Por años tuvo una de las mejores vistas de Cartagena. Al despertar, apenas tenía que levantar un poco la cabeza, sin salir de la cama, y podía ver en la mismísima Torre del Reloj qué horas eran. No necesitaba un despertador. El cuarto estaba desvencijado y las goteras se destapaban inesperadas con cualquier aguacero. Pero era lindo vivir ahí. Un paraíso frágil tres pisos arriba de Quiebracanto, con el Camellón de los Mártires al frente, la magnífica cúpula de San Pedro y las calles de Getsemaní a unos tramos de escalera.
Jhon Narváez vivió allí por nueve años en dos temporadas, pero su relación vital con Getsemaní ha sido de mucho más tiempo y mucho más profunda. Las huellas que su gestión cultural y social ha dejado, quizás pasan desapercibidas para la mayoría. Pero ahí están: plasmadas en las calles y en ciertos recuerdos e ideas que siguen circulando, que hacen parte de la tradición crítica del barrio y orgullosa de sus raíces y de su recorrido histórico.
El cine de las mil personas
“Antes de todo estaban los cines. De niño vi mis primeras películas allí. Por ejemplo, aquel Batman con Jack Nicholson haciendo de Guasón. Años después, vi muchísimas películas más porque existían los martes de cine y las filas eran interminables. El teatro Cartagena era tan grande que le cabían, no sé, como mil personas. El Calamarí era más pequeño, más íntimo. Era en el que pasaban las pelìculas independientes. En esas salas empecé a interesarme más por el cine, que se convirtió en esa vocación mía, tanto que terminé estudiándolo y luego actuando frente a las cámaras”.
Quiebracanto, llueve que llueve
“Cuando estudiaba Literatura en la Universidad de Cartagena por allá en 1995 nuestro sitio de rumba los viernes y algunos sábados era Quiebracanto. Era el lugar obligado para bailar salsa de toda la facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Con total certeza, al menos de mi grupo de amigos. De pronto me tomaba una cerveza con el patrocinio de mis papás, pero no era muy tomador. Era perfecto para venir a bailar”.
“Alguna vez nos cogió la luz del día porque llovía tanto que no había manera de salir; afuera llovía y dentro bailábamos. Pusieron esa canción que dice "que llueve y yo sigo cantando" y nosotros vimos cómo amanecía, llovía, se llenaba el agua desde el balcón. ¿Te acuerdas que en los años 90 o sea, hace mucho tiempo, había unos muchachos que vendían café y pan con mantequilla y queso? Pues uno de esos logró llegar en medio del aguacero y ese día desayunamos ahí, arriba en el bar, ya con la luz del sol”.
“Años después —te estoy hablando de bastante luego— en el cine club del tercer piso los de Quiebracanto abrieron un espacio y nosotros inventamos la Noche Corta. Por supuesto, cortometrajes, a veces con los mismos realizadores o simplemente un ciclo especial dedicado a un tema”.
El edificio Puerta del Sol
“Y al fin terminé viviendo en el quinto piso del Quiebracanto. En dos épocas: antes y después de lo de maestría en Cuba y un tiempo que viví en Brasil y en Perú. Cuando vuelvo de todo eso encontramos aquí (Jhon señala la pared entre La Caponera y la puerta de ingreso a Quiebracanto) un avisito de madera que decía que se alquilaba el quinto piso, y volvimos a vivir ahí hasta el 2016.
“Yo veía la hora en el reloj público en la mañana desde mi cama. Esa es la mejor vista de toda la ciudad. Tú estabas ahí y al frente está el Centro, el Camellón de los Mártires y el muelle. Tienes todo Getsemaní al pie y el Centro es tu vista principal. Pero como vivíamos en el último piso cuando llovía, padecíamos de todas las goteras”.
Plaza de la Trinidad: un Cine Club al aire libre
“Yo volví en diciembre del 2008, y visitaba mucho la Plaza de la Trinidad, que estaba resurgiendo como un lugar clave. Me encontré con Carmelo Hernández, el presidente de la Junta de Acción Comunal y yo le decía que aquí estaba todo por hacer. Ahí él salió con el cuento de que siempre había querido proyectar películas en la Plaza de la Trinidad”.
“¿Y por qué no lo has hecho?”, le pregunté. Al final resultó que lo tenía todo a la mano para intentarlo pero faltaba un poco de gestión. Ahí entre yo, que venía de estudiar una maestría en cine en la Escuela de San Antonio de los Baños, la que Gabo ayudó a fundar cerca de La Habana”.
“Necesitábamos un proyector y la Casa Colombo Alemana lo prestaba; ¿el sonido? la Alianza Colombo Francesa tenía; ¿y unas sillas? la iglesia ayudaba... realmente teníamos todo pero faltaba determinación y eso fue lo que traje”.
“El cine club se llamaba Michael Jackson, porque él se acababa de morir. Poníamos videos suyos, venían todos los niños del barrio porque se enteraron que él existía el día que murió. Llegaban las abuelas y los policías que estaban aquí en la calle San Antonio y esto se llenaba. Primero poníamos un vídeo para llamar la atención y luego una película de interés familiar. Aquello duró más o menos un año”.
Pedro Romero y la Calle de la Sierpe
“Yo andaba en Bogotá, en el Museo Nacional en una exposición de héroes de la Independencia: el famoso cuadro de Bolívar, los españoles, los criollos, etc”.
“En un rincón encuentro un marco vacío con un nombre escrito: Pedro Romero. Para mí eso fue un shock porque por el trabajo de Alfonso Múnera y todos los historiadores revisionistas yo sabía que Pedro Romero había desempeñado un rol fundamental para la Independencia; ahí estaban la avenida Pedro Romero y el Plan de Emergencia Pedro Romero. La ciudad había empezado a vislumbrar y a reconocer su papel en la Independencia y todos los acontecimientos alrededor del 11 de noviembre. ¡Pero no tenía un retrato!”.
“Cuando veo ese marco vacío le pregunto a la chica del museo y me dijo: —nos cansamos de buscar una imagen para Pedro Romero y nadie de esa época lo pintó— me respondió ella. Yo me pregunté: ¿Pero cómo así? Si todos esos personajes que están ahí son contemporáneos a Pedro Romero. No es que él haya vivido antes”.
“Era absurdo que no tuviera retrato, si esto era en la época de Bolívar, de Santander y a la gente la dibujaban sobre todo si había hecho algo importante. Aquello me conmocionó porque era la evidencia definitiva de la crisis de representación tan bárbara que vivimos los cartageneros: esto de que a nosotros nadie nos representa ni a nivel de imagen, ni a nivel político, es lo más grave. Eso fue lo que sentí de manera tan contundente cuando vi el marco vacío.
“Regresé de Bogotá todo loco con esta idea y al mismo tiempo llegaron de Europa unos amigos: Rodrigo Mendoza, Eliana Sobrino y Antonio Palacio ‘el Cosmonauta’. Acordamos convidar a artistas plásticos, grafiteros que se atrevieran a pintar a Pedro Romero como quisieran y llegó mucha gente a pintar su Pedro Romero, el que les naciera”.
“Esto era un ejercicio de justicia simbólica pacífica. La actividad se llamó Pedro Romero Vive Aquí y ahí empezó el movimiento. Primero fue en la Sierpe, luego lo hicimos en toda la ciudad y se llamó Ocupación Pacífica, que consistía en sacar el arte a la calle y al espacio público”.
Todo esto estaba lleno. (mientras cuenta todo esto, Jhon va mostrando los vestigios de aquella intervención colectiva, señalando en las paredes de La Sierpe y recordando los nombres de los creadores de cada una: Carlos Agamez, Marcel Reyes o Rafael Dussan, entre muchos otros). Si el artista veía una puerta o ventana sellada, ahí pintaba. Lo hicimos dos años, en 2010 y 2011. Un día, tiempo después me llamaron y me dijeron: oye están pintando acá encima tienes que venir y yo les decía: no, compadre, el arte callejero es así en todo el mundo. Lo segundo es que yo no tendría por qué venir a defender lo que es de todos, porque a partir de lo que se hizo eso se convirtió en algo patrimonial.
“Aquí en La Sierpe esto era casi un basurero. Cuando la acción de Pedro Romero vino aquí, empezó a cambiar la cara de la calle. Era el tiempo en que a Getsemaní no había llegado tan contundente lo de la gentrificación. Tú sabes que aquí ese proceso se ha dado más rápido que en otras ciudades: en quince o veinte años hemos vivido lo que en Barcelona tomó cincuenta. Así y todo, el tema encontró bastante resistencia en el barrio. Entonces dijimos vamos a pintar la calle pero quiero que recuerden cómo era esto antes”.
" Justamente en eso tiene de crucial Getsemaní; ser tan popular cerca del Centro que es la postal de Colombia, con sus callejuelas, farolitos y la carroza de caballos, pero al mismo tiempo tan elitista… y a una cuadra está Getsemaní resistiendo en lo popular, ese símbolo del resto de la ciudad más allá de las murallas."
La ruta de la independencia
“Carmelo Hernández me contó que eso era algo teatral, alguien se disfrazaba de Pedro Romero y todo era muy simple. Nosotros buscamos a un voluntario que lo representara”.
“Ese personaje salía de la Plaza del Pozo y llamaba en cada puerta para que lo acompañaran a reclamar la Independencia, aquí era un punto principal. Después la Sierpe, que en teoría llega hasta el edificio Puerta del Sol, luego atravesamos el Camellón de los Mártires, la Plaza de la Paz y entramos al Centro Histórico hasta la Plaza de la Proclamación”.
“Se hizo un par de veces. Después de que dejé de empujar el tema no se hizo más. El primer Pedro Romero fue un getsemanicense del Callejón Ancho que ahora vive en Chile. Luego queríamos que fuera su papá pero el día de la salida se escondió, le dio pánico”.
Champetú en Getsemaní
“En diciembre de 2015 nació la fiesta Champetú. La hicimos por primera vez en la calle Segunda de Badillo en una azotea. La propusimos como un espacio de baile y resistencia en el Centro Histórico. Lo que empezamos a hacer con esa fiesta fue darle un espacio al local para que bailara champeta y, en segundo lugar, al turista. La tercera vez la realicé aquí, en el bar Los Carpinteros. La gente dijo: —¡Uy, aquí es!—. Como es una fiesta itinerante estuvimos aquí cuatro veces, tiempo después volvimos, pero ya se nos quedaba pequeña para Champetú. También, varias veces en el hostal de la Media Luna, entre ellas una de disfraces fantástica”.
La ciudad más popular del Caribe
“Cartagena es la ciudad más popular del Caribe”, eso dijo una profesora. Tú mencionas eso y creen que estás hablando de lo popular en el sentido de conocida. En el mundo hay gente que no sabe que Colombia existe, pero sí han escuchado sobre Cartagena. Yo no me refiero a eso”.
“Ella lo decía en el sentido de lo popular como lo que es del pueblo. No sé si con orgullo, pero somos auténticamente populares: andamos en chanclas, gritamos en la calle, sacamos el equipo de sonido, bailamos en la puerta, somos muy populares, nos gusta el mercado de Bazurto”.
“Todavía está la carreta, le tiras la chancleta al pelao cuando se porta mal. Somos muy auténticamente populares. Justamente en eso tiene de crucial Getsemaní; ser tan popular cerca del Centro que es la postal de Colombia, con sus callejuelas, farolitos y la carroza de caballos, pero al mismo tiempo tan elitista… y a una cuadra está Getsemaní resistiendo en lo popular, ese símbolo del resto de la ciudad más allá de las murallas”.
La ruta de la independencia
“Carmelo Hernández me contó que eso era algo teatral, alguien se disfrazaba de Pedro Romero y todo era muy simple. Nosotros buscamos a un voluntario que lo representara”.
“Ese personaje salía de la Plaza del Pozo y llamaba en cada puerta para que lo acompañaran a reclamar la Independencia, aquí era un punto principal. Después la Sierpe, que en teoría llega hasta el edificio Puerta del Sol, luego atravesamos el Camellón de los Mártires, la Plaza de la Paz y entramos al Centro Histórico hasta la Plaza de la Proclamación”.
“Se hizo un par de veces. Después de que dejé de empujar el tema no se hizo más. El primer Pedro Romero fue un getsemanicense del Callejón Ancho que ahora vive en Chile. Luego queríamos que fuera su papá pero el día de la salida se escondió, le dio pánico”.
Champetú en Getsemaní
“En diciembre de 2015 nació la fiesta Champetú. La hicimos por primera vez en la calle Segunda de Badillo en una azotea. La propusimos como un espacio de baile y resistencia en el Centro Histórico. Lo que empezamos a hacer con esa fiesta fue darle un espacio al local para que bailara champeta y, en segundo lugar, al turista. La tercera vez la realicé aquí, en el bar Los Carpinteros. La gente dijo: —¡Uy, aquí es!—. Como es una fiesta itinerante estuvimos aquí cuatro veces, tiempo después volvimos, pero ya se nos quedaba pequeña para Champetú. También, varias veces en el hostal de la Media Luna, entre ellas una de disfraces fantástica”.
La ciudad más popular del Caribe
“Cartagena es la ciudad más popular del Caribe”, eso dijo una profesora. Tú mencionas eso y creen que estás hablando de lo popular en el sentido de conocida. En el mundo hay gente que no sabe que Colombia existe, pero sí han escuchado sobre Cartagena. Yo no me refiero a eso”.
“Ella lo decía en el sentido de lo popular como lo que es del pueblo. No sé si con orgullo, pero somos auténticamente populares: andamos en chanclas, gritamos en la calle, sacamos el equipo de sonido, bailamos en la puerta, somos muy populares, nos gusta el mercado de Bazurto”.
“Todavía está la carreta, le tiras la chancleta al pelao cuando se porta mal. Somos muy auténticamente populares. Justamente en eso tiene de crucial Getsemaní; ser tan popular cerca del Centro que es la postal de Colombia, con sus callejuelas, farolitos y la carroza de caballos, pero al mismo tiempo tan elitista… y a una cuadra está Getsemaní resistiendo en lo popular, ese símbolo del resto de la ciudad más allá de las murallas”.
Cannes, Óscar, Pájaros, Emilia
En Pájaros de Verano, Jhon encarnó a Moisés, el mejor amigo de Rapayet, el protagonista masculino. La película está ambientada en la Guajira de los años sesenta a los ochenta. Narra la bonanza marimbera desde la perspectiva de una familia wayúu. Abrió la edición No. 50 de la Quincena de Directores en el Festival de Cannes de 2018 y representará a Colombia en la 91° edición de los Premios Óscar en la categoría Mejor película de habla no inglesa.
Unos meses antes había sido parte del gran éxito de TeleCaribe en 2017: Déjala morir, la novela sobre la Niña Emilia, la popular cantante de bullerengue. Allí hizo el papel de Nadín, uno de los hijos de la protagonista.
El Himno, Capitán Cartagena
Como realizador, Jhon estuvo detrás del video del himno de Cartagena que en su momento le encargó la Alcaldía al proyecto Pedro Romero Vive Aquí. Obviamente no íbamos a hacer lo mismo de siempre de coches de caballos, balcones de flores y las calles más bonitas del Centro. Hicimos algo muy popular, de caras cartageneras de los barrios. Los dos niños protagonistas son getsemanicenses. ¿De dónde más iban a ser?, dice Jhon.
Su trabajo como gestor y activista social ha tenido otros desarrollos. Quizás el más singular sea El Capitán Cartagena, que nació en Getsemaní pero le habla a toda la ciudad.
“La primera vez que me coloqué la bolsa de basura, el antifaz y las botas fue para una fiesta de disfraces en el hostal Media Luna, el 31 de octubre del 2011 o 2012. Al otro día discutían en el Concejo (en la calle del Arsenal) sobre el presupuesto de cultura, que en la práctica es casi inexistente. De ahí me sacaron porque no estaba vestido para estar en un lugar honorable”.
Y a partir de eso nace el Capitán Cartagena: un súper héroe ciudadano que envía mensajes para crear conciencia. Sus campañas más representativas han sido “Quiere a tu prójimo más que al extranjero; Luce tu pelo rucho; Prohibido Votar basura; El Capitán Cartagena eres tú”.