Casa y teatro Padilla

EN MI BARRIO

¡Cuánta historia y cuántas películas en ese predio! ¿Cómo llegó a manos de Padilla? ¿Con quién y cuánto tiempo vivió allí? 

El predio es uno de los más antiguos de los que hay memoria escrita en el barrio. No en vano era vecino del convento de San Francisco, la primera construcción de Getsemaní. En la “Relación del sitio asiento de Getsemaní”, de 1620, ya aparece reseñada, según pudo ubicar el arquitecto restaurador Rodolfo Ulloa Vergara. Su frente daba a la calle Larga y a sus espaldas estaban las huertas del claustro franciscano.

La casa era prestante. De dos pisos, con una puerta central y local a lado y lado en el primer piso. En el segundo estaba la vivienda. Así se estilaba entre las familias cuya fortuna venía del comercio. Por su cercanía al puerto del Arsenal, ese sector de la calle Larga floreció desde temprano. Tenía un aljibe de dimensiones más que notables, grande como una casa y con capacidad para guardar muchísima más agua de la que consumiría solo una familia. Varios de sus gruesos contrafuertes aún están en pie y pronto serán restaurados. Dan sobre el predio del antiguo teatro Rialto en el que el Proyecto San Francisco construye el hotel que abrirá a finales de 2022, operado por la cadena Four Seasons. 

¿Cómo llegó a manos de Padilla? Por un préstamo que le pidió al general Santander. Una casa a crédito, tal cual ocurre hoy a un ciudadano promedio. Eso tiene una explicación de fondo.


Siete años

Tras la Independencia, en 1821, entre los oficiales del ejército patriota hubo reparto de haciendas, casas y bienes de los españoles expulsados. Padilla no tuvo nada de eso, lo que revelaba que aún siendo héroe militar su condición de zambo lo ponía escalones más abajo en la pirámide social. De hecho, el ascenso a almirante, una medalla de oro y tres mil pesos de pensión anual que se le dieron tras la batalla de Maracaibo parecían “la paga de un mercenario”, en contraste con lo que se les daba a otros militares. Padilla prefería concluir su carrera con honor y no en pos de una pensión. 

Su rivalidad con Mariano Montilla y cómo se inserta ahí la compra de esta casa se entiende mejor en este fragmento de un ensayo de la profesora Aline Heig:

“La popularidad de Padilla se explica también por su estilo de vida menos ostentador que el de la élite blanca en una Cartagena donde la gran mayoría vivía en la pobreza. En palabras de sus defensores, Padilla era distinto a Montilla y a varios otros que, después de 1821, se habían beneficiado de “gracias y favores” para poder adquirir “muchas propiedades”, vivir en “la opulencia, el fausto y la suntuosidad […] que insultan a la miseria pública”. En contraste con Montilla, que vivía en la mansión del marqués de Valdehoyos, Padilla había contraído un crédito con Santander para comprar una casa de dos pisos en la entrada de Getsemaní; cerca de allí abrió una taberna donde la gente iba a beber, jugar dados y discutir sobre política, para gran disgusto de la élite. Además, a Montilla le habían sido adjudicadas una plantación enorme cerca de Sabanalarga y la Hacienda Aguas Vivas, en Turbaco, donde pasaba gran parte de su tiempo; en cuanto a Padilla, no tenía propiedades rurales, lo que le distinguía de las élites republicanas pero también le privaba de importantes redes políticas rurales. Así, Padilla y Montilla encarnaban las profundas divisiones socio-raciales de Cartagena después de 1821”. 

En esa casa, para mayor afrenta de las élites criollas vivía en unión libre con la mulata Anita Romero, hija de Pedro Romero, el prócer getsemanicense de los hechos de 1811. Su casa quedaba en diagonal a la de Padilla. 

Pero no vivió allí muchos años. Aunque una historiadora la supone en manos de Padilla desde 1811, es probable que la compra haya sido posterior a 1821, cuando ya había algo de flujo de caja en la nación recién formada y Santander pudiera avalar este préstamo a un oficial notable en la guerra de Independencia. La ejecución de Padilla fue en 1828, así que a lo sumo la disfrutó unos siete años, si los indicios actuales son correctos.


De casa a teatro

La casa se mantuvo en pie y funcional por muchos años. Al punto que alcanzó a haber fotos de ella. Aparece muy sesgada como vecina inmediata del recién inaugurado Teatro Rialto, en 1927. Años después fue derribada cuando el comerciante Elías Juan encargó la construcción del teatro Padilla, construido por el ingeniero Rafael García Rey e inaugurado el 24 de septiembre de 1942. El teatro en sí mismo ocupaba parte del espacio de las huertas franciscanas, pero el predio de la casa derribada le servía como punto de acceso. Por ahí podían entrar los carros, pues se le diseñó como un teatro que en parte era drive-inn, para ver la película desde el automóvil. Era al aire libre. Para los asistentes de a pie, que eran la mayoría tenía una serie de palcos en madera y en la parte central largas bancas en las que cabía una familia entera. Su capacidad era para unos tres mil espectadores.

Se convirtió en el teatro más popular de Cartagena y, en particular, de Getsemaní. Se convirtió en el favorito para ver cine mexicano y argentino. Sus bailes en medio de las festividades novembrinas fueron legendarios, así como el Minarete de Arte, que sirvió de plataforma de lanzamiento a muchas estrellas, como Lucho Bermúdez. Allí se presentaron en vivo artistas como Cantinflas,  Tin  Tan,  Pedro  Vargas,  ‘La Tongolele’,  Daniel  Santos o la Sonora  Matancera.

En la memoria de muchos nativos es imborrable el recuerdo de las noches frescas yendo a cine con los vecinos o con la familia, colándose a veces, en otras viendo películas desde  los árboles o los predios vecinos. También los patacones y del infaltable guarapo de Pacho a la entrada del cine. Dicen la leyenda urbana que lo guardaba en un tonel de madera donde tenía hundida una calavera humana y que eso era parte del sabor. 

Se fue el Mercado Público, en 1978, y llegaron a Cartagena los centros comerciales con sus modernas salas de cine. Con ellos se fue el grueso del público de ese teatro mìtico, pero que iba decayendo con los años. Después de su cierre se construyó en ese predio el actual Centro Comercial Getsemaní, abierto en su primera fase en 1988.