El cine era como la vida

LA HISTORIA

Los viejos teatros fueron fundamentales en la vida social de Getsemaní entre la década del 30 y hasta el fin de siglo XX. Hubo un par de generaciones que desde la infancia iban al cine de manera casi cotidiana. De las películas se copiaban y adaptaban modas, músicas, se idolatraba artistas, se formaban nuevas mentalidades, se traían “aguajes” y expresiones.

Afuera del cine -muchas veces en la heladería El Polito, en la entrada del teatro  Cartagena- nacían romances y se hacían amigos pero también rivales. En Getsemaní quedaban los cines a los que tenían que venir los muchachos de los otros barrios. Y eso podía ser cosa brava, que algunas veces hasta terminaba en trompadas.
Así, se puede pensar en cómo evolucionó el cine y también el barrio: en cómo la vida del cine le hablaba e influenciaba a la vida del barrio. Las siguientes películas pretenden mostrar algo de esa evolución. 

“Había una amistad y pelea muy bonita con San Diego y Manga. San Diego podía cruzar por La Matuna y acercarse a los teatros por ahí pero no por dentro del barrio. Los de Manga necesariamente tenían que cruzar Getsemaní. Entonces los pelaos les decían -no nos enamoren a nuestras mujeres-. Se establecían unas reglas de juego, pero entonces ya éramos amigos de cine. Era una complicidad con sus límites. Si alguien se volaba una regla se daban puños”, nos contaba Nilda Meléndez, la reina vitalicia del Cabildo.

Como el barrio, los cines también vivieron la evolución en todos los sentidos: taquillas, alimentación, tecnología, así como en el concepto comercial asociado a ver películas.

Un par de ejemplos sobre la tecnología. Para el primero hay que recordar que antes los cines fueron al descubierto: era ver las estrellas de la pantalla y las del cielo al mismo tiempo. Pues cuando empezaron a incorporar aire acondicionado la gente estaba tan desacostumbrada que muchos no iban por temor a que el aire les contagiara enfermedades respiratorias. “El aire central representó una novedad para la ciudad, tanto así que los asistentes al salir del teatro, se tapaban la boca y nariz para no resfriarse”, cuenta Rafael Ballestas en su libro.  

El segundo ejemplo tecnológico. El Cinemascope fue un tipo de cine con pantalla bastante más ancha que alta, en un estilo muy panorámico. Filmar y proyectar con ese sistema era otra cosa. Fue el sistema que eligieron para el Rialto, que obligaba a hacer una inmensa pantalla curva, para lo que terminaron por tumbar buena parte de las anexidades del claustro de San Francisco, un edificio de la Colonia de valor patrimonial incalculable.

Lo que el viento se llevó (1939)
Aunque estrenada al final de los años treinta, décadas después la seguían proyectando en los antiguos teatros a cargo de Cine Colombia. Duraba casi cuatro horas con un intermedio de 15 minutos. Ajustados los costos de inflación ha sido la película más taquillera de la historia.

El ladrón de bicicletas (1948)
El poeta Pedro Blas Romero cuenta que el repartidor de las latas con las películas, (“¿Te acuerdas que antes venían así?”), se equivocó y alguna vez trajo al cine popular las que eran para el cine “elegante”. La película clásica de Vittorio de Sica le trajo resonancias de Getsemaní: era como verse reflejado en la pantalla, aunque aquello ocurriera en los barrios populares de Roma.

Los Diez Mandamientos (1956)
Fue una de las películas religiosas más taquilleras en los teatros de Getsemaní. Cuentan que el día de su estreno la gente no cabía en los asientos del cine. ¡Y eso que eran miles! Año tras año repetían esta proyección en Semana Santa.

Ben-Hur (1959)
Jaime Castro, de la calle de Guerrero recuerda haberla visto en el teatro Colón. Duraba más de tres horas. Con 11 premios Óscar ha sido una de las tres películas más premiadas de la historia y la segunda más taquillera después de ajustar la inflación.

La novicia rebelde (1965)
Una novicia abandona un convento austriaco para convertirse en la institutriz de los hijos de un oficial viudo. Beatriz Jiménez, de la calle de Guerrero cuenta que la vió en el teatro Colón. Otro de los taquillazos mundiales que tuvo su réplica en Getsemaní.

Su Excelencia - Cantinflas (1967)
Las películas mexicanas, en especial las protagonizadas por Cantinflas, representaron la esencia del cine popular en Getsemaní. Generalmente se proyectaban en el Padilla y en el Rialto. Varios de sus artistas se presentaron en Cartagena.

Los doce del patíbulo (1967)
Las películas de acción tuvieron su gran audiencia en los cines de Getsemaní. Esta es un ejemplo clásico. Doce presos de alto peligro son entrenados por un alto mando del ejército de Estados Unidos para incursionar en una fortaleza nazi.

Le seguían llamando Trinidad (1971)
Las muchas películas de Terence Hill y Bud Spencer marcaron toda una generación. Jorge Ruiz, vecino del barrio, la vio en el teatro Padilla. Esta junto con
Lo llamaban Trinidad, eran del tipo “spaghetti western”, películas de vaqueros filmadas en Italia o España con mucha acción y tipos rudos.

Terremoto (1974)
Cuentan que el día de su estreno era tan fuerte el sonido que las sillas se movían y los espectadores llegaron a atemorizarse por un rato. Para esta época empezaba el furor de las películas con grandes efectos especiales.

Tiburón (1975)
Cuando la estrenaron muchas personas dejaron de ir a la playa por un buen tiempo porque pensaban que se les iba aparecer un tiburón, según recuerdan ex trabajadores de Cine Colombia. Abrió la era de los taquillazos de verano (blockbusters) que todavía se mantiene.

Grease (1978)
Con una temática muy juvenil y conectada con sus tendencias fue pionera en este género de cine musical y de estilo. Estaba
ambientada en los años 50 y protagonizada por John Travolta (Fiebre de sábado por la noche) y Olivia Newton-John. En Cartagena, como en Colombia, causó furor.

Pesadilla sin fin (1984)
La estrenaron el 31 de octubre. Para la publicidad tenían un hombre perfectamente disfrazado de Freddy Krueger quien por ejemplo si una señora estaba peleando por alguna cosa en la fila se le arrimaba por detrás y le tocaba el hombro con una de sus afiladas garras ¡Qué cipote susto!

Nueve semanas y media (1986)
“Las películas Atracción fatal y Orquídea salvaje tuvieron escenas bastantes fuertes, lo mismo que Nueve semanas y media, que cuando se proyectó en el Bucanero duró más de un mes en cartelera”, nos contó Germán Villa Pereira, técnico de los antiguos teatros. También atraía a usuarios de otros cines con contenido explícito.

El Rey León (1994)
Marcó el inicio de la era de las películas animadas a las que asiste toda la familia, como sigue ocurriendo actualmente. Aunque fue una de las últimas grandes películas hecha por dibujantes a mano, combinó partes animadas digitalmente, anunciado lo que sería el futuro de este género.

Los puentes de Madison (1995)
Fue estrenada hace 24 años. Antiguos funcionarios de Cine Colombia recuerdan que fue una de las películas que tuvo más aceptación del público. El breve romance entre un fotógrafo (Clint Eastwood) y una ama de casa (Meryl Streep) cautivó a más de uno en los antiguos teatros.

Titanic (1997) 
Fue el último taquillazo de los viejos cines en Getsemaní. Funcionarios recuerdan que si para los asistentes era un gusto ver la película, para el proyeccionista era una tortura porque duraba más de tres horas, con un intermedio de 15 minutos.