El pozo de la salsa

EL LUGAR

La Nena Morán y su hermano Gustavito le dieron bastantes vueltas al asunto: ¿que negocio poner en el local de la casa que recién había quedado vacío? Su hermana había sostenido una papelería por varios años ahí. También había funcionado allí una reparadora de radio y televisión, el negocio familiar de los cepillos y aseo ¿Qué sería lo más apropiado?

Buscaron franquicias: una de jugos, una de sandwiches, otras de envíos y así. Todas tenían más contras que beneficios. Sabían que mucho extranjero pasaba por el frente de su casa, casi en la propia plaza del Pozo. ¿Qué podría ser interesante? La solución final fue algo que le gustaba a locales y extranjeros: un sitio donde tomarse una cerveza o un trago a precios accesibles y con muy buena música del caribe, principalmente salsa.

Uno puede durar horas allí sentado solo o acompañado, escuchando al Gran Combo, Andy Montañez, Maelo Ruiz o quizás algo más viejo, pero siempre temas que se reconocen, se tararean y se acompañan con los dedos en la mesa. La música es de una lista muy bien seleccionada. ¿Su mayor virtud?: en medio de muchas opciones sofisticadas y bastante más costosas, este es un sitio con sabor de barrio, buena música, buenos precios, y atención de persona a persona.

¿Y si hay hambre? Los locales de alrededor de la plaza del Pozo tienen muy buena relación entre ellos, así que si estás cómo donde la Nena ella misma te gestiona para que traigan la carta de Basílica o de Bonche. Igual con ellos si necesitan algo de la Nena. En la plaza hay espacio para todos.

El local lleva año y medio. Al principio costó comenzar, como en todos los negocios: permisos, trámites, cumplimiento de las normas, principalmente las de espacio público, pero con el tiempo se fue estabilizando. Ahora abre de miércoles a lunes. El martes es el día de descanso.

Lo atienden principalmente Gladys “la Nena” Morán y su hijo Frank Steven, de veinte años, quien de día estudia Administración de Empresas en la Universidad de Cartagena. Allá también estudió Gustavo, el hermano de Gladys. Se graduó en Química Farmaceútica y ahora ejerce en Bogotá, pero siempre muy pendiente del negocio.

A Gladys no le cuesta tanto como pudiera ser eso de atender al negocio, que abre al caer la tarde y funciona hasta la medianoche, si hay público. Aunque de día trabaja en la parte comercial de la Funeraria Lorduy, su labor en la noche le gusta, es otra forma de relajarse, de conversar con los clientes y los vecinos que pasan.

El local ocupa un pedazo del frente de la casa, que la familia compró en los años sesenta. La que cuenta la historia con detalles, desparpajo y mucha vitalidad es doña Gladys Cortina de Morán, la matriarca de la casa, llegada al barrio directo desde San Jacinto, hace más de sesenta años.

Ambas sacan pronto el recuerdo de su padre y esposo, respectivamente: don Julio Morán Valencia, el patriarca de la familia, fallecido en 2001. El hombre era nacido en Ciénaga, pero su familia tenía en Barranquilla una fábrica de escobas y cepillos. A Cartagena llegó buscando ampliar ese negocio, pero también para estudiar medicina en la Universidad de Cartagena. Había sido militar por cinco años de los cuáles la anécdota más celebrada fue cuando terminó de alcalde encargado de Villavicencio porque el titular andaba refundido en alguna parte.

Don Julio, cuentan las dos Gladys, tenía un carácter recio, era un señor respetuoso y al que también respetaban mucho en el barrio. Hizo carrera política con la Anapo, en los años setenta y llegó a ser concejal de Cartagena y Representante a la Cámara.

Al final lo de los cepillos fue el negocio que marcó el destino de esa casa y de la familia. Pero la historia completa de esta saga getsemanicense, que ocupa tres generaciones, la desarrollaremos en otro artículo, de la voz de doña Gladys, que te cuenta historias hasta que amanece.

Baste decir que la familia ha vivido las duras y las maduras en el barrio, al que se ha mantenido fiel a pesar de que hubo malos tiempos; aquellos en que la gente de afuera prefería no entrar. Ahora gozan de una época en la que Getsemaní se puso de moda y, por el contrario, ahora todos quieren estar acá.

En medio de todo la Nena y su familia encontraron una manera de aportar con un pequeño negocio de getsemanicenses, con sabor propio y una propuesta relajada, como si fuera posible devolver el tiempo.


Donde Gustavito y la Nena

Plaza del Pozo. Getsemaní

Cerveza nacional a 3.000 pesos.

Todos los días, excepto martes, desde el atardecer.

300 812 85 30