La música como motor económico

EDITORIAL

Hace pocas décadas muchos economistas, entidades y gobiernos empezaron a darse cuenta de que la productividad de un país, región o ciudad no debía medirse solamente por lo que generaban sus industrias y comercios. Que la cultura y los bienes y servicios que ella produce también tienen un gran peso económico. 

Y no se trata solo de la cultura de élite, sino qué cadena productiva se forma y cuánto le aportan a la sociedad la música, la comida o las artesanías tradicionales. A eso le podemos agregar la irrupción de la economía naranja como una manera actual de entender esos conceptos.

Economía naranja: Es el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual. El universo naranja está compuesto por: i) la Economía Cultural y las Industrias Creativas, en cuya intersección se encuentran las Industrias Culturales Convencionales; y ii) las áreas de soporte para la creatividad. 

Felipe Buitrago Restrepo,

Ese es el caso de la música, en particular la salsa, para Getsemaní, donde este género ha sido rey desde sus inicios y donde tenemos una gran cultura salsera. Y es posible ayudarse de esta circunstancia para pensar y crear nuevas formas de generar ingresos para sus vecinos. Convertir nuestro ‘swing’ en una ventaja económica.

Kriss Urueta, director del festival Cartagena en Clave de Salsa, que recién completó su cuarta edición, nos recuerda que ellos tienen levantado un catálogo de los sitios de salsa que operan en Cartagena. Y cerca de diez de ellos están en Getsemaní. Generan empleos directos e indirectos (programadores meseros, barman, músicos, repartidores, etc), pero también, por parte de vecinos con iniciativa, se podrían generar otros negocios asociados 

En otros sitios hay escuelas de baile  y rutas salseras para los turistas, de la mano de melómanos y bailarines del barrio; podría haber experiencias para escuchar salsa y entender sus claves junto a buenos conocedores; alguna escuela o formación para los niños, que ya la hubo aquí con gente tan valiosa como el maestro Rigoberto Lezama, y que les permita a los pequeños crecer amando nuestra música y pudiendo vivir de ella con dignidad cuando crezcan.

Y hacerlo no significa reñir con la tradición. Todo lo contrario: debe convertirse en una manera de enaltecerla y preservarla. Por supuesto, hay que cuidar cada paso para no convertir uno de nuestros rasgos barriales en otra cosa; en algo más comercial o empacado para un supuesto gusto internacional. Por ejemplo, si hemos de enseñar salsa, que sea la de nuestro estilo caribe, con nuestro ‘tumbao’ y nuestra naturalidad, no esa modalidad acrobático-deportiva que se enseña en otras partes.

Para hacerlo realidad se necesita saber gestionar por parte de quienes tienen las ideas y el saber. Del otro lado, una institucionalidad que entienda, valore y sepa poner en marcha iniciativas surgidas desde la cultura popular; que comprenda que esta es una manera de construir identidad, ciudadanía y bienestar económico. En la mitad de ambas partes, patrocinadores y apoyos públicos y privados.

Cartagena en clave de salsa es un buen ejemplo del tipo de ruta a seguir. No se quedaron siendo solamente un evento para tocar y escuchar música sino que le agregaron un potente agenda académica, han hecho el mapeo señalado arriba, aprendieron a escribir proyectos para poder participar en las convocatorias distritales, son activistas a la hora de hacer visible la cultura salsera y dignificar la labor de sus músicos.

Como ellos, hay muchos más: buenos programadores, cada día nuevos sitios de salsa en los barrios, el grupo de Facebook Jóvenes Salseros de Cartagena, los muchachos que están aprendiendo música y no olvidan sus raíces. 

Es bueno tejer relaciones con experiencias como esas; juntar a los que más saben del barrio con los jóvenes con nuevas ideas; hablar con el Instituto de Patrimonio de Cultura de Cartagena de Indias -IPCC- o la Cámara de Comercio, que ya está estudiando, apoyando y siguiendo de cerca a las industrias culturales de la ciudad. Es cuestión de imaginar, juntarse con otros, arremangarse y buscar las oportunidades. Sean las que ya están ahí o las que podamos crear por nuestras propias manos.