El orígen remoto de nuestra tradición de Ángeles Somos es muy, pero muy antiguo. Nos conecta con raíces muy profundas de la historia humana y de la religión, pero al mismo tiempo lo hemos convertido en algo muy nuestro, que habla de nuestro sentido de la solidaridad y de la pertenencia. En esa olla cabe todo el mundo. Es un sancocho planetario.
El rito católico que en su momento estuvo tras el origen de Ángeles Somos nació como la asimilación católica de una fiesta “pagana”. Veamos: “Los druidas y sacerdotes celtas (paganos antiguos del norte de Europa, cuyo origen se sitúa en la edad de Hierro) observaban cómo desde el 23 de septiembre, día que empieza el equinoccio de otoño, la oscuridad empezaba a ganar terreno, el Dios a debilitarse y a envejecer con la llegada de Samhain que es la tercera y última de las fiestas de la cosecha. Esta celebración marca el fin del verano y comienza con el crepúsculo del 31 de octubre cuando el sol declina; por ello las hogueras se encienden para ayudar a las almas de los muertos a encontrar su camino hacia la luz y el descanso y se intercambiaban alimentos”, según un documento especializado del que hablaremos más adelante. A eso, en su momento, lo terminaron por llamar All hallow eve: Halloween.
Como saben los estudiosos, la tradición católica incorporó y les dio un nuevo sentido a algunos ritos de los pueblos que se iban convirtiendo al cristianismo. En un sentido profundo, Ángeles Somos es un ejemplo de ello. Pero el camino para llegar a nuestra fiesta fue bastante largo. “En 835 el Papa Gregorio IV retomó la tradición del día de Todos los Santos, consagrada por la iglesia siria desde el siglo IV y la opuso a la fiesta de brujas (el orígen del halloween). Tenía también el sentido de inicio y preparación para noviembre, el mes dedicado a las almas -ánimas- de las personas ya fallecidas”, dice el documento.
Luego, a la América colonial llegaron esas tradiciones católicas, pero aquí volvieron a tener un giro. En el caso mexicano se les incorporó todo el potente imaginario del mundo de los muertos que traían desde tiempos prehispánicos. De ahí, emparentado, surgió el Día de los Muertos que allá es tan importante para la cultura nacional. Si se sabe mirar bien, detrás de la calaverita de dulce laten todos esos significados. Igual que nuestro Ángeles Somos.
“Existen en muchas de las naciones latinoamericanas registros de la celebración del Ángeles Somos, en regiones y ciudades pequeñas, aunque en forma dispersa, siempre ligada a tradiciones y a valores culturales y costumbres alimenticias locales, como el sancocho en Cartagena”, explica el documento nombrado arriba.
La tradición consiste en que los niños salen cada 1 de noviembre, de casa en casa, en su barrio, a pedir alimentos para realizar un gran ‘sancocho’ colectivo. La petición no se hace a “palo seco” sino con los cánticos populares como “Ángeles Somos del cielo venimos buscando comida pa´ nosotros mismo”.
A pesar de su origen católico la tradición “se volvió prosaica. El sancocho no entra en la tradición religiosa. Nunca ha habido un ritual desde el punto de vista espiritual para Ángeles Somos”, explica Rosita Díaz, promotora del rescate de esta manifestación popular.
“Muchas cosas hacen que las formas de la tradición vayan cambiado, pero sigue siendo la misma porque en ella hay valores como la solidaridad, la integración, la coordinación el trabajo en equipo, la posibilidad de convivir con el otro. Tú llegas donde está una olla y si quieres sancocho pides y te dan. Son valores propios de la cartagenidad inmersos en esa tradición”.
El sancocho planetario
“Es una tradición que ha ido tomando las características culturales de los sitios, por ejemplo: hoy persiste en Barranquilla, Magangué, y otros sitios de la Costa, pero también en todo el Caribe Insular. También en México, Argentina, Salvador y Guatemala, en España y algunos sitios de Alemania. Una persona de la comunidad árabe me comentó que ellos en el Ramadán hacen una celebración parecida por aquello de compartir, recoger comida y otras cosas”, nos dice Rosita.
Y aquí vuelve a haber otra conexión con el mundo. El sancocho, que nos parece tan local, está mucho más extendido y a su vez recoge influencias de todo el orbe. Para ejemplificar con algunos ingredientes del nuestro: la gallina viene de Asia; el ñame, de África; la mazorca y la ahuyama, de México; el repollo, de Europa Central; la cebolla, de China, India, Irán y Pakistán; la zanahoria, de Asia Central; el cilantro, del sureste de Europa y norte de África; el ají y la papa, del Alto Perú y Bolivia; el apio, del Mediterráneo y Oriente Medio.
“En la fiesta la comida no es elemento principal o el objetivo central, sino todo el proceso que se da a lo largo de una serie de acciones en la cual el disfrute es el ingrediente principal desde el principio hasta el final. De otra parte, no demanda a ninguna persona o familia la compra de objetos especiales para su celebración”, explica el documento.
La recuperación
En el barrio tuvo su auge pero a mediados de los años 70 tuvo un declive. Comenzó a perder notoriedad por consecuencia de la celebración de ‘noche de brujas o Halloween’, con la que comparte orígenes históricos, como vimos más arriba.
“En 1976, cuando volvimos con mi esposo para radicarnos, después de haber estudiado Sociología en Medellín, me di cuenta que los pelaos ya no salían a buscar Ángeles Somos. Empezamos analizar por qué se estaba perdiendo eso, cuáles eran los cambios que se dieron en la ciudad y analizamos la tradición como tal”, cuenta Rosita.
Un par de años después comenzó el proceso de recuperación de la tradición cuando Rosita era la directora ADEP (Asociación de Educadores Preescolares), organización que empezó a celebrarlo con desfiles barriales de niños y niñas. Pero un paso aún más definitivo ocurrió en 1983, cuando Cartagena cumplía 450 años. “El alcalde de ese momento, Antonio Pretelt celebraría el sesquicentenario y le pregunté que si tenía algo preparado para los niños. Me dijo que no, que si se me ocurría algo y le dije: -Rescatar y activar Ángeles Somos en toda la ciudad-”, explica Rosita.
La profesora Maura Cecilia Roy González, de la Institución Educativa La Milagrosa ha hecho parte del esfuerzo por recuperar la tradición. “Desde niña vi que los vecinos en el barrio, todos los 1 de noviembre, para celebrar Ángeles Somos. Luego cuando estuve trabajando en la institución, nos unimos a trabajar con Rosa Díaz en el Jardín Infantil los Coches, para darle más vida a esa festividad”.
“Con esta celebración vienen inmersos valores como la solidaridad y el compartir. Cada vez se realiza en más barrios de Cartagena. Los niños cada año están pendientes: -¿Ajá, seño, y Ángeles Somos?-. Por ende, en nuestra programación escolar del año tenemos siempre el 1 de noviembre como celebración de Ángeles Somos. Ya lo hemos institucionalizado”, dice la profesora Maura Cecilia.
“Los niños se preparan antes de la actividad -¿Seño, qué es lo que vamos hacer? ¿vamos hacer un curso? ¿qué juegos? ¿qué día?-. También hay otros niños que no están en la Escuela, pero que han visto el trabajo, también se organizan, hacen su recolección y su sancocho en la calle”.
La postulación
Arriba hablamos de un documento especializado. Pues bien, un grupo de trabajo, encabezado por Rosita Díaz está trabajando con todo el detalle para lograr que Ángeles Somos sea inscrito como patrimonio inmaterial de la Nación. Para postularse oficialmente deben presentar un documento especializado, el mismo que hemos venido citando en este artículo.
Se trata del paso siguiente para seguir fortaleciendo esta tradición y salvaguardarla. Así como hay una legislación rigurosa e instituciones para defender los inmuebles patrimoniales sea de la Nación, del departamento o de una ciudad, también en el mundo se ha abierto paso la idea de que es tan o más importante proteger el patrimonio inmaterial como las lenguas, las tradiciones culinarias o los juegos, entre otras de sus manifestaciones.
El Ministerio de Cultura tiene un área dedicada al Patrimonio Inmaterial. Andrés Forero Rueda, asesor de esta dependencia habló con nosotros. “El concepto que utilizamos es el de Patrimonio Cultural Inmaterial, como lo estableció la Convención de la Unesco. Los países que hacen parte de esa convención, Colombia entre ellos, asumen el compromiso de salvaguardar su patrimonio cultural e inmaterial”.
Como parte de ese esfuerzo una comunidad puede pedir que una manifestación cultural suya entre formalmente en el registro nacional de Patrimonio Inmaterial. “Toda persona natural, jurídica, la institucionalidad pública, puede presentar una postulación: un documento que explica la relevancia de la manifestación para ser comprendida como patrimonio cultural e inmaterial y para ingresar en la lista. La postulación debe contener seis puntos descritos en el decreto 1080”, explica Forero.
“Aclaro que realizaremos una evaluación técnica de la postulación, pero desde lo personal siento esta celebración muy cercana, porque soy de Barranquilla y por supuesto que esto hace parte de mi identidad. Hemos visto un documento preliminar donde hay un énfasis importante en todo ese proceso que inicia desde los años 80 en una tradición que se estaba perdiendo por influencias extranjeras”, dice Forero.
“Valoro que es un proceso organizado y consciente alrededor de darle vigencia a una manifestación con unos valores muy importantes. Si bien mucha de nuestras tradiciones tienen que ver con los saberes, esta gira alrededor de la infancia y sería una oportunidad para hablar desde el aspecto del patrimonio acerca del cumplimiento de los derechos culturales de los niños”.