Calle de San Francisco

LA CALLE

La calle de San Francisco es el origen de Getsemaní y de entonces hasta ahora, un lugar de mucha memoria y relatos. Hoy vive una transformación de conjunto como no había tenido antes.

San Francisco, el fundador de la orden que construyó el convento, terminó por darle su nombre a la isla completa; a la calle, cuando se le consideraba una sola con la actual Media Luna; al baluarte que defendía ese costado del barrio, por la salida hacia el Pie de la Popa; y también al pequeño puente que conectaba el centro con el playón de nuestro lado.

Ese pequeño puente, frente a la actual torre del Reloj, fue el punto por donde comenzó el relleno que pronto se convirtió en el cordón umbilical entre la ciudad fundacional y su suburbio o arrabal, como se le llamaba entonces.

Luego cada uno de esos sitios encontró su propio nombre y la calle se diferenció. Ahora se asume por convención general que las calles San Francisco y la Media Luna se separan donde el edificio conocido como Puerta del Sol hace un ángulo. 

En la Colonia las aguas de la bahía llegaban casi hasta el frente del convento. Como si todo el sector del Centro de Convenciones y su patio de Banderas fueran un espejo de agua más amplio que la actual bahía de las Ánimas.

No existía el edificio ni el pasaje Porto, de construcción muy posterior. El segundo piso del claustro estaba abierto hacia la bahía en su parte del frente, para que los monjes pudieran pasear en las horas más frescas y ver desde allí la actividad de la bahía.  

Al frente del claustro había un espacio delimitado por una barda, donde ahora está el Pasaje Porto. Allí se enterraban a feligreses, a juzgar por indicios históricos y por una pequeña capilla que estaba incrustada en el primer piso del claustro, según parece confirmar la intervención actual. 

A unos pocos metros de allí, en la plazuela de San Francisco se reunieron los lanceros de Getsemaní el 11 de noviembre de 1811 y desde allí marcharon bajo el mando de Pedro Romero, para inclinar la balanza en favor de la independencia absoluta de España ante una Junta de Gobierno que vacilaba hasta ese momento.

Tras la reconquista de Morillo y la Independencia vendría el declive de Cartagena a lo largo del siglo XIX, incluido el convento. Cartagena cerró el siglo con apenas una fracción de la población con la que lo había comenzado. Muchos predios amenazaban ruina, como el templo de San Francisco, que estaba destechado. El convento fue vendido por partes a ciudadanos privados.

Luego, el siglo XX llegó con todo el ímpetu. El teatro Variedades inauguró en 1905 una nueva vocación para la calle: en las décadas siguientes en ese pequeño fogón de sueños abrieron sus puertas el teatro Cartagena, el Claver, el Colón y desde ahí  se entraría  al Kalamarí y al Bucanero. La memoria de muchos cartageneros con esa calle tiene que ver con sus primeras experiencias cinematográficas, con la heladería El Polito y con la rotonda frente a los cines donde paraban los carros para que descendieran los pasajeros. En la misma calzada un par de décadas después abriría el Club Cartagena, ícono de la vida social de las familias más prestantes de la ciudad.

También en aquel 1905 abrió sus puertas el Mercado Público. Su tremenda dinámica comercial se traspasó a esta calle, que se retroalimentaba con la dinámica del entretenimiento. El mercado le proveía a los cines una parte de su público: compradores y vendedores aprovechaban la cercanía para ver una película en un clima fresco después de una larga y calurosa jornada.

Todo ello se vino al piso con el traslado del Mercado Público a Bazurto en 1978. Los cines tuvieron una larga agonía que comenzó en los años 80 con la llegada de los reproductores de video casero y las salas Multiplex en los centros comerciales. Nuestro siglo XXI vería a su llegada cascarones de teatros donde antes bullían las multitudes.

El futuro viene marcado por la integración, tras siglo y medio, de casi todos los predios que fueron del convento con el Club Cartagena. Junto con otros inmuebles aledaños están siendo configurados por el Proyecto San Francisco para convertirlos en el hotel Four Seasons, que abrirá sus puertas a finales de 2022. Significará el renacer de una calle, con unos inmuebles renovados del subsuelo a la cubierta, más espacio común y sitios de acceso para un público amplio, tanto local como visitante.


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BICN. Se denomina así a los Bienes Inmuebles de Interés Cultural del Orden Nacional. Los que son parte del Proyecto San Francisco están siendo intervenidos de manera integral, bajo el seguimiento y acompañamiento de entidades como el Ministerio de Cultura y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena de Indias -IPCC-. Todo ello en el marco del Plan Especial de Manejo y Protección -PEMP- que es una norma de carácter superior que regula al detalle su preservación, uso, intervenciones y puesta en valor. Una característica de la restauración de este tipo de inmueble es que cualquier intervención que se haga para un nuevo uso -en este caso. hotelero- debe ser reversible, para dejar el inmueble lo más cercano posible a su condición original. 

LADO PAR

Casa Ambrad

La casa aparece en planos de 1586, cuando la isla apenas comenzaba a ser habitada. Estaba pareada con la casa vecina, con la que compartían un pozo; un bien vital en la Colonia pues Cartagena carecía de una fuente de agua potable. Tuvo un solo piso hasta 1924, cuando Salomón Ambrad, inmigrante siriolibanés y patriarca de la familia, contrató la construcción del segundo piso para no quedar en menor valía que su nuevo gran vecino, el Club Cartagena, inaugurado en 1925.  También era una muestra de los boyantes y buenos  tiempos de su farmacia, que siguió funcionando en el primer piso mientras que la familia ocupaba el segundo y un altillo al fondo del predio. Con el declive de la calle, al final de esta casa solo quedaba en pie una fachada desvencijada.

Club Cartagena -BICN-

Inaugurada en 1925, fue la primera sede propia del tradicional club cartagenero, que antes alquiló varios inmuebles del Centro. Fue diseñado por Gastón Lelarge, uno de los grandes nombres de la arquitectura republicana en Colombia. Su inspiración fue el Palacio Garnier u Ópera de París. Funcionó hasta finales de los años 50 como sede del club, que se  mudó entonces a su actual sede en Bocagrande. Se está terminando su restauración integral. Funcionará principalmente como el lobby del hotel Four Seasons.

La calle de la Media Luna, a la que pertenecen estos dos predios, la publicamos en nuestra edición 13. 

Edificios Puerta del Sol y Morales Hermanos

A la distancia parecen uno solo, pero son dos edificios surgidos al amparo del Mercado Público, hace un siglo aproximadamente. El predio que ocupan sí fue uno solo desde tiempos coloniales. Parece que alguna vez estuvieron conectados, pero luego fueron separados del todo. En el de la derecha funcionó mucho tiempo un almacén de abarrotes y luego uno de repuestos para automóviles llamado Puerta del Sol, cuyo propietario era Emigdio Morales Puello. Desde 1993 funciona Quiebracanto, en los pisos segundo y tercero. La cuarta y quinta plantas fueron añadidas en los años 60. En el primer piso funcionó el bar La Caponera hasta 2019. En adelante funcionará como un solo inmueble, integrado al hotel Four Seasons, principalmente para habitaciones con vista al Centro Histórico. Quiebracanto seguirá funcionando en el primer piso, con un área mayor y acceso público desde la calle.

Hotel Monterrey / Casa Obregón

Fue la casa del doctor Manuel F. Obregón, nacido en Pinillos en 1866 y fallecido en Cartagena en 1946. “Eminente médico, y hombre público bolivarense, poligloto, humanista, dueño de sobresaliente cultura general, profesor universitario, poeta erótico de fina y fecunda inspiración, senador y representante al Congreso Nacional, gobernador del departamento de Bolívar en tres ocasiones”, según lo describía Donaldo Bossa Herazo. La casa colonial fue remodelada según el diseño de Gastón Lelarge, el mismo arquitecto del cercano Club Cartagena, razón por la que guardan simetrías y semejanzas. En la parte baja, haciendo L con el teatro Cartagena funcionó un almacén de repuestos para automóviles, llamado El Faro, de Ubaldo Morales Puello. Luego, a finales del siglo XX, fue restaurado para convertirlo en el actual hotel Monterrey.

Teatro Cartagena / Capilla de la Veracruz 

La capilla de la Veracruz estuvo en pie hasta bien avanzado el siglo pasado.  Era colonial, de cuando las familias y las cofradías financiaban estos pequeños templos. Originalmente se comunicaba con el templo de San Francisco. Fue la entrada del teatro Variedades, el primer predio donde se presentó cine en el barrio. Fue demolida en 1938 sin considerar su valor patrimonial, para dar paso a la construcción del teatro Cartagena, con una fachada de teatro californiano diseñada por Manuel Carrerá. Fue inaugurado en 1941. Durante las siguientes décadas fue el teatro de lujo de la ciudad, donde se hacían las galas de apertura del Festival Internacional de Cine (FICCI), las coronaciones de la Señorita Colombia o se celebraban los grados académicos. Tuvo una conexión directa hacia el Centro Comercial Getsemaní. Cerró a comienzos de este siglo XXI sin un nuevo uso, hasta su integración al Proyecto San Francisco. Se restaurará la fachada del teatro y en su interior funcionará una pizzería para público general, inspirada en la tradición de la auténtica pizza napolitana, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Templo San Francisco -BICN-

Junto con un ala del claustro fueron la primera construcción colonial del barrio. Es un templo sencillo, con columnas de madera, que entonces era más económico que construir en piedra. En su cúpula se encontraron pinturas y símbolos de la época colonial. Estuvo destechado al menos en dos épocas. Ahí funcionó el teatro Claver, que después se convirtió en el Colón, que operó hasta finales del siglo pasado. El nuevo Teatro San Francisco funcionará allí tanto como sala autónoma con una programación cultural permanente y como salón principal de eventos del hotel Four Seasons. Se está adelantando su intervención integral, y estará dotado con equipos técnicos de primer nivel para presentaciones culturales de todo tipo.

Claustro de San Francisco -BICN- 

Es el edificio de planta cuadrada y dos pisos donde habitaban y hacían vida los monjes franciscanos. Hacía parte del convento, cuyos terrenos llegaban hasta la calle San Juan y posiblemente hasta la San Antonio. Tras la independencia tuvo muchos usos: fábrica de sombreros, compañía de navegación, escuela de oficios, casa de beneficencia y asilo de mendigos y de ancianos. También como cuartel militar y, por algunos años, como hogar de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, incluyendo su fundadora, la madre Bernarda. En la década de los 40 la junta del asilo de ancianos se lo vendió a unos comerciantes sirios y luego fue cedido por el gobierno nacional al Círculo de Obreros, una entidad benéfica de origen jesuita. En 2014 se firmó un contrato de gestión patrimonial entre el Círculo de Obreros y el Proyecto San Francisco para su nuevo uso hotelero. Funcionará principalmente para habitaciones y servicios a los huéspedes. También se expondrán al público algunos de los hallazgos arqueológicos e históricos.

Edificio Porto -BICN-

Fue construido en 1882 tapando la fachada original del claustro franciscano, cuando el convento fue vendido por partes a particulares. Allí quedaba un terreno separado de la calle por una barda y que fue un sitio común de enterramiento de feligreses, cuando no había cementerios en la forma que lo conocemos hoy. Su construcción generó lo que conocemos como Pasaje Porto, frente al cual se acondicionaron locales comerciales durante la gran época del Mercado Público. Algunos de ellos vendían licores y de ahí surgió el mote popular de ‘portal de los borrachos’, con el que algunos lo mencionan. A pesar de no ser una construcción de origen colonial, a finales de los años 50 fue declarado por el gobierno nacional como bien de interés cultural.  

 

Tercera Orden -BICN-

Fue comenzada en 1733 e inaugurada en 1757, como inmueble final del conjunto franciscano, a cargo de la orden seglar o su ‘Tercera Orden’. La segunda es la de las monjas clarisas. Ha seguido funcionando como parroquia, por mucho tiempo bajo el auspicio de la Armada Nacional. No hace parte del Proyecto San Francisco, pero éste contribuye actualmente con una importante intervención, principalmente en la casa cural, el salón parroquial y el patio que comparte con el claustro franciscano, así como otras mejoras prioritarias de luz, ventilación, cableado eléctrico y cubierta, como se ve en el artículo central de esta edición.