Hay que comenzar corrigiendo un equívoco: no es calle del Guerrero sino calle de Guerrero. El orígen de su nombre no es un luchador mítico o algo así, sino el apellido de un vecino “que pudo ser D. Pedro Guerrero y Paz, natural de Baza, en el reino de Granada, teniente coronel de los Reales Ejércitos y comandante del fuerte de San Sebastián del Pastelillo hacia finales del siglo XVIII”, según el infaltable Nomenclátor Cartagenero de Donaldo Bossa Herazo.
Aquel Pedro contrajo matrimonio “con doña Francisca Sánchez Pareja y Díaz, cartagenera, y fueron padres del coronel Manuel María Guerrero Sánchez Pareja”, que primero fue denigrado por su papel el 5 de diciembre de 1815, cuando el español Pablo Morillo retomó Cartagena después de 105 días de sitio y que luego sería considerado un gran ciudadano. A su vez fue abuelo de Manuel Amador Guerrero, primer presidente de Panamá.
Otras versiones en el barrio aseguran que en la casa donde hoy funciona la Escuela Taller vivió un capitán de navío tan intrépido que todos al referirse a la calle decían: “vamos para la calle del Guerrero”. También se le denota como un corredor cultural de Getsemaní, que empieza desde la calle Tripita y Media hasta conectar con la Plaza de La Trinidad. Aquí el cabildo hace presencia en noviembre. Además se encuentra el pasaje Spath o Mebarak, único que en el Centro Histórico queda con centro de patio, de los muchos que había antes y de los pocos que quedan en Latinoamérica.
El nombre oficial de la calle, que se remonta a la Colonia fue calle de Nuestra Señora de los Afligidos. Mide 163 metros y tiene los andenes más anchos del barrio con 1,9 metros.
Comentan que sus altos balcones pueden significar que quienes vivieron ahí eran adinerados, ya que en la colonia esas casas altas significaba poder. Las casas de un piso más altas que las del Centro Histórico son otro pequeño rasgo propio de Getsemaní. Esta fue la calle de "La Potra Zaina", una mujer cuya imponente presencia impactaba por donde pasaba. También vivió Carmen Cardona, quien representó a Bolívar en el Concurso Nacional de Belleza. Y, por supuesto, la calle de "Tatía", una mujer muy querida por los getsemanicenses, gran cocinera y pionera de la venta de comidas en el barrio por allá por los años cincuenta.
La calle se ha convertido en el acceso principal a la Plaza de la Trinidad, con lo que año tras año han aparecido restaurantes, cafés, ventas de diversos tipos y hostales. Hay quienes le atribuyen a Café Havana un papel importante en la recuperación de la esquina con la calle de la Media Luna, desde que comenzó a operar en 2006.
"Otro acontecimiento en esta calle fue cuando incineraron a un árabe. En los años cincuenta un hombre le hizo un préstamo a un “turco” que nunca le pagó. El hombre afanado por su dinero le repetía: -Turco, te voy a quemar-. Un día el hombre ya cansado de cobrar, se escondió arriba de la fábrica de camisas y le tira gasolina al turco y lo prendió" relata el poeta Pedro Blas Romero Julio.
El poeta también le tiene el rastro a una tradición que ahora se cree muy barranquillera. "Alrededor de los años treinta en la calle de Guerrero elaboraban los tradicionales congos, iconos del Carnaval de Barranquilla. En ese entonces estos disfraces se hacían para unirse a los diferentes cabildos que se celebraban en San Diego. Getsemaní en ese entonces no tenía cabildo".