Jabonería Lemaitre, la fábrica en el barrio

LA HISTORIA

 Por casi medio siglo XX la Jabonería Lemaitre hizo parte central del paisaje de Getsemaní. Donde funcionó ahora queda un parqueadero y sus paredes se han convertido en el muro preferido para el graffiti y el arte urbano. Aunque nació en el Centro, en 1914, unos años después se pasó a la calle de la Sierpe, donde funcionó hasta los años 60.

 Fue la iniciativa de dos primos descendientes de inmigrantes franceses: Daniel Lemaître Tono y Henrique Lecompte Lemaître. Con el tiempo el éxito fue nacional. Sus jabones y productos fueron tan famosos que cuando su nieto, Rafael Tono Lemaitre, se iba de vacaciones por algún pueblo de Colombia, era común que encontrara alguna distribuidora y allí tanto los productos como la foto de su abuelo.

“Mi abuelo era el creador de las esencias, el creativo. Nos han reconocido por nuestro olfato, el olfato de los Lemaitre. Me incluyo ahí. Resulta que mi nieto también salió con ese olfato. Tiene nueve años y huele todo, no se le escapa nada. Por otro lado, su primo era quien se encargaba de las finanzas y la parte administrativa”,  relata don Rafael, nieto mayor de la única hija de Daniel Lemaitre.

Años más tarde los primos se separaron. Daniel se hizo cargo de la jabonería, en tanto que Henrique asumió la perfumería, ambas con el nombre que ya estaba consolidado.

“Para expandir la fábrica, mi abuelo le compró a Antonio Araújo las instalaciones de otra fábrica de jabones que funcionaba con pailas calientes en la calle de la Sierpe. Con el tiempo creció y compró el terreno de enfrente, en lo que hoy es un parqueadero que tiene salida por la calle Larga y por la Sierpe. Ahí funcionó la fábrica de glicerina, pero inicialmente ese patio sirvió como bodega de los cocos que traían de San Andrés. El puentecito que atraviesa la calle era de paso para transportarlos, luego por ahí se pasaban los insumos. No era para la gente”.

En 1924 la fábrica se incendió. “Quedó reducida a cenizas. Las pailas eran calentadas con fuego de leña, el aceite para  fabricar el jabón se derramó sobre el fuego y empezó el desastre”. Pero no se habían apagado las llamas cuando ya tenía la fórmula para revivir su negocio: “-A mí no se me quemaron ni la clientela ni las ideas- le dijo a un amigo que se lamentó de lo que le había pasado”.

“Prácticamente todos los empleados eran de Getsemaní. Lo querían muchísimo. Lo que pasa es que esas generaciones ya murieron y los hijos saben quién fue Daniel Lemaitre, pero los recuerdos se van perdiendo”.

Cuando encendían las chimeneas el humo no alcanzaba a salir por completo al aire libre y parte de él se quedaba por la calle San Juan y aledañas. En la fábrica avisaban para que en las casas cercanas alcanzaran a entrar la ropa colgada. “Después de eso pegaba un olor bien agradable ¡ qué sabroso olía!” dice Augusto de las Aguas, que vivió esa época.

“De niño trabajé ahí. Un montón de mujeres del barrio empacaban los jabones. Era impresionante la rapidez que tenían. Iban sacando jabón como unas máquinas. Me parece estarlas viendo ahora, todas en fila. Iban recibiendo los jabones: la primera le ponía un papelito de manteca y la siguiente le ponía el empaque original, la otra la goma y salía. Para empacar un jabón se necesitaban tres mujeres. Hasta por allá en los años 60 trajeron la primera máquina empacadora, pero él no reemplazó esos empleados sino que los pasó a otro sitio”.

Los productos

“Por el puerto llegaban todas esas embarcaciones cargadas de cocos y regresaban con aceite, arroz y productos de primera necesidad. Del coco sacaban un aceite que se llama copra, con la que fabricaban un jabón de color blanco. Luego tuvo muchos otros: el Mano Blanca; el Frégoli que era para fregar las ollas y quitarles el pegao de la manteca; el Jabón de Bola -‘la bola no se acaba’-, especial para lavar la ropa en los arroyos de Turbaco. La cosa fue progresando y después incursionó en jabones de tocador y perfumes más finos, como el Sanit-K que tenía un olor muy sabroso”.

En 1927 crearon el famosísimo Menticol, comprado luego por otra empresa, que lo produce y comercializa actualmente. Y hay que sumar luego el  limpiapisos TAN, los talcos y desodorantes para el cuerpo Secco, entre otros. Y más adelante, en los años 80, el de Jabón de Azufre y el Jabón de Glicerina.

Pepa Simanca, viajera del mundo

“En 1922 creó la propaganda ‘Pepa Simanca’. Era una vendedora que viajaba por todo el mundo relacionándose con gente del común, emperadores, sultanes y reyes. Siempre llevando un cargamento de jabón Mano Blanca, su producto estrella. Sus cables o radiogramas aparecían en la prensa local enviados a Cartagena por Pepa desde la ciudad en donde se encontrara, a Daniel Lemaitre”.

Lisboa, octubre 15 de 1923

En esta capital me han hecho tal recepción

Que la venta del jabón es cosa fenomenal.

¡MANO BLANCA! ¡MANO BLANCA!

Grita la gente en la puerta…

Le digo ya que estoy muerta.               


Su atenta, Pepa Simanca

Fuente de mapa: Augusto de Las Aguas Iriarte, vecino de la Calle San Juan, aledaña a la antigua jabonería.