Nuestro barrio fue desde la Independencia y hasta bien entrado el siglo XX un hervidero de ideas y participación política que se irradiaba por toda la ciudad. Obreros, artesanos, impresores, editores, pedagogos, médicos y abogados luchaban por integrarse a una ciudad y una nación que tendía a dejarlos de lado. Una historia por escribir.
De hecho se puede trazar una línea de continuidad que va desde Pedro Romero y sus colegas artesanos en el siglo XIX hasta figuras de brillo internacional como Jorge Artel, Manuel Zapata Olivella y otros después de ellos hasta la mitad del siglo pasado. Todos, de una u otra manera agitando argumentos para lograr la representación social. Visto a la distancia, sus luchas intelectuales fueron muy fructíferas.
Y no se trata de una visión sesgada por ser Getsemaní el barrio al cuya memoria viva e histórica se dedica esta revista. El profesor de la Universidad de Cartagena y doctor en historia Francisco Flórez Bolívar no tiene dudas al respecto, según nos ha descrito en una amplia entrevista con El Getsemanicense:
“No hemos sido capaces de posicionar a Cartagena como epicentro de un circuito intelectual que se alimenta no solo de habitantes de Cartagena, sino de los que llegan del interior de la provincia o del departamento; de la Guajira como los Robles; de los que llegan del Magdalena e incluso del Chocó que tenían conexiones con Cartagena. En ese lugar de Cartagena como epicentro intelectual, Getsemaní en la segunda mitad del siglo XIX, sigue ocupando un rol central; cuando nosotros revisamos cuáles son algunas de las voces que están en espacios como el derecho y la medicina, están mucho de los intelectuales que se están formando aquí en Getsemaní desde espacios formales como no formales”.
El relato dominante sobre una Cartagena postrada tras la Independencia y durante casi todo el siglo XIX tiene muchos argumentos y análisis a su favor, pero se queda corto o desconoce que aquí también hubo mucho debate intelectual, social y político. No en vano Cartagena era la capital de un territorio del tamaño de Costa Rica y en particular Getsemaní era la primera opción para muchísimos foráneos: un barrio de brazos abiertos, con el puerto a sus orillas, la llegada por tierra por la Media Luna, pequeñas industrias y el hogar de familiares o conocidos donde tocar las puertas recién llegados a la ciudad.
“En ese sentido uno puede establecer una continuidad del Getsemaní que es cuna del nacimiento del discurso moderno en el siglo XIX, cuando se está consolidando la república; a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX que incluso se ve aún más marcado en la primera mitad del siglo XX. Cuando analizamos las discusiones que se están dando en el marco del primer centenario de la Independencia de Cartagena hay un grupo más visible están reclamando ciudadanía, que se cumpla la idea de república que siempre ha sido aplazada y que cree que hay que organizarse, opinar, cuestionar las barreras raciales; muchas esas personas eran nativos o vivían en Getsemaní”.
Esa historia está por escribirse tanto en la academia como en los medios divulgativos, como el nuestro. Nos ocupará al menos dos artículos trazar ese hilo del poder intelectual de Getsemaní y su aporte a la ciudad. El profesor Flórez es el mejor guía para andar este camino, en el que citaremos otras fuentes específicas en cada momento.
La figura de los lanceros es mucho más compleja que la de unos simples artesanos que un día decidieron levantarse en rebeldía con las herramientas que tenían en la mano. Ellos representan el ascenso ‘pardo’ que hacía mucho tiempo venía gestándose: la mezcla ‘racial’1 ya llevaba dos siglos y los nacidos aquí, del tono de piel que tuvieran, reclamaban más responsabilidades y espacios en la sociedad.
Esa lucha social estaba integrada a la lucha de ideas: la revolución francesa y la estadounidense vinieron acompañadas de filosofías y nuevas ideas en economía, sociedad y estado. Y esas ideas no se quedaban en los círculos ilustrados de la ciudad fundacional sino que, por supuesto, también circulaban y se discutían en su arrabal.
Pedro Romero es un ejemplo de todo esto. Era mucho más que un artesano: era un gran contratista del cabildo, que tenía taller y casa en la calle Larga, locales (revendones, según el término de entonces) en lo que hoy es el camellón de los Mártires e incluso esclavos. Se tiene documentado que tenía bajo su cargo al menos a 38 artesanos, cuando un taller promedio solía tener apenas dos o tres.
Era tal su nivel económico y respeto social que le escribió una carta al mismísimo rey para pedir dispensa de que su hijo pudiera estudiar leyes en la Universidad del Rosario en Bogotá, lo que le fue concedido. Esa es una señal inequívoca de cómo había una mentalidad de ascenso social y de estudio no solo de la familia de Pedro Romero sino de otros getsemanicenses que participaron en las luchas independentistas. Tras el nacimiento de la república sus hijos harían parte de esa Cartagena que tuvo que reinventarse sobre la marcha e incidirían en sus cambios de mentalidad. Las luchas de los ‘pardos’ apenas habían comenzado.
Continuará en la edición 43
Nombres esenciales para trazar una historia intelectual y de pensamiento social y político de Getsemaní. En este primer rastreo son casi todos hombres -un dato llamativo y por profundizar-. No son todos, pero sin duda, deberían estar a falta de otros que aparezcan en las pesquisas académicas y quizás como respuesta a este primer artículo. Desarrollaremos sus historias y contextos en las siguientes ediciones.
1 Las ‘razas’ humanas no existen. El término se utiliza aquí porque era parte de la mentalidad de la época y sin ese concepto no se entenderían las luchas intelectuales que se dieron desde Getsemaní ni, por supuesto, muchas tensiones sociales y políticas.