Un riguroso y sistemático proceso se ha llevado a cabo desde que el Proyecto San Francisco recibió en 2015 la antigua sede del Club Cartagena hasta hoy, cuando su restauración avanza a buen paso de cara a la apertura del Hotel Four Seasons en 2022.
Tras su cierre como sede del tradicional club cartagenero, hacia 1958, el edificio diseñado por Gastón Lelarge sufrió un paulatino deterioro. En sus bajos funcionaron muy distintos comercios, incluyendo un bar o un expendio de tiquetes de autobús, entre muchos otros. Adentro las cosas no fueron mejores. Incluso, por algún tiempo funcionó como inquilinato. Desde hace más de veinte años estaba a merced de nuestro clima tropical, como se ve en la foto de esta página.
Un reto particular de esta restauración fue que mientras que la fachada fue espléndida, a los interiores no se les dedicaron tantos recursos. Los directivos del Club Cartagena de entonces tuvieron que hacer maromas presupuestales para financiar su primera sede propia. Adentro, entonces, el énfasis se hizo en el atrio, con su magnífica escalera y la marquesina que lo bañaba de luz, y en el gran salón del segundo piso, para las celebraciones más solemnes. Lo demás tuvo unos terminados bastante normales.
Un segundo reto, conectado con el primero, fue conciliar la visión de Lelarge, que se destacaba por la riqueza de sus ornamentaciones, pero cuyo plan no se cumplió a cabalidad por las citadas limitaciones presupuestales.
El tercero fue intervenir de fondo la deteriorada estructura, en particular las partes en concreto, en las que el hierro interno se había oxidado y la mezcla que tenía arena de mar se había degradado. Un edificio carcomido de afuera hacia adentro.
El cuarto fue la adaptación del inmueble para su uso como un hotel contemporáneo, con el cumplimiento de los estándares máximos a todo nivel y la incorporación de nuevos equipos e instalaciones. Afortunadamente el uso como lobby del nuevo hotel es muy compatible con la vocación original del primer piso de recibir a los socios y sus invitados.
El quinto reto fue integrar todos los retos precedentes al tratamiento que el Club Cartagena merece en tanto que es un Bien Inmueble de Interés Cultural del Orden Nacional (BICN). Esto implica cumplir detallados protocolos y reglamentaciones, bajo el acompañamiento y la vigilancia de entidades como el Ministerio de Cultura y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena -IPCC-.
Han sido, hasta ahora, tres años de trabajos intensivos, del subsuelo a la cubierta, con la dedicación de un contingente de obreros, artesanos y especialistas. Aún falta el último trecho, pero ya se puede intuir lo que serán estos espacios devueltos a la vida.
Vista desde el segundo piso. Entre los balaustres se adivina la gran escalera. Arriba se ve el arco que marca el acceso a la terraza trasera.
Vista desde el segundo piso hacia la entrada del salón principal de grandes ventanales que dan hacia el Parque Centenario.
Remate de las columnas del segundo piso. Lelarge combinó un motivo clásico con la estrella y los aparentes remaches metálicos, símbolo de un mundo moderno.
Remate de la columna del primer piso, en su encuentro con las vigas transversales. Más sobrias que las del segundo piso.
Balaustrada del segundo piso, con balaustres nuevos hechos a partir de la reconstrucción de uno original bastante deteriorado.
Vista interior del atrio del primer piso, el espacio desde el que se distribuye la circulación al resto del edificio. Al fondo, la escalera.
Fotografía: Juan Fernando Castro. Photoholik Studio.
Imágenes del gran salón del segundo piso. Tiene una altura mayor que el resto de estancias. Era el sitio de las grandes celebraciones y el frecuente recibo de dignatarios. Será el llamado ballroom en el nuevo hotel, con una vocación similar a su época original.
Fotografía: Juan Fernando Castro. Photoholik Studio.