar que llega hasta nuestros días. Ambas hijas heredaron en parte la piel morena y la contextura de su madre, según cuenta Iván.

Pero ni la circunstancia de ser de piel morena, ni huérfana, ni que fuera ‘ilegítima’ le quitó hierro a la oposición porque una hija de la sociedad prestante se casara con un hombre negro. 

“Estos dos personajes se enamoran y tanto la alta sociedad como la que no lo  era se oponen, porque el racismo venía de ambos lados; incluso me han contado que a él intentaron meterlo a la cárcel haciéndole trampas, pero el señor era muy ágil social y económicamente, pudo salir y se lograron casar”. 

Quien nos cuenta esto es la chef Carolina Vélez, fundadora del restaurante Oh la lá, ubicado en lo que fue la casa de la familia. Ella se ocupó mucho de la historia de los Vargas a la hora de ambientar el local. Quería crear un lugar acogedor que recogiera un poco de la historia de la familia que la habitó. Conversó con diversos descendientes y con ellos consiguió los originales de las fotos de los Vargas que convirtió en los grandes formatos que adornan el restaurante e ilustran este artículo. 

“La madera en esa época venía del Chocó y tenía todos los contactos allá. El mercado en Cartagena se ubicaba donde está el Centro de Convenciones y la logística del mercado se manejaba por el mar; era todo un círculo y ahí logró hacer una buena fortuna”, cuenta Carolina.

En la parte de atrás de Oh la lá, hace años abrió La Cocina de Pepina y antes de eso funcionó la oficina local del diario El Tiempo. Hace mucho tiempo la parte del patio se desagregó de la casa. Ahí fue construido en el siglo XX un edificio de tres pisos donde hoy funciona Famisanar. 

“Me contaron muchas historias diferentes porque es una tradición oral donde cada quien le pone un poquito más y le quita un poquito menos”. En efecto, incluso en las referencias bibliográficas hay que ir despacio porque de pronto aparecen piezas sueltas del rompecabezas.


La segunda revolución

Eusebio y Pura tuvieron cuatro hijos y tres hijas. De los varones surgió una dinastía médica y otra política. Las hijas fueron Esther, Prisca y Mayito, todas maestras graduadas y reconocidas en ese campo.

El que se dedicó más a la política fue Francisco de Paula, quien se graduó como abogado de la Universidad de Cartagena en 1917. Se dedicó a la política y los cargos públicos con buen éxito, hasta ser nombrado como gobernador de Bolívar, cargo que ejerció entre el 31 de agosto de 1942 y el 31 de marzo de 1944, bajo la presidencia del liberal Alfonso López Pumarejo.

 ‘Pacho’, como le decían en el barrio, rechazó la Alcaldía y el Ministerio de Obras en momentos distintos. Fue representante a la Cámara, senador y magistrado de la Corte Suprema de Justicia, entre otras responsabilidades. 

El médico Alejo Caballero Herrera, nacido en la plaza del Pozo, recordaba: “Hubo un gran momento en que el barrio Getsemaní estaba tan de moda que teníamos a ‘Pacho’ Vargas como gobernador; mi papá era el alcalde; Jesús Caballero estaba como contralor; Angelita como reina. Y además nuestro equipo era el campeón de béisbol. Fue una época que quedó marcada en las mentes de los getsemanicenses es una década que puede ubicarse en los años de 1940”.

“Getsemaní fue el barrio donde empezó la revolución de la Independencia, pero la segunda revolución fue la de la clase media, en los años 20 y 30. Fue una revolución intelectual: los hijos de los artesanos -como en el caso de Eusebio, que era un carpintero- fueron a la universidad, obtuvieron un título y en esa época un título era otra historia distinta a la de ahora; además no era cualquiera sino que fueron médicos o abogados”, caracteriza Carolina.

La gobernación de Francisco de Paula era, pues, una señal de los tiempos: a la política entraban nuevos actores, por familia, por color de piel y por procedencia barrial. Getsemaní -hay que recordarlo ahora que la vemos tan barrio cool- hace apenas setenta años era una barriada popular y comercial. 


Dinastía médica

En todo caso, el color de piel fue un obstáculo a vencer, no solo en la política sino también en la medicina. Tres de los hermanos Vargas fueron médicos:  Daniel, Eusebio y Raúl, fundadores de la reconocida clínica Vargas, en 1940, en donde ejercieron diversos roles médicos y científicos.

Daniel Vargas Vélez nació el 21 de julio de 1881 y se graduó en 1915. Aunque el eje de su vida fue la medicina, en algunos períodos la combinó con cargos de representación política como concejal y llegó a ser alcalde de la ciudad en 1933.

Eusebio nació el 3 de septiembre de 1901 y se recibió como médico en 1931, fue decano de su facultad y en 1950 fue presidente del Consejo Municipal. Raúl nació en 1907, se graduó en 1934 y fue un célebre profesor de ginecología y obstetricia. 

De ellos desciende una familia médica que aún atiende en la ciudad. Si su médico en Cartagena tiene un apellido Vargas hay una buena posibilidad de que tenga entre sus ancestros a un carpintero de ribera y a la hija de un hombre que casi fue presidente.



Para saber más:

María Emma Marrugo Hernández realizó su tesis para graduarse de Ciencias Políticas de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB) sobre las familias Faciolince, Bossa y Vargas, con contexto, entrevistas a descendientes y unos cuadros genealógicos que ayudan a clarificar. Por la naturaleza del texto se ocupa de la parte política de la familia, que llega hasta nuestros días.


En Getsemaní, oralidad en patios y pretiles, de Jorge Valdelamar Meza y Juan V. Gutiérrez M, edición 2005, se  detalla la faceta médica de la familia Vargas, con entrevistas a miembros de la familia y al médico Alejandro Caballero.