“Muchas personas creen que el Centro de Convenciones de Cartagena de Indias se reduce al auditorio Getsemaní y no es así: tenemos 23 salones más. Algunos de ellos rescatan nombres como el del baluarte que estaba aquí, el gran salón Barahona”, explica Diana Rodríguez, su actual gerente.
En las dos ediciones previas contamos el nacimiento, auge y traslado del Mercado Público, que influyó la vida de Getsemaní por décadas. En esta entrega hablaremos de la inmensa construcción pública que se ubicó donde antes estuvo aquel mercado. Se trata de más de 30 mil metros cuadrados. De ellos, 20 mil son de área edificada y 10 mil de la zona destinada a la zona de parqueaderos. A eso hay que sumarle la explanada de San Francisco, llamada comúnmente Patio de Banderas, que queda frente al Camellón de los Mártires, con 4 mil metros². El Gran Salón Barahona, con 1.270 m², es el más grande de aquellos 23 salones mencionados por su gerente.
El enorme proyecto fue convocado por concurso y construido en menos de cuatro años, un tiempo relativamente corto para la época y para los estándares colombianos. El proyecto ganador tuvo la gran virtud -según los conocedores- de correr el complejo de edificios hacia el fondo del lote disponible y crear así el Patio de Banderas. Se generó así un espacio urbano despejado complementado con el Camellón de los Mártires y el Parque Centenario. También destapó de nuevo para la ciudad el convento de San Francisco. Dicho de otra manera: ¿qué tal que en donde está ahora el Patio de Banderas hubiera una mole de 30 mil metros cuadrados?
“Estamos en un lugar tan privilegiado, en el corazón del Centro Histórico de Cartagena de Indias. Esto sigue siendo el eje de grandes cumbres y congresos importantes en el país”, dice Diana, quien menciona algunos de los innumerables ejemplos: el Congreso de la Lengua en 2007, cuando se homenajeó a Gabriel García Márquez; la cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en 1995 o la VI Cumbre de las Américas, en 2012, entre otros eventos.
“El evento que más recuerdo fue la celebración de los 80 años de García Márquez. La gente trataba de ingresar y yo asustada controlando en la entrada. El auditorio Getsemaní estaba lleno. Vino mucha gente de Colombia y del exterior. Las palabras de García Márquez y de varios personajes fueron emocionantes. Varios presidentes hablaron ese día y al final en la escenografía tiraron mariposas amarillas en abundancia. ¡Fue muy bonito!”, recuerda Martha Vélez, quien también fue gerente del CCCI por doce años, hasta 2012.
“El Presidente de la República siempre llegaba en lancha. Un mayor de la Policía me avisaba cuando salían de la Casa de Huéspedes: -doña Martha ya vamos saliendo, prepárese que el presidente ya va a llegar- y yo bajaba los tres pisos rápido y me paraba en el muelle para darle la bienvenida. Cuando llegaban personajes de alto perfil coordinábamos el recibimiento con la cancillería. Fueron un gran apoyo en cómo manejar la bienvenida de un personaje importante, dónde debe colocarse, etc. Es todo un protocolo que aprendí en el manejo de personalidades”, cuenta Martha.
“En algunas ocasiones hemos realizado las primeras comuniones del colegio La Milagrosa y la graduación de sus estudiantes de grado 11. La Junta de Acción Comunal ha sido el conducto para relacionarnos más con el barrio. Por ejemplo el año pasado también realizamos la novena de Navidad y en algunos años hemos apoyado el afiche del Cabildo de Getsemaní”, dice Diana.
Detrás de bambalinas
Luz Stella Tovar, la actual coordinadora de ventas, lleva cerca de treinta años trabajando en el Centro de Convenciones, donde comenzó como pasante. “Anécdotas tengo muchas. Recuerdo una con Raphael, el cantante español. Él cantaba en sus presentaciones con un espejo y todo estaba listo para salir al escenario. El espejo estaba en su sitio y él hacía sus ensayos, pero faltaba ajustar unas luces cenitales. Al compañero de las luces se le olvidó que ese espejo estaba ahí. Movieron las escaleras y partieron el espejo. Raphael se volvió loco, gritó y lloró, pero afortunadamente teníamos espejos acá, aunque él había traído uno super espectacular”, cuenta.
“Otra nos ocurrió en el auditorio Getsemaní con Paloma San Basilio. A ella le gustaba cantar canciones a capela y ya era el momento de ‘No llores por mi Argentina’. Siempre salía con un vestido plateado, lindo. Había terminado de hacer cambio de vestuario y cuando iba a salir, ¡que se le cae el vestido y ha quedado totalmente desnuda! Todos corrimos a taparla. Afortunadamente nadie del público se dió cuenta”, dice Luz Stella.
“Con el Concurso Nacional de la Belleza también nos pasaron muchas cosas. Una noche de coronación colocaron un reflector cerca a unas cortinas negras. El aparato calentó tanto que se formó un conato de incendio. Ya íbamos a salir al aire y eso empezó a botar humo. Nos tocó cerrar el telón mientras apagamos el incendio. Nadie se dió cuenta afortunadamente”, cuenta Luz Stella.
“Otro año colocaron una escenografía espectacular. Antes de iniciar la transmisión se cayó todo el montaje y tocó quitarla. Instalar una escenografía se demora una o dos semanas, así que obviamente no se pudo volver a montar. Otra anécdota es la de un presentador muy popular. En la escenografía colocaron una especie de piscina. Él estaba haciendo su trabajo y de pronto se cayó al agua. Eso no se vio en televisión, pero sí las personas que estaban en el auditorio”, relata Luz Stella.
“Entre los personajes más memorables está Orlando Salas, el encargado del auditorio Getsemaní. De los veinte años que trabajamos juntos jamás lo vi coger rabia. Siempre llegaba cantando: -Buenos días amiguitos ¿cómo están?-. Era una persona que si venía Fanny Mikey lo abrazaba y lo besaba. Sí venía Gloria Valencia de Castaño, lo mismo. Raphael, el cantante, también”.
“Otra persona que recordamos mucho es a María Elisa Monteliano que fue gerente. Era de una rectitud, de una perfección: una mujer que si se decía que había una reunión a tal hora, ¡tenía que ser a esa hora! A Pedro Luis Mogollón lo recordamos mucho por ese cariño con el que nos dirigía. Lo mismo Eduardo Meléndez que fue el almacenista por muchos años y por la organización que tuvo con su trabajo. Siempre tuvo tiempo para atendernos. Por supuesto, Jorge Suarez supervisor de montajes. Él tiene metido el Centro de Convenciones en su cabeza y sabe cómo distribuir cada espacio”, recuerda con cariño Luz Stella.
Un concurso y dos presidentes
“El Centro de Convenciones fue la solución para el espacio que quedaría en Getsemaní por el traslado del mercado a Bazurto y por el Plan de Desarrollo del Municipio de Cartagena 1978-1990, la respuesta para preparar la ciudad para los cambios que vendrían”, según explicó José Rizo Pombo, el ex alcalde de Cartagena en un libro dedicado al tema, desde su perspectiva de mandatario a cargo.
El Mercado Público “fue trasladado al sitio de Bazurto como parte culminante del proceso que iniciado en 1962 y arrancado en firme en 1967 con importantes inversiones para adquirir los predios y preparar el terreno. En mayo de 1976, se había construido la parte sustancial de las obras del nuevo mercado y se contaba con una guía para un plan de mercados pero faltaba la decisión y los recursos para aplicarlo. Las circunstancias no eran favorables”,
El 24 de julio de 1978, a las 11 de la mañana, se puso la primera piedra del Centro de Convenciones de Cartagena, que contó con el apoyo de las presidencias de Alfonso López Michelsen (1974-78) y Julio César Turbay Ayala (1978-82), quien lo inauguró el 19 de marzo de 1982. Días después se realizó la XXIII Asamblea de Gobernadores Banco Interamericano de Desarrollo, en lo que fue el primer gran evento.
“El Centro de Convenciones Cartagena de Indias, surge como un proyecto del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo en 1978, como mecanismo para generar polos de desarrollo regional mediante la realización de actividades de amplia convocatoria, como congresos, eventos y convenciones. Fue diseñado por la firma Esguerra, Sáenz y Samper Ltda. y construido por la firma cartagenera Civilco”, explica la página web del centro.
“La primera piedra, con la leyenda conmemorativa que envió Proexpo, fue labrada por el escultor y pintor español residenciado en Cartagena Eladio Gil, autor de interesantes obras entre ellas la estatua de la India Catalina”, dice Pombo.
El concurso de diseño arquitectónico fue cerrado a cinco proponentes, de entre los cuales tres debían ser cartageneros, según un acuerdo de las autoridades. La convocatoria se abrió el 17 de agosto de 1978 y se cerró tres meses después. Además del ganador final, se presentaron anteproyectos de las firmas Ángulo Benincore y Cía. Ltda.; Cuellar Serrano Gómez & Cía. Ltda.: Civilco Ltda.-Barón & Macchi Ltda; y Arquitectos Asociados Ltda. constituida especialmente por los cinco arquitectos cartageneros.
Una nota poco conocida es que sobre el techo hay instalados 1.656 paneles solares, que le aportan el Centro de Convenciones el 18% de la energía que consume.
Fuente principal: Historia del Centro de Convenciones de Cartagena de Indias, gestación y nacimiento. José Rizo Pombo. 2012. Ediciones Tecnar, Cartagena de Indias.