Quien lea las obras de Gabo e investigue sobre su vida podrá ratificar que Cartagena de Indias fue y es una ciudad inspiradora, mágica, fuente inagotable de historias que se tejen a partir de las formas de comunicar, de hablar, de socializar y hasta de comer.
También podría decir que Gabo se enamoró de Getsemaní, ese barrio que aún conserva muchas de esas costumbres de la Cartagena que puso a volar su imaginación, cuyas calles aún albergan a muchos de los nietos y bisnietos de gentes que las caminaron al mismo tiempo que García Márquez.
A su llegada a La Heroica y luego de cami - nar por este barrio de negros, el nobel de literatura entró a un microuniverso alejado de la realidad caótica, desesperanzadora y violenta que se vivía en Bogotá producto del asesinato del sueño de país que tenían los liberales tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán.
Al pisar Getsemaní Gabo llegó a un caos diferente, uno ocasionado por el bullicio de las risas, de la música Caribe, de la gente acogedora y dicharachera. No fue un sacri - ficio ni un martirio para un hombre del Caribe como él, quien a sus 21 años de edad llegaba de la “nevera” a unirse a estas dinámicas y sentirse complacido por ello.
“Getsemaní fue el lugar en donde García Márquez llevó a cabo sus andanzas noctur - nas en Cartagena. En sus memorias, Vivir para contarla, cuenta cómo ese barrio -junto con el Pie de la Popa y Torices - era inmune a las restricciones del toque de queda im - puesto por el gobierno nacional tras el mag - nicidio de Jorge Eliécer Gaitán”, nos cuenta Orlando Oliveros, coordinador editorial y productor de contenidos del Centro Gabo,quien ha pasado larguísimas horas escudriñando en la vida y obra del escritor. El cataquero “solía ‘cazar’ bailes en casas en las que ha - bía que pagar 50 centavos para entrar”, dice Oliveros. “Allí bailaba con jóvenes que eran vigiladas por sus tías chaperonas”.
Este vecindario, visto hoy como sinónimo de riqueza arquitectónica y cultural, y antes solo un arrabal, acogió a García Márquez y fue escenario de tertulias mantenidas por personajes como él, no solo amantes de la redacción y las letras, también del sabor de las comidas de las fondas del antiguo mercado público.
Asegura el Centro Gabo que con sus compañeros de redacción de El Uni - versal, especialmente con el escritor sucreño Héctor Rojas Herazo y el jefe de redacción del periódico, Clemente Manuel Zabala, el nobel solía ir a estos puestos de comida que se ubicaban en lo que ahora es el Centro de Covenciones, a comer el plato insigne de tajadas de plátano amarillo con un bistec encebollado. Y Rojas Herazo, que acabaría convirtiéndose en uno de los grandes poetas y escritores del Caribe colombiano, le hablaba de literatura, periodismo y de historia local.
SITIOS EMBLEMÁTICOS Y ELEMENTOS INTANGIBLES QUE ENAMORARON E INSPI - RARON A GABO
Un total deleite sería saber lo que pasa por la cabeza de los grandes de las letras como García Márquez para crear tan magnífi - cas obras, y aunque ello es imposible, el realismo mágico que caracteriza sus escritos nos permite escudriñar y seguirle la pista a mu - chas de las cosas que vio, escuchó y vivió, y que fue - ron insumos para su carrera como reconocido novelista y escritor.
Precisamente, el amor de Gabriel García Márquez por Getsemaní se puede ver en la mención de ciertos lugares de este icónico barrio que pasaron a formar parte de sus libros.
La Torre del reloj fue uno de esos lugares. “Durante cien años hubo allí un puente levadizo que comunicaba la ciudad antigua con el arrabal de Getsemaní, y con las densas barriadas de pobres manglares, pero lo alzaban desde las nueve de la noche hasta el amanecer”, cuenta Gar - cía Márquez en sus memorias plasmadas en Vivir para contarla.
Esta realidad de la Cartagena de 1631 encontró lugar en las novelas de Gabo, más específica - mente en Del amor y otros demonios, donde el Marqués de Casalduero vivía con el temor a ser atacado y ase - sinado en medio de la noche a manos de esclavos que venían del otro lado del puente. El antiguo mercado público ambientó los escenarios de algunas de sus destacadas narraciones. Tal fue la importancia de este lugar para las dinámicas entre el Centro Histórico, Getsemaní y el resto de la ciudad, que García Márquez lo recreó en varias de sus obras para contar las historias de El amor en los tiem - pos del cólera y Del amor y otros demonios.
Aquí quedaba La Cueva, un concurrido restaurante donde gente de todas las clases sociales llegaba para degustar de las delicias preparadas por las fritangueras. El lugar era adminis - trado por un señor llamado José Dolores, quien cuenta Gabo que se la pasaba con un clavel en la oreja. Tal impresión dejó en el novelista que justo en él pensó para la construcción del personaje de Catarino y su tienda en su célebre obra Cien años de soledad.
Y si se habla del mercado público no podrían dejar de mencio - narse la Calle del Arsenal y la Bahía de las Ánimas, lugares en los que se puede pensar sin equívoco cuando García Márquez en Del Amor y otros demonios habla de las dinámicas del puerto y recrea allí el día que cambió la vida de Sierva María al ser mordida por un perro, como “Era asunto de todos los días que los perros sin dueño mordieran a alguien mientras andaban correteando gatos o peleándose con los gallinazos por la mortecina de la calle”, escribió Gabo.
Momentos de contrariedad pero también de orgullo y satis - facción asocian a Gabriel García Márquez con el Centro de Convenciones Julio César Turbay Ayala. El que hoy es el re - cinto para eventos más importante de Cartagena y uno de los más importantes también para Colombia, se levantó en 1978 sobre lo que pasó a ser solo el recuerdo del mercado público de Getsemaní.
“No fueron pocas las veces en las que el escritor se mostró en contra de la construcción de este edificio, siendo aún más co - nocidas sus distancias y críticas al expresidente del que tomó el nombre, y en cuyo gobierno muchos de sus amigos sufrie - ron brutales ataques y él mismo debió abandonar el país”, explica el Centro Gabo en su documento ‘Ruta Macondo, Cir - cuito Getsemaní’. Más tarde el lugar recibiría personalidades de Colombia y el mundo que se reunirán para homenajearlo y reconocer su carrera como novelista.
Orlando Oliveros nos da más ejemplos de estos lugares emblemáticos de Getsemaní dentro de las obras de Gabriel García Márquez y pareciera que cada rincón del barrio fue escenario de sus novelas.
“En El Otoño del Patriarca, este cuerpo de agua (Bahía de las Ánimas) inspiró el remanso nocturno en donde el monseñor Demetrio Aldous, auditor de la Sagrada Congregación del Rito y promotor y postulador de la fe, se peleaba a trompadas con los marineros.
En la Calle de la Mala Crianza (Calle del Espíritu Santo) vive Bárbara Lynch, la amante del doctor Juvenal Urbino y en el inexistente Pasaje de los Novios vive Sara Noriega, una de las tantas amantes de Florentino Ariza.
Cuando se enamoran, por los burdeles de Getsemaní se pasean Billy Sánchez y Nena Daconte, protagonistas del cuento El rastro de tu sangre en la nieve, y por la Calle de la Media Luna pasa el Bolívar de El general en su laberinto, y el marqués de Casalduero, padre de Sierva María de Todos los Ángeles”.
Todos estos ejemplos dan cuenta de cómo la relación de Gabo con Cartagena se teje desde Getsemaní, un lugar que lo cau - tivó y al que, como agradecimiento indirecto por la grandeza de las obras que construyó al pensar en ese suburbio, hoy el mundo, al leerlo, lee e imagina a Getsemaní.
UN PERSONAJE TRASCENDENTAL ENTRE GABO, GETSEMANÍ Y LAS LETRAS
Manuel Zapata Olivella fue el anfitrión de García Márquez en Getsemaní. Rijiam Shaikh Suárez, una cartagenera, profesional en hotelería y turismo, pedagoga y guía turística que adora su ciudad, su barrio Getsemaní, su calle de La Sierpe y las obras literarias del escritor de Araca- taca, cuenta que fue el médico, nacido en Lorica, Córdoba, quien le dio alojamiento en su casa ubicada en la Calle del Espíritu Santo, en el año 1948, cuando Gabo llegó al Corralito de Piedra.
También se podría decir que Zapata Olive- lla fue el celestino entre Gabo y el periodismo. Orlando Oliveros, quien por su profesión bien conoce sobre los pasos de Gabo en el mundo de las noticias y las novelas, dice que el loriquero “Lo llevó casi a rastras a la oficina de Clemente Manuel Zabala y lo persuadió de iniciarse en la vocación periodística. Con los años, el perio- dismo se convirtió en uno de los oficios más queridos por García Márquez; tanto así que lo ejerció mientras tuvo fuerzas para escribir”.
Para Oliveros, el encuentro con Zapata Oli- vella fue el más trascendental de Gabo con un habitante de Getsemaní porque este fue quien introdujo al recién fundado diario El Universal.