Su verdadero nombre es Arcángel San Miguel, pero le pudo más la tradición popular, que lo llamó Las Ánimas del Purgatorio. Los getsemanicenses encontraron en él un elemento de devoción y respeto. Un cuadro con mucha historia, parte inseparable de la iglesia de la Santísima Trinidad.
Su autor fue Pedro Tiburcio Ortiz Alaix, un español que llegó a Cartagena con su hermano, el sacerdote Manuel Ortiz Alaix. “Pedro pinta el cuadro en Santa Rosa de Lima, donde su hermano era el párroco. Resulta que a Manuel lo trasladan a dirigir la iglesia de la Trinidad y Pedro se viene con él y termina el cuadro acá, en nuestra iglesia”, explica Rosa Díaz de Paniagua, getsemanicense y socióloga que participó en el rescate del cuadro.
Según los registros de Rosa, este cuadro fue “inicialmente colgado en la pared del ala derecha, cerca al altar de la Virgen del Buen Viaje, sitio que no hubiese podido ocupar si para ese entonces se hubiere conocido como Las Ánimas del Purgatorio”.
“Para 1930 el sacerdote Salvato Riano remodela la iglesia y lo coloca en el mismo puesto, pero para finales de la década del setenta, siendo párroco el reverendo Juan de Dios Campoy, se reformó la iglesia y el cuadro pasa a ocupar el sitio que tradicionalmente han tenido Las Ánimas del Purgatorio en las iglesias latinoamericanas, a los pies de la iglesia por el ala derecha y allí se le encontró en el momento de iniciar su restauración”, explica Díaz en un documento sobre este proceso.
“Yo estuve en el rescate del cuadro de Las Ánimas del Purgatorio. Lo pintó un familiar, Pedro Tiburcio Ortíz en el siglo XIX. Él se casó con una señora que vivía en la plaza de la Proclamación. Pasó el tiempo, tuvieron hijos y una descendencia y ya la mayoría se había muerto, sólo quedaba vivo un tío mío. Un día pensé sobre ese cuadro, porque tenía un hoyo bien grande: eso lo botaron. ¿Quién va a guardar esa cosa porque es bien grande? Se lo llevaron a Bogotá y lo restauraron”, nos contó Mercedes González, matriarca del barrio.
El rescate
“A mí se me acercó Mercedes González. Entonces yo era la presidenta de la Fundación para la Conservación de Getsemaní. El arquitecto cartagenero Rodolfo Ulloa era subdirector en Colcultura -antes no existía el Ministerio de Cultura-. Le pregunté las posibilidades de restaurarlo y me dijo: -¡Hagámoslo!-”.
Y ahí, luego de la aprobación en Bogotá, apareció otra protagonista de esta historia: Yaneth Molina, del Centro Nacional de Restauración, de Colcultura, quien junto con Jaime Gutiérrez tuvieron bajo su cuidado la restauración del cuadro. Ella hizo una memoria personal del proceso y escribió un artículo más amplio. Ahí cuenta, por ejemplo, que la restauración se hizo entre 1988 y 1989, con participación de la comunidad.
“Colcultura nos envía a Yaneth Molina, la restauradora, pero con la condición de que todos teníamos que atenderla y hacernos cargos de los gastos de su estadía. Es decir, un día almorzaba en una casa o desayunaba en otra casa. Fue un proceso netamente comunitario”, recuerda Rosita.
El cinco de diciembre del 1988 comenzó el proceso de desmonte en la iglesia la Trinidad: fue un momento fue importante para el barrio, que le tenía mucho apego. Incluso hubo que superar muchas incomodidades de algunos vecinos y rumores de que se lo iban a llevar para siempre.
Para mantener a raya esos rumores y para que el proceso fuera más transparente a Rosita se le ocurrió una idea. “Yo busqué una madrina por calle, quien informaba periódicamente a los vecinos sobre el estado del proceso de recuperación. Además, cada dos meses se enviaban personas del barrio a Bogotá, para que vieran cómo iba la recuperación. Los devotos al cuadro querían estar pendientes del proceso, por eso envíamos personas a verificar y dar fe de lo que pasaba y que no pensaran que al cuadro lo habían cambiado”, explica Díaz.
En el proceso de desmonte “tuvimos que dejar afuera el cuadro para que la gente devota pasará a despedirse”, cuenta Rosita. El día que salió del barrio estuvieron presentes varios vecinos: “Nicolás Puello Hernandez, Heriberto Martinez, Antonio Acevedo, Merceditas Gonzalez, Martha Guzmán, Alcira Mendez, Carmelo Hernández y Noris Díaz”, según quedó registrado en el acta de desmonte y trabajo de la obra.
Yaneth narra en su texto que: “En Getsemaní, la gente conserva fotografías donde posan al lado de la pintura de Pedro T. Ortíz, se recuerdan anécdotas del pintor, se tejen leyendas. Esto último pudo comprobarse cuando hubo necesidad de trasladar la tela a Bogotá. Incluso, llegó el rumor de que la obra no sería devuelta a la iglesia. Mientras la obra permaneció en el Centro Nacional de Restauración, vinieron comitivas a ponerse al tanto de los avances del trabajo y algunos devotos se acercaron a orar ante ella”.
Salim Osta, restaurador cartagenero y quien vive en Getsemaní, recuerda sus días de estudiante en el Centro Nacional de Restauración. Aunque no trabajó directamente en el cuadro sí lo veía todos los días en su lugar de estudio. “Todo el mundo tenía que ver con ese cuadro, iba gente a observarlo y visitarlo”. Uno que no le perdía pisada al proceso e iba casi a diario era Rodolfo Ulloa.
En ese entonces la Dirección de Patrimonio de Colcultura tenía un plan para evitar la renovación urbana del barrio, es decir casi que se pudiera tumbar y construir de ceros. La costosa restauración del cuadro y la recuperación de la iglesia de la Trinidad -necesaria, además, para poder mantener bien el cuadro restaurado- hicieron parte de ese plan desde el gobierno nacional para fortalecer esos símbolos tan importantes para la identidad del barrio.
“¡Cuando el cuadro regresó se hizo una gran fiesta! A todos los que conocía les fui transmitiendo la noticia. Yo siempre he estado pendiente de él porque Yaneth Molina dijo que debían limpiarlo con algo de pluma. Ahora ya no lo hago porque no puedo, pero cada vez que voy a la iglesia de la Trinidad aprovecho y lo hago”, cuenta Mercedes.
El 23 de agosto de 1991, a las seis y media de la tarde, la comunidad lo recibió de nuevo. Allí estaban vecinos, estudiantes de Bellas Artes que participaron en el proceso de restauración, Rosita, Yaneth, Mercedes, Rodolfo y muchos vecinos. Las Ánimas del Purgatorio restaurada, con sus colores originales y mucho más visibles sus detalles y personajes, regresó a su puesto de honor en la iglesia de La Trinidad.
Del deterioro a la vida
Al cuadro lo encontraron con unos ocho pliegues visibles y con el hoyo descrito por Mercedes. En su documento, Yaneth lo describe así:
“El primer reconocimiento de la obra no permitió apreciar en toda su dimensión sus valores estéticos y devocionales: permanecían ocultos, escondidos bajo una capa blanca de sal, polvo, grasa, mugre y deterioro, los cuales hacían las veces de un filtro oscuro, dejando percibir solo alguna imágenes tenues y otras perdidas dentro de tonalidades frías, grises, sucias y oscuras”. Incluso los excrementos de murciélagos, buhos e insectos habían manchado la pintura.
“Las condiciones de deterioro eran avanzadas, con daños profundos a nivel estructural y mecánico, en su soporte, base de preparación y capa pictórica que la conforman. Desprendiendo y con falta de adherencia de la capa a la base de preparación, intervenciones inadecuadas y alteradas, materiales agregados y adheridos que formaban una capa de 3 milímetros sobre el original, rasgaduras en sentido vertical y horizontal”.
Pero había algo a favor, que recuerda Salim Osta: “La ventaja de ese cuadro a nivel técnico es que está reentelado: detrás de su soporte original hay uno auxiliar pegado a la seda. Eso se hace para que el cuadro esté adherido atrás a otro soporte en lino, así va a ser más resistente a las condiciones medio ambientales”.
La restauración, en palabras de Yaneth, “reveló un universo de colores intensos y alegres, además de una buena cantidad de detalles ornamentales o simbólicos. El tono del cuadro, que en un principio habría podido considerarse sombrío, resultó luminoso”.
En el tercio de la mitad se encuentra el arcángel San Miguel, intermediario entre la doliente humanidad y las jerarquías celestiales, muy propias del catolicismo medieval. Sostiene una balanza porque es el encargado de pesar las almas de los muertos.
En el tercio superior y sobre unas nubes se encuentra la Santísima Trinidad, rodeada de ángeles y un Jesús semidesnudo con manto rojo y un cetro en la mano.