¡Hay tanto de nuestra historia que creemos haber perdido para siempre! Pero una buena parte está todavía sepultada entre infinitos archivos antiguos, a falta de manos, ojos y mentes preparadas para llegar a ellos, interpretarlos y darles contexto.
En distintos archivos de España, Bogotá, Lima y la propia Cartagena, hay registros oficiales de todo tipo que permiten cruzar datos: informes, peticiones o litigios que abundan en información valiosa. Entre todos esos documentos los censos y los mapas resultan vitales como primera pieza para entender de dónde venimos, explicarnos como sociedad y, en particular, como barrio.
La nuestra era una ciudad estratégica en la defensa de los intereses de la Corona en América. Por eso hubo abundante documentación oficial, memorias de viajeros y nativos. Abundan los mapas porque su defensa militar era clave. Con ellos, los censos y conteos de población que entre otras cosas permitían saber cuántas personas contaban para empuñar un arma a la hora de defender la ciudad de los ataques de corsarios, piratas, filibusteros y flotas extranjeras.
Conteos, cálculos y censos
No todos eran censos o padrones formales, ni tenían la complejidad estadística de los que se hicieron desde el siglo XX. Pero sí permiten tener una idea de la evolución de los números. Más allá del dato puntual de habitantes, son una mina de datos que pueden ser cruzados con otras informaciones para darle nueva luz a lo que sabemos de nuestro pasado.
“Muchos suelen ser cálculos y cifras globales que hacían algunos personajes de la época, que luego se han repetido sin contrastar, pero no censos formales como el de 1777”, nos explica el historiador y profesor de la Universidad de Cartagena Sergio Paolo Solano. “En algunas épocas contabilizaron solamente a los ‘vecinos’, que eran las cabezas de familia y la categoría política básica, como decir hoy ciudadano. Ese rango les otorgaba una serie de privilegios frente a los que no lo eran. Después de eso, calcular el número de personas que estaban bajo su dependencia es posible desde la demografía, pero especulativo”.
Durante los primeros dos siglos los conteos de lo que hoy llamamos genéricamente el Centro, se hacían por cuatro barrios distintos: Santa Catalina, Santo Toribio, La Merced y San Sebastián. El quinto barrio era el de la Santísima Trinidad ó Getsemaní, que mantuvo desde el inicio su unidad: la isla era el arrabal donde vivía una buena parte de las clases más populares.
“Los historiadores han dejado por fuera a la gente que vivía en los alrededores o en la bahía interior. Pero muchos de ellos servían en la milicia o trabajaban en las ladrilleras y canteras que aprovisionaban a la ciudad, tanto para el aparato defensivo como para la construcción de inmuebles privados. Era gente ligada a la ciudad y en momentos de asedio se ubicaban en las fortificaciones de la bahía”, ahonda el profesor Solano, quien opina que en los nuevos estudios debería sumarse esa población a los conteos.
Por razones defensivas no se podía construir en los sectores aledaños por fuera de las murallas, pues allí se podría parapetar un ejército invasor. Sectores como Pie de la Popa o Papayal estaban descampados. El conteo, entonces, se hacía murallas adentro. Registramos aquí los años en que distintos autores hacen referencia a que hubo algún tipo de conteo o de censo, aunque no hayan señalado las cifras resultantes. Van hasta comienzos del siglo pasado porque los censos posteriores hablan de una ciudad con muchos más barrios y que supera de manera definitiva las murallas y sus sectores aledaños.
Conteos o censos en Cartagena
(Hasta el siglo XIX)
Año | Habitantes |
1565 | 1.000 |
1630 | 6.000 |
1684 | 7.341 |
1708 | 4.556 |
1717 | - |
1768/69 | - |
1772 | 11.379 |
1777 | 13.690 |
1787 | - |
1798 | - |
1805 | - |
1810 | 25.000 |
1835 | 11.929 |
1843 | 10.145 |
1851 | 9.896 |
1855 | - |
1863 | 12.350 |
1871 | 8.603 |
1875 | - |
1881 | 9.491 |
1905 | 9.681 |
1912 | 36.632 |
Estos datos muestran apenas una tendencia general. No todos los conteos seguían las mismas reglas o perseguían iguales objetivos. El de 1777 sí documentó sexo, edad, ocupación o grupo racial, según se consideraba en aquella época. Hay caídas abruptas de población, como la ocurrida tras el cerco de Morillo, en 1815, o la crisis generalizada de la ciudad, avanzando el siglo XVIII. Pero también aumentos, como cuando empiezan a registrarse los barrios más allá de las murallas que explica el notable salto entre 1905 y 1912.
1777
El 30 de abril de ese año el gobernador recibió la orden real de empadronar a la población. En Cartagena la tarea se hizo en cuestión de semanas. El 9 de julio Mariano Joseph Valverde -regidor interino de la ciudad y comisario del barrio- firmó el padrón del barrio. Entonces se le nombraba más como La Trinidad, porque los barrios solían equivaler a las parroquias. Era el barrio más poblado de los cinco.
Getsemaní | 4.072 |
S. Catalina | 3.236 |
S. Toribio | 3.163 |
La Merced | 1.611 |
S. Sebastián | 1.608 |
Total | 13.690 |
En la Cartagena de entonces había más mujeres que hombres: 1,18 por cada hombre. En cifras absolutas, 1.128 mujeres más. Las razones de este desbalance no son sencillas y varían si se trataba de esclavos o de ‘libres”; si se mira desde la óptica racial, por edades o por barrio. Parte de la explicación es que quizás más hombres jóvenes debían salir fuera de la ciudad a buscar trabajo y más mujeres del campo venían a la ciudad para ocupaciones tradicionalmente asociadas al sexo femenino.
En el censo de Getsemaní no se recogió información racial, como sí se hizo en otros barrios, según unas fuentes. Otros estudiosos opinan que los datos sí están pero hay que saber entresacarlos. Es un asunto que requiere más investigación. Como es sabido, en aquella época había una complejísima clasificación a partir del color de piel, que se usaba como criterio fundamental para la organización social. Hoy se ha superado ese enfoque, en el entendido de que la humana es una sola raza. Se usa aquí porque era estructural y parte de la vida social en la Colonia.
En ese apartado, la ciudad “estaba compuesta por tres grandes grupos (y un minúsculo grupo indígena que participaba con el 0,6%): el mayoritario era el de los mulatos y mestizos, con el 35%, luego seguían los negros, tanto libres como esclavos, con el 33,2% y, finalmente, los blancos con el 31,2%”, según las mismas fuentes. Ahora bien, ellos también explican lo difícil que es trazar líneas exactas sobre el tema de color de piel: el grupo de los blancos podían bien incluir muchos mestizos cuyo color de piel se asimilaba, por lo que no eran un grupo homogéneo de españoles níveos y caucásicos.
El 18,9% de la población de Cartagena era esclava. En proporción: uno de cada cinco habitantes de la ciudad lo era. Sin embargo, en el resumen del censo de Getsemaní aparecen como tales, apenas 202 de sus 4.072 habitantes. Esto es: cuatro esclavos por cada cien habitantes del barrio. Una desproporción enorme. Una primera explicación, entre varias, apuntaría a que por ley los esclavos debían vivir en el mismo predio que sus dueños. Por ello en los barrios del Centro, donde vivía la gente más prestante, había proporcionalmente muchos más esclavos. Getsemaní era la barriada popular donde el mestizaje -con una base negra preponderante - se había dado muy temprano.
Una pista de esa calidad más igualitaria del barrio está en el uso del don o doña como expresión de respeto o distinción social, sin llegar a ser un título de nobleza. “En Getsemaní solo el 1,5% de la población tenía el título de ‘don’. Esto corrobora lo que siempre se ha dicho acerca de Getsemaní: que era el barrio de los sectores populares. En contraste, en el barrio San Sebastián, el 27,2% de las personas eran consideradas como don o doña. En el barrio Santo Toribio vivían 238 libres, el 7,4% de la población del barrio, que fueron distinguidos con el título de don o doña”, según el libro Tres siglos de demografía en Cartagena, una de las fuentes fundamentales de este artículo.
1835
En el Centro se contaban dos parroquias, en lugar de las cuatro de la Colonia: La Catedral y Santo Toribio. Getsemaní seguía siendo mencionado como La Trinidad.
Los investigadores destacan que “El hecho de que el de La Catedral fuera el vecindario de la elite se refleja en los censos en varias cosas. Por ejemplo, en el porcentaje de esclavos que habitaban allí en el censo de 1835 (9,3%). Esto se compara con un 4,1% de esclavos en Santo Toribio y 1,6% en La Trinidad. Este último fue desde la época colonial el barrio de las clases populares. En La Catedral los eclesiásticos eran el 1,1% de la población, en Santo Toribio el 0,6% y en La Trinidad el 0,2%”, según el mismo libro.
Y la disparidad de sexos seguía creciendo. La Catedral era la más equilibrada, con nueve hombres por cada diez mujeres. Pero en Getsemaní era de seis hombres por cada diez mujeres y en Santo Toribio era aún más desigual: un hombre por cada dos mujeres.
1875
Tras la Independencia, Cartagena había entrado en una espiral decadente: ya no era la ciudad estratégica del imperio español sino una ciudad de provincia con un pasado heroico pero sin mayores recursos.
Al parecer los hombres emigraban muy jóvenes. En el rango de entre quince y cincuenta años —es decir, la edad reproductiva— la proporción era de dos por cada hombre, aproximadamente. El significado social -a falta de más reflexión e investigación- implica pensar en matriarcados fuertes, hombres con varias mujeres o madresolterismo. Incluso formas de vecindad, que entre las mujeres suelen ser más solidarias, o rasgos como la crianza colectiva.
De ese censo no se han encontrado las planillas de Getsemaní, pero sí de La Catedral y parte de las de Santo Toribio. De ahí se derivan algunos datos interesantes. Por ejemplo: de los cien extranjeros registrados, veintiséis eran cubanos y veintiuno, de Inglaterra. Francia, Holanda e Italia tenían diez ciudadanos cada uno. De Oriente Medio no había uno solo, cosa que cambiaría muy pronto con la llegada de la colonia sirio-libanesa, que fue tan importante para la economía, el incesante mestizaje y la cultura de nuestro barrio.
Quien más pagó impuestos en Cartagena en 1875 fue Federico Romero, nieto de Pedro Romero, el prócer mulato y vecino getsemanicense. Sus labores como importador y comerciante al por menor le aportaron al fisco 385 pesos. Era soltero y no vivía en Getsemaní sino en La Catedral (casa 285). Al morir sería uno de los hombres más ricos de la ciudad, con una fortuna que equivalía a tener como propias dieciocho de las mejores casas de la ciudad. La descendencia de Pedro Romero llega hasta nuestros días y hace parte de la élite económica y social de la ciudad.
Los comerciantes aportaron el 62,6% de los impuestos de ese año. En cambio, los artesanos -que históricamente fueron tan importantes en Getsemaní- aportaron apenas el 8,5%. De la milicia y las labores de defensa, que en la Colonia fueron la mayor fuente de empleo, no hubo rastro. Los profesionales (médicos, ingenieros y abogados) solo contribuyeron con el 1,8% de los impuestos y los fabricantes, con el 4,4%. Todo un retrato de una ciudad que cambiaría dramáticamente en las siguientes décadas.
Para saber más:
Hay más fuentes bibliográficas sobre este tema, pero para quien quiera profundizar recomendamos estas dos.