Ocho formas de vivir el cine

MI PATRIMONIO

Teatros Cartagena y Colón

El Teatro Cartagena -desde su apertura en 1941 y por varias décadas- fue la opción elegante de ver cine en la ciudad. Hasta el mismísimo campeón mundial de boxeo Rocky Valdez (1946-2017), que tenía los recursos y la manera de entrar como la gloria deportiva que era tenía sus dudas para ingresar.Es que ahí no entraban los negritos y si tú querías entrar lo tenías que hacer muy bien vestido”, le dijo en una entrevista al profesor Ricardo Chica.

“Era un súper teatro para la época: un vestíbulo amplio, la taquilla estaba ubicada en el centro en un vestíbulo de madera movible, 1.400 butacas distribuidas entre el balcón y la luneta. Tenía un telón cubierto por un grueso cortinaje que se corría automáticamente. La maquinaria de proyección y sonido era importada. El aire central central representó una novedad para la ciudad, tanto así que los asistentes al salir del teatro, se tapaban la boca y nariz para no resfriarse”, asegura Rafael Ballestas en su libro sobre cine en Cartagena.

El teatro fue diseñado por el arquitecto cubano Manuel Carrerá, reconocido como uno de los padres de la arquitectura moderna en Colombia, quien diseñó también el hotel Caribe. A la fachada le dio un aire de los cines de barrio en California (Estados Unidos), que tienen también un toque español y que logró integrar muy bien entre la casa Obregón (hoy hotel Monterrey) y el templo de San Francisco.

Se estrenó el 8 de marzo de 1941 con El cielo y tú, con Charles Boyer y Bette Davis. En su década inicial, la del 40, por razones distintas al cine “la iglesia católica se pega una crecida política muy fuerte y se acabaron los desnudos. Había una persecución y estigmatización social fuertísima contra todas esas manifestaciones. El recatamiento era increíble. Se comienzan a filtrar los guiones y aparecen las juntas de censura. La de Cartagena empieza a categorizar a los cines y el Teatro Cartagena estaba en la A, la de mayor control”, explica Chica.

“La música previa a las películas era un deleite. Música ‘suave’, decían, especialmente valses de Johann Strauss, como El Danubio Azul, Cuentos de los Bosques de Viena y El Emperador. Cada vez que escucho la música de la opereta El Murciélago, del mismo autor, me transporto a esa era galante del Teatro Cartagena, por allá en la primera mitad del decenio de los cincuenta del siglo pasado”, cuenta Ballestas.

Ballestas también relata que “los iniciales dueños lo alquilaron y después lo cedieron a la empresa Cine Colombia a cambio de acciones. El primer gerente fue Ignacio Escobar, quien fue sucedido por don Floro Sánchez Villa, un caleño que venía de trabajar en la misma empresa en Girardot, Cali, Popayán y Santa Marta”. Don Floro sí que fue un personaje que todavía recuerdan algunos ex empleados y que gerenció el Teatro Cartagena por 51 años. “Era muy exigente y correcto en sus cosas. La gente se reía de él porque cuando una persona tenía gripa, él se tapaba la nariz. Bajaba mucho a cine y cuando daban las películas de oeste se tapaba la nariz por el polvo”, nos contó Ana Rita Romero.  

El Teatro Cartagena no solo presentaba cine, sino espectáculos, principalmente musicales. Por allí pasaron artistas como Cantinflas, Libertad Lamarque, Sarita Montiel, Celia Cruz, Olga Guillot, María Dolores Pradera, Lola Flórez y Fernando Valadés. También fue la sede del Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) y del Concurso Nacional de Belleza antes de que existiera el Centro de Convenciones.

Para hacer el Teatro Calamarí, abierto en 1972, se utilizó un patio residual al aire libre del Teatro Cartagena. Fue un cine de pequeño formato con énfasis en cine arte.

Con el paso de los años lo que fuera de primera línea y una novedad tecnológica empezó a perder terreno. Ya en los años 70 lo de la clase social importaba bastante menos y se convirtió en el teatro de las grandes películas y estrenos. Funcionó hasta casi cerrar el siglo XX, cuando ya no pudo dar más batalla ante los nuevos Multiplex y salas nuevas en la ciudad, más modernas y cerca de donde estaba el público.

Teatro Colón

Comenzó como Teatro Claver cuando el claustro y el templo de San Francisco le fueron adjudicados por el gobierno nacional en 1947 al Círculo de Obreros de San Pedro Claver (COSPC). Fue un primer intento para poner a funcionar lo que era el cascarón del templo, en desuso como lugar religioso desde un par de siglos atrás. Era un cine al aire libre pues la iglesia estaba destechada. Luego fue convertido en el Teatro Colón y alquilado por Cine Colombia al Círculo de Obreros.

En sus primeras décadas, después que los espectadores terminaban de ver las funciones, “se iban a la Cueva de Rolando, famoso piqueteadero en el sector. Allí llegaba toda la ciudad, gente rica y gente pobre, y los socios del Club Cartagena, que quedaba muy cerca. La Cueva tuvo larga vida hasta que desocuparon el Colón”, señala Ballestas en su libro.

Cuentan que en su cafetería se hacían los mejores perros calientes de la ciudad. “Con un perro de esos y una avena, quedaba uno listo para ver cualquier película, por larga que fuera”. Era un teatro para películas de buena calidad. “Aquí presentaban grandes películas como La Aventura, de Michelangelo Antonioni; La Danza de los Vampiros, de Roman Polanski; Bella de Día, con Catherine Deneuve: Becket, con Richard Burton y Peter O´ Toole”, cita Ballestas.

Teatro Rialto


Como era a cielo abierto, en el Rialto las proyecciones iniciaban cuando estaba oscureciendo, para aprovechar el fresco. Justo antes, en el mercado público -que quedaba al frente- los espectadores se afanaban comprando las viandas: el chicharrón, el bistec de carne o el vaso de agua de panela bien fría para esperar la película. Como era un teatro muy popular, la gente iba vestida como estuviera en el momento, sin mayor protocolo. Se parecía más a ir a un estadio que a una sala actual de cine.


Alcanzó a tener capacidad para 3.500 espectadores, una cifra impensable para hoy pero que revela cuán importante era el cine en una época en que no existían tantas opciones de entretenimiento como ahora. Tenía palcos, antepalcos y una gran explanada para la sección más popular, donde no había silletería sino bancas colectivas. Era casi todo de madera, menos la fachada, que tenía aires neoclásicos y una enorme media luna, coronada por un cóndor, a la manera republicana, que se ganaba toda la visual de la Calle Larga.

Arriba en la cabina de proyección el que sudaba -y no solo por el calor sino por la tensión- era el operador de los proyectores, de los que llamaban “de carbón”: unos electrodos positivo y negativo por entre los que había que pasar la película, que era altamente inflamable.

“El acercamiento no podía ser mucho, de solo unos cuatro milímetros. En la parte izquierda del proyector había un lente que reflejaba la sombra de los dos carbones. Entonces uno veía si estaban muy cerca o muy lejos y permanentemente cada 30 segundos uno tenía que estar cuadrando esa cuestión. Eran como una varilla para soldar y al final nos tocaba trabajar con pedacitos como colillas de cigarrillo. Las cintas podían estar deterioradas y se quemaban. Para revisar esas películas nos demoramos hasta tres horas y a veces la cinta se nos partía en las manos”, nos contó Armando Ramos Argel, un cordobés que alcanzó a manejar los últimos proyectores del Rialto, que dieron su guerra hasta el final, cuando lo digital ya mandaba la parada.

“El teatro fue construido por don Pedro Malabet, todo en madera, y su propietario fue el empresario Belisario Díaz, quien lo inauguró el 30 de abril del 1927 con la película ‘La esclava del pasado’ de Paramount”, según la tesis de Waydi Miranda Pérez.

La felicidad le duró menos de cuatro semanas a don Belisario, pionero del cine en Cartagena, porque el 24 de mayo se incendiaron tres casas bajas donde hoy está el Banco de la República en la Plaza de Bolívar y allí se perdió todo su archivo fílmico con años de trabajo. “Decepcionado le vende al grupo de inversionistas antioqueños de Cine Colombia la empresa, retirándose después de 25 años continuos de luchas y sinsabores, cerrándose así un ciclo y quedando sólo el recuerdo de toda una época”, según cuenta Raúl Porto Cabrales en Génesis y evolución del cine en Cartagena 1897-1960. Fue el segundo teatro que operó Cine Colombia en el país.

Caimanes y llaneros solitarios

Por esos primerísimos años se presentaron en el Rialto algunos artistas cubanos en un espectáculo de “bailes, cantos y rumbas”. La conexión con Cuba duraría décadas de presentaciones hasta llegar a Celia Cruz o Benny Moré. “Sin duda, un hecho muy recordado de la época ocurrió un 7 de marzo en sesiones de vespertinas y noche, cuando presentan al domador de caimanes Agenor de Castro, un campesino sinuano que descrestaba a los asistentes por sus maniobras frente a los reptiles. Los gritos que salían de las gargantas de los espectadores se escuchaban en el camellón de los Mártires. Más de una fémina se privó (...) El 5 de mayo de 1931 presentó al famoso barítono italiano Titta Ruffo, sucesor de Enrico Caruso, quien vino con la Compañía Bracalle de Ópera”, según Porto.

En 1933 lo comenzó a administrar Samuel Ramos Henao, quien inició con los bailes populares del Rialto en noviembre, una iniciativa que se replicó por varios años en ese y otros teatros y se volvió un hito en el barrio. “En 1940 llegó a gerenciarlo José Ignacio Morales Rodríguez, ‘el Tuto’. Estuvo frente del Rialto durante doce años, aproximadamente y realizó varias modificaciones. Por ejemplo: acabó con la galería, que se había convertido en la tribuna de los más incultos, ordinarios y brutales aficionados al cine”, según reseña Ballestas.

En aquellos años 40 fueron muy populares las películas de acción como Fumanchú (1940), Los peligros de Nyoka (1942) o El Llanero solitario (1948) con Gene Autry. También grandes musicales, entre los que destacó la cubana Romance Musical con Rita Montaner y Toña la Negra, “que duró mes y medio en cartelera, con llenos de vespertina y noche”.

En algún punto de los años 50 el teatro adoptó el sistema CinemaScope que se proyectaba en un gigantesca pantalla curva y bastante más ancha que las actuales, con un sentido panorámico. En esas tumbaron un buen pedazo de la parte trasera del claustro de San Francisco, llamada las “anexidades”. En 1965 fue cerrado por primera vez.

Pocos años después fue fraccionado y de su parte trasera se creó el Teatro Bucanero. En esta última reforma, en la que quedó recortado se le construyó una gradería en cemento, se crearon unos espacios comerciales en la Calle Larga y se le puso una nueva fachada que no fue del gusto popular. Esta nueva sala se inauguró en 1974, manteniendo el sistema de proyección de “carbones”, su vocación de cine popular y, hasta su decadencia y cierre en los años 90, con su cielo caribe como único techo.

Teatro Padilla

Fue inaugurado el 24 de septiembre de 1942, diseñado y construído por el ingeniero Rafael García Reyes. Quizá fue el teatro más popular que hubo en Cartagena. Era un teatro inmenso, abierto y fresco. Su primer gerente fue Rafael Pinzón y la primera película en proyectarse fue Escuela de Sirenas. Con su nombre se rindió homenaje al almirante José Padilla, quien vivió en Getsemaní. Fue el favorito para ver cine mexicano. Aquí desfilaron artistas como Cantinflas, María Félix, Jorge Negrete, los hermanos Soler, René Cardona, Libertad Lamarque, entre otros. No sólo se proyectaban películas, en algún momento fue el centro de importantes programas artísticos que tuvo la ciudad como el Minarete de Arte, que sirvió de plataforma de lanzamiento a muchas estrellas, como Lucho Bermúdez. Sus bailes populares de noviembre hicieron historia. Uno de los primeros empresarios de este evento fue Juan González Cornet, promotor de espectáculos y mecenas de béisbol colombiano. Los últimos organizadores fueron el “Tuto” Morales, Eduardo Rodríguez López y Carlos Stevenson Piñerez.

Teatro Variedades

Fue construido en 1905 sobre un amplio espacio de las huertas de la comunidad Franciscana. Estaba hecho de madera, en forma circular, con adornos parecidos al circo de la Serrezuela, con veintiséis palcos, antepalcos y traspalcos y una galería detrás del telón cuya entrada era por la Calle Larga. El telón, de lienzo o drilón, estaba situado en la mitad de la sala, montado sobre tres horcones de bambú con suficiente transparencia para que el público del ‘gallinero’ o galería, acomodado en el lado de atrás, pudiera apreciar las imágenes, pero les tocaba leer al revés. El proyector era un aparato de último modelo de de la Casa Pathé Freres, de París. El primer administrador fue Heriberto Noguera, el programador Santiago Martínez Delgado y el proyectista Leonardo Monsalve. Más que un espacio para cine fue uno para muy diversos tipos de espectáculos. Luego sería reemplazado por el Teatro Cartagena.

Teatro Calamarí

Abierto en 1972 y considerado como el teatro que presentaba películas con contenido alternativo; piezas audiovisuales que no ponían en otros teatros. Era una cinemateca donde asistían los intelectuales de la época y que fue abierto por Cine Colombia aprovechando el tirón que significaban los diversos cineclubes que ya había en la ciudad. Antiguos trabajadores aseguran que ahí habitaba un fantasma: “Un día estoy pasando del Cartagena para el Calamarí, cuando alzo la cabeza veo en la puerta una sombra y empiezo a gritar y dije: -¡Nojoda! yo no voy a hacer más nada aquí-. Yo vi esa sombra y lo peor es que yo era el  hombre que le tocaba arreglar el teatro todo el día” asegura un ex funcionario. Otros nos cuentan que por un buen tiempo entraban un par de hombres exhibicionistas para acosar a las mujeres, en especial a las jovencitas. Por suerte, una taquillera - La Mona- salía al rescate con una cuchara gigante que usaba para revolver  las crispetas que vendían.

Teatro Bucanero

En 1974 se abrió este teatro que surgió cuando el Círculo de Obreros le arrendó a Cine Colombia el patio (huerta), para construirlo partiendo en dos el antiguo Rialto, que fue reacondicionado y reabierto ese año. El arquitecto Álvaro Moreno remodeló el pasaje peatonal que daba acceso al ingreso del teatro. Tenía una capacidad para 1.500 personas y fue el último en inaugurarse en Getsemaní. Sus pisos eran baldosas de vinilo. En la entrada había un parque, soplaba mucha brisa y las personas  se sentaban a refrescarse. Era el punto de encuentro para esperar a los amigos, familiares o pareja.

Teatro San Roque

Se inauguró 4 de noviembre de 1939 y estaba ubicado entre las calles del Espiritu Santo y Pedregal en Getsemaní, en un lote de Dionisio Vélez. Tenía entradas por ambas calles y lo administró Mario Ramos Henao. Tuvo el mismo nombre de la vecina ermita San Roque. El 23 de marzo del 1943 se presentó allí Cantinflas, igual que en el Padilla y Circo Teatro. La primera película en proyectarse fue La chica del trapecio, en simultánea. Cuentan que algunas producciones proyectadas eran de cine mudo. Su fachada era Art Decó, estilo del que quedan muy pocas muestras en Cartagena.

Otras formas del cine

En Getsemaní existen otros espacios donde se puede apreciar buen cine, entre ellos está Quiebracanto, en cuyo segundo nivel está ubicado el cine-bar. Hasta hace poco se presentaban proyecciones de cine arte, gratuitamente. Ahora se hacen muestras, pero esporádicas. Quienes tengan alguna propuesta para proyectar  producciones puede comunicarse con el propietario del bar, Alvaro Manosalva.

En la Calle Larga se encuentra el cine bar María Félix. A las 7:00 p.m. se acomodan los sillones para disfrutar de buen cine. En algún tiempo estuvo el cine club Michael Jackson, organizado por el gestor cultural Jhon Narváez. Convocaban a los niños y primero les mostraban videos de ese cantante para llamar la atención, después fue llegando más público y colocaban películas de temática familiar.  El FICCI también realiza proyecciones en la Plaza de la Trinidad gracias a su programa ‘Cine en los Barrios’.