Foto: Fotografía: Jaime Espinosa

El Camellón, ese gran desconocido

(tercera parte)
LA HISTORIA

Al Camellón de los Mártires todos lo hemos atravesado muchas veces en la vida, pero de tanto estar ahí se nos ha vuelto paisaje: una tierra de todos y de nadie. La rica historia detrás de este espacio y su significación se están perdiendo en la memoria, no solo de los getsemananicenses, sino de la ciudad.

Con este tercer artículo cerramos esta historia del Camellón, que comenzó mucho antes de que el primer busto de un mártir fuera enclavado allí. Unos tres siglos antes, en el siglo XVI se levantó un puente sobre el caño San Anastasio, que abría paso de la ciudad amurallada hasta el naciente Convento de San Francisco y al matadero, en lo que entonces era en una isla casi despoblada. Los sucesivos rellenos sobre ese tenue franja de tierra que unía ambos lados al final constituyeron una explanada muy amplia. Sobre parte de ella existiría, tantos años después, el actual Camellón.

Pero para que el camellón naciera hizo falta el empuje de la generación Centenarista, del cubano Francisco Javier Balmaseda, entre otros factores, como contamos en la edición pasada. Al crearlo se combinó el propósito conmemorativo con el recreativo, pues Cartagena era una ciudad con pocos espacios públicos y en la explanada hacía una brisa que se agradecía mucho. Al caer la tarde, cuando el calor apretaba, la gente solía darse un paseo por allí.

Pero el camellón original no era ese espacio delimitado y formal que vemos ahora. La disposición de las bancas y los bustos era como la actual, pero dispuesta en medio de aquella explanada de tierra grande que iba hasta la calle de la Sierpe y hasta más o menos la entrada del Centro de Convenciones. Una especie de recta visual en medio de un peladero enorme. Así se ve en las pocas fotos que se mantienen de sus primeros tiempos.

Con el paso de las décadas ocurrieron de una manera sucesiva al menos cuatro fenómenos. Por una parte, la explanada se fragmentó para dar paso a espacios y límites formales que conocemos hoy: Parque Centenario, Patio de Banderas, Plazoleta de San Francisco, Muelle de los Pegasos y el propio Camellón. El segundo: se trazaron vías, con diversas modificaciones, hasta como las conocemos hoy. Tercero: surgió La Matuna y con eso cambió el uso del lugar. Ahora había una población flotante y el Camellón empezó a tener esa connotación de sitio de paso que se mantiene hoy.

El cuarto fenómeno: el camellón tuvo sucesivas transformaciones. Al principio pocas: durante primeras décadas se mantuvo con la misma estructura y pocos cambios. Por el lado que da a la torre del Reloj tuvo en una época una estructura circular para las retretas, que eran bandas de música que alegraban el atardecer y que algunos todavía recuerdan. En unas filmaciones de la visita del presidente Franklin Delano Roosevelt, en la década de los años 40 se le ve bastante despejado, como en sus orígenes, pero ya tenía un piso regular. En otra época tuvo unas materas grandes en el centro, en las que luego fueron plantadas palmeras. En otro momento donde estuvo la retreta se hizo una rotonda arbolada. En algún tiempo hubo materas al centro y otras a los lados, como una jardinera urbana, lejos del aire despejado del Camellón actual. Hasta donde sabemos no hay una memoria orgánica de cómo y cuando ocurrió cada transformación, sino que debe haber piezas sueltas en diversos archivos de la ciudad, lo que da pie al trabajo sostenido de un historiador o de un urbanista.

A mediados del siglo XX el camellón comunicaba al Centro de la ciudad con la zona de teatros, que eran el gran entretenimiento público antes de que la televisión se popularizara. También se mantenían aún como espacio de socialización y tertulia.

William Nassar, que pasó la primera parte de su vida como vecino del Parque de la Independencia recuerda aquellos tiempos. “Cuando comencé a tener uso de razón, el Camellón era el punto de la reunión, de la tertulia del grupo de uno y de todo mundo. En la noche la sociedad de Cartagena se congregaba en ese lugar a sentarse y conversar las cosas del día a día. Es decir, ese era el tertuliadero. Había bastantes bancas, pero también la gente pasaba a caminar. Ahí llegaban los cronistas deportivos, la sociedad y todo el mundo se sentaba. Después se fue perdiendo esa costumbre”. 

Un mercado voraz

En su momento el Mercado Público (1904) fue la obra civil más importante de la ciudad, donde para cualquiera era un gusto ir a comprar. Pero con el paso de las décadas se fue desbordando hasta dominar con su actividad casi todos los espacios cercanos. Además las rutas de transporte público pasaban por allí. William Nassar alcanzó a vivir algo de esa época, pero el desborde del Mercado Público hacia afuera del recinto, tal como hoy ocurre hoy con el mercado de Bazurto, llegó a un punto que casi absorbió al Camellón.

Gustavo Lemaitre, antiguo habitante de Getsemaní lo recuerda así: “Para mí el Camellón tuvo un mal vecino y fue el Mercado Público, porque ahí cerca estacionaban los buses, las carretas y nadie le prestaba atención. Cuando se fue el mercado público de esa zona muchos se dieron cuenta de que ahí había un camellón y cosas importantes como la Noli Me Tangere y el par de fuentes y los bustos de los mártires”. 


El gran desconocido

Y luego de la ida del mercado y de los teatros, al Camellón le ha llegado la época del turismo desbordado. Ahora de día es un sitio de paso y en las noches un punto de encuentro antes de ir a la activa vida de fiesta que ofrece el barrio. Se reúnen muchachos, sí, pero son encuentros dispersos, no el sitio para ir a tomar el fresco con los vecinos todos los días, como antaño.

La última intervención de fondo se hizo en 2007. El restaurador getsemanicense Salim Osta, al frente del grupo Conservar, realizó un mantenimiento profundo y con la técnica necesaria para renovar las fuentes, los pedestales y bustos de los mártires y las bancas de mármol. Al año siguiente la historiadora María Victoria García Azuero descubrió que era cierta la leyenda de que en 1911 se habían trastocado cuatro bustos de su pedestal. Todavía no se han regresado a su lugar correspondiente. Ese equívoco y la falta de su arreglo parece ser también una señal de la importancia que se le da al Camellón

"Ahora han ido cambiando los usos. Se ha vuelto más turístico. Se han ido sumando cosas, como las chivas rumberas”, describe la líder cívica Liliana Urrego. Ella, con un grupo de voluntarios están intentando recuperar la memoria y el significado del Camellón, pero es una labor incesante: lo adelantado en una jornada se borra muy pocos días después. Después de una día cívico de aseo, basta con una sola noche de fiesta para que lo que se limpió y adecentó vuelva a estar lleno de botellas vacías de licor, cajetillas de cigarrillos y la basura que queda después de una fiesta.

 “Igual que mucho de lo que sucede en la ciudad, el Camellón refleja una mala administración, el desorden, la apatía, la falta de apego y de identidad. Representa a la Independencia y a nuestros héroes, pero al mismo tiempo es un lugar descuidado y sin respeto por esa memoria. No es un lugar del que nos podamos sentir orgullosos porque ni siquiera lo conocemos”, argumenta Liliana, en un llamado de atención para reflexionar y revivir el profundo sentido ciudadano al que nos llama un espacio que debería ser sentido como tierra de todos. 

El Camellón de los Mártires y su entorno

1855
El Concejo de Cartagena declara como mártires a los nueve patriotas fusilados el 24 de febrero de 1816 en la reconquista española al mando de Pablo Morillo.

1870
Se establece en Cartagena el cubano Francisco Javier Balmaseda, quien impulsa la idea concreta de un camellón para honrar a los mártires.

1882
La Asamblea de Bolívar autoriza el contrato para realizar los bustos de los nueve mártires de 1816 y otro de Manuel Rodríguez Torices. También decidió que el paseo público, juntaba el Camellón y el actual Parque de la Independencia se llamaría Plaza de la Independencia.

1886
El presidente Rafael Nuñez inaugura el Camellón. Fue necesario autorizar un préstamo de mil pesos y una colecta entre familias notables, que reunió 427 pesos, para terminar e inaugurar las obras.

1894
Se terminan las obras del ferrocarril a Calamar, y que tenía estación donde hoy queda el Banco Popular, al lado del Camellón.

1904
Se abre el Mercado Público, cuya entrada principal abarcaba el actual Patio de Banderas del Centro de Convenciones y hacía parte de una explanada amplia.

1907
Se destina un tercio de la explanada para construir el Parque de la Independencia.

1911
Por la celebración del primer centenario de la independencia de Cartagena se construyen el Parque del Centenario y el Muelle de los Pegasos. También se hace una remodelación del Camellón de los Mártires y se emplaza la escultura Noli me tangere, donada por mujeres de la ciudad como aporte a la celebración.

1922
Ya se había levantado un kiosko próximo a la Torre del Reloj para escuchar las retretas.

1916-1924
Se demuele la muralla desde la Boca del Puente, hasta el actual puente de Chambacú. 

1925
Se inaugura el Club Cartagena, al frente del parque Centenario.

1950
Se cierra el ferrocarril Cartagena-Calamar, que pasaba por todo el frente de la Torre del Reloj.

1953
Se proyecta la urbanización de La Matuna. En los años siguientes se rellena definitivamente el caño de San Anastasio y se contruyen edificios como el del Banco Popular.

 1978
Se traslada el Mercado Público, de Getsemaní al actual Bazurto.

1982
Se inaugura el Centro de Convenciones, con el Patio de Banderas, que antes hacía un solo espacio con el Camellón.

1997
Desaparece una glorieta que quedaba frente a la Torre del Reloj.

2007
Se hace la última conservación y restauración de bustos, bancas, fuentes y la escultura, por parte del grupo Conservar.