El padre Campoy

EN MI BARRIO

Un párroco mítico en Getsemaní. Llegó un día de España y se convirtió en un infatigable motor espiritual y material. Sabemos mucho de su acción entre nosotros, pero muy poco de su antes y su después.

La razón es que Juan de Dios Campoy Pujante, nacido en Zaragoza, vino a una misión específica y cuando la cumplió, quince años después, regresó a su patria. Corrían los fines de los años 40. A la iglesia católica de América Latina le hacían falta sacerdotes. En España se creó entonces la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, para que sacerdotes del clero regular español vinieran como misioneros. 

En 1957 uno de esos sacerdotes fue nuestro padre Campoy. Uno entre miles de curas regados por toda América Latina. Un puñado de ellos terminó vinculándose a grupos guerrilleros, en los años 60 cuando la revolución armada sedujo a intelectuales y grupos sociales tras el triunfo de la revolución cubana (1959). Entre ellos, Domingo Laín y Manuel Pérez, que se fueron a las filas del ELN.

El padre Campoy, por el contrario, era de una línea mucho más tradicional. Durante sus primeros años dió misa de espaldas y en latín en el templo de La Trinidad. Le gustaba la pompa y la tradición en sus celebraciones. Acá lo sorprendió el Concilio Vaticano citado por Juan XXIII, en un intento de la iglesia para ponerse a tono con los tiempos. Campoy se demoró varios años en cambiar la impecable sotana blanca por las camisas de cuello clerical, cuando el concilio había dispuesto relajar un poco esa y otras normas del oficio sacerdotal. 

Conservador en la doctrina, sí, pero de avanzada en lo social, como veremos más adelante.

Llegó directamente a Getsemaní en 1957, como sucesor del padre Federico Alonso. Comenzó labores el 7 de mayo. O al menos de ese día son las primeras actas firmadas: una de bautismo a Santiago Palacios Muñoz y otra de matrimonio a Jesús María Montes con Isabel Paternina Montt.


Una sotana bien puesta

El padre Campoy llenó con creces la figura del párroco titular a la que Getsemaní no estaba muy acostumbrado, pues antes del padre Vergara estuvieron los hermanos Salvatorianos, de origen alemán, grato recuerdo y mucha acción, pero un poco difusa. En cambio, Campoy infundió un cariño y al mismo tiempo un respeto personal como no se conoció antes ni después, al menos hasta donde alcanza la memoria de los viejos feligreses.

Todos coinciden en que había pocas cosas que le irritaran más que el ruido de los juegos en la plaza de la Trinidad mientras celebraba la misa. La imágen que todos rememoran es verlo salir al atrio para regañar a quien fuera y explicarles a los muchachos que bien tenían todo el resto del día para jugar allí, pero que la misa era sagrada. Eso le ganó una fama de malhumorado y regañón, pero luego lo entendieron y hay quien recuerda -como Emil Marun- que en las horas de misa la plaza permanecía en silencio y no pocas veces, vacía.

Pero se hizo amigo de muchísimos feligreses y visitaba la comunidad como una tarea cotidiana. Las hermanas Shaikh recuerdan que entraba en todas las casas y conocía por su nombre a casi todos sus feligreses. Eso en un momento en que Getsemaní vivía su mayor densidad de población en toda su historia. 

Hubo un vecino que no era feligrés, pero con el que trabaron una gran amistad. Adbul Salam Shaikh, el famoso ‘Culi’, con quien sostenía largas conversaciones. Como él no era católico pero adoraba y quería casarse con su esposa, la getsemanicense Catalina Suárez, fue el padre Campoy quien inició el largo trámite para pedir la dispensa papal en Roma. Campoy los casó en la intimidad de su casa, en la calle de la Sierpe, cuando ambos ya eran mayores y su camada de nueve hijos e hijas ya estaba crecida. 

Jesús María Taborda aún tararea de memoria algunas melodías en latín que aprendió de niño cuando su tía lo llevaba a las misas del padre Campoy. Fue muy cercano a su familia. A su tía le regaló una escultura de la virgen que todavía se conserva en la familia. A un primo suyo lo sacó algún día de debajo de la cama y jalándole la oreja también lo sacó de la casa para que le acolitara una misa.

“Era un hombre serio, no amargado pero siempre serio. No  recuerdo haberle visto una sonrisa, pero era un hombre muy querido por la comunidad”, dice Jesús María, quien lo describe como un hombre de una gran presencia física; de ojos verdes y tez blanca que se enrojecía cotidianamente; acelerado e hiperactivo; fumador impenitente, quizás de los cigarrillos Pielroja. De muy niño lo recuerda siempre con su sotana blanca, pero los últimos años con su camisa clerical, un cambio que le llamó mucho la atención porque creía que Campoy nunca se la iba a quitar.


El colegio

La obra material por la que más se lo recuerda es el colegio de La Trinidad, que fundó ante la necesidad de una población que crecía y que no encontraba lugar en los otros colegios que había en el barrio.

La creación del colegio le costó un gran disgusto por donde menos se podría pensar. Monseñor Rubén Isaza Restrepo, su superior, quería alquilarle el espacio al colegio Soledad Acosta de Samper. Pero Campoy se paró en la raya y creo la primaria para niños y puso al frente a la muy recordada Cristobalina Pérez Guardo. 

Emil Marún, quien estudió allí, recuerda el comienzo de la jornada en el patio, con rezo del Ave María y Padre Nuestro. También de las misas dominicales, a las que iban los colegios del barrio. Jesús María recuerda que eran muy temprano, quizás a las seis de la mañana y se llamaba a lista. Por la hora, muchos niños iban sin desayunar y de vez en cuando a alguno le daba ‘la pálida’. Y al que no iba lo castigaban. Al propio Emil le tocó alguna arrodillada de una hora el lunes en el templo por haber faltado a la misa dominical. 

A esas misas había que ir con traje de gala. Y en Semana Santa los hombres que cargaban las imágenes en las procesiones debían vestir de saco y corbata. Así de formal era él.


Las obras

Si fundar el colegio fuera poco, su inmenso activismo social y su hiperactividad se unieron para apoyar al barrio en muy diversos frentes.

Con la Alianza del Progreso, el programa del presidente Kennedy para América Latina, consiguió recursos para apoyar a los estudiantes; con la organización católica Caritas, para los uniformes y zapatos; con gente pudiente de la ciudad y comerciantes del Mercado Público entregaba unos mercados muy bien provistos para una familia completa. De lo más recordado fue el consultorio atendido por el médico Henry Vergara Sabigni y luego por su hermano Guillermo Vergara. Este consultorio y la farmacia quedaban del lado de la calle de San Antonio, por donde hoy se entra al despacho parroquial.

Al padre Campoy se le debe la ornamentación de todas las imágenes del Taller de Olot que tiene la parroquia. Fundado en 1880, El Arte Cristiano es un taller que aún funciona. A excepción de la Virgen del Buen Viaje, el Calvario y el San José, que son más antiguos, casi todas las demás piezas escultóricas provienen de allí, según detalla Karim Abdul Vélez, conocedor de los temas de la parroquia. El palio bordado, antiguo y de los mejor conservados en Cartagena también lo trajo este sacerdote. 

Y todos coinciden en el recuerdo del pesebre gigantesco, con figuras de gran tamaño que armaba con Olga Hurtado Gaviria y Ana Victoría Puello, dos de las más fieles colaboradoras de la parroquia en las últimas décadas. Los villancicos que transmitía por en un altoparlante que hizo poner en el campanario se escuchaban hasta Pie de la Popa y Manga. Igual, la música sacra en Semana Santa.

El tiempo le alcanzó para organizar un censo del barrio que permitió saber quienes estaban estudiando o trabajando, los bautizados o los que aún no se habían casado. Y también para acoger a un núcleo familiar al que ayudó de manera muy particular: Yadira, getsemanicense muy humilde, a quien convirtió en su asistente; su sobrino, Humberto Cassiani (o Remberto, según otra fuente), fue ayudante y monaguillo; y a una familiar de ellos la ayudó para formarse como maestra. 

Organizaba juegos de bola de trapo entre los jóvenes del barrio. A los acólitos les daba un pequeña ayuda y “los domingos se les preparaba unos emparedados de carne de grandes proporciones que aguantaba todas las misas y actos religiosos que viniesen”. 



El retiro

Fueron quince años que quizás para él hayan pasado de manera vertiginosa. El plazo habitual para la misión era de cinco años y luego se redujo a tres. Se podían prorrogar, pero sí parece inusual que un sacerdote haya permanecido tanto tiempo asignado a una misma parroquia. 

El dato que la mayoría comparte es que se fue en 1972 a España, donde murió en 1983. Fue reemplazado por el padre Nicolás Vergara, a quien se le reconoce haber seguido la obra del colegio, al que le abrió la sección de bachillerato mixto. Aunque hay quienes dicen que sus restos están enterrados en La Trinidad, no es una versión unánime. Al menos, no hay alguna lápida o placa que lo indique, ni alguien que señale el lugar exacto. 

Sin embargo, Rijiam Shaikh tiene el recuerdo intacto de haberlo visto sorpresivamente en la Clínica de la Madre Bernarda, hacia el año 81, donde había ido por el nacimiento de un sobrino. Lo vió en silla de ruedas, ya avejentado. El la reconoció, aunque era una niña en el 72 y para 1981 ya era una muchacha grande. –¿Tú eres la brujita?–, le preguntó, usando el sobrenombre que él le había puesto en medio de su familiaridad con la familia. Nadie más le decía así a ella.



Agradecimientos a quienes colaboraron con información y memoria: Emil Marún, Karim Abdul Vélez, Jesús María Taborda, Gustavo de la Hoz y las hermanas Shaikh, de la calle de la Sierpe.

En la imágen se pueden ver fragmentos de la primera y última acta parroquial firmadas por el padre Campoy, recolectadas por Karim Abdul Vélez. Una de las imágenes del padre y la de la escuela fue recolectada por Emil Marún.  La otra fue conseguida por gestión de Rijiam Shaikh con la señora Elvia Díaz, de la calle de la Magdalena..

El libro Getsemaní, oralidad en atrios y pretiles, de Jorge Valdelamar y Juan Gutiérrez Magallanes, tiene una semblanza del padre Campoy que fue muy útil para este artículo. 

El taller de Olot, Cataluña, de donde el padre Campoy trajo muchas imágenes sacras, sigue en pie tras 140 años de labores: https://www.elartecristiano.com/