Todos los días, maestros de la mampostería y la carpintería antiguas combinan su saber con el de expertos en técnicas de punta para solucionar los problemas y los dolores que aquejan a un viejo convento con muchos remiendos y que hoy se prepara para una segunda vida.
Se trata del claustro franciscano de Getsemaní, de principios de la Colonia. Hoy es una parte fundamental del hotel que el Proyecto San Francisco construye en la manzana germinal del barrio. Hicimos un detallado recorrido con su gerente, el arquitecto Rafael Tono Vélez, para saber en qué va este proceso de restauración.
Es la primera vez que se le hace una intervención total, desde el subsuelo hasta la última cubierta. Y por muchos planos y diseños detallados previos, desde el inicio de obras el edificio ha venido hablando en su lenguaje de ladrillos, argamasa y maderas recias. Los secretos que ha revelado han obligando a regresar a las mesas de diseño o a detener las obras para preservar un patrimonio arqueológico o plantear un nuevo camino. Un proceso muy dinámico con un resultado paradójico, solo en apariencia: lo mejor de la ingeniería y la arquitecturas contemporáneas para preservar al máximo un edificio construido con técnicas del pasado.
PRIMERA PLANTA
Crujía 1.
Los muros de la zona colonial cartagenera -más los de este sector cercano a la bahía- tienen un problema fundamental: son como esponjas que absorben agua del nivel freático, bien conocido y sufrido cada vez que llueve en el Centro. La técnica usada habitualmente implicaba gruesas capas de malla y pañete que sellaban el muro, dejando que la humedad siguiera dañando la argamasa desde adentro. Además eran rígidos e inadecuados para caso de un temblor, entre otros inconvenientes.
A los muros del claustro se les está aplicando una técnica de la casa italiana Mapei, usada en ese país hace veinte años, pero novedosa en nuestro medio para efectos de restauración: mallas de basalto y una cobertura de Planitop, que permiten “respirar” a los muros, sacando el exceso de humedad. Es muchísimo más delgada, aproximadamente un centímetro y medio, y evita insertar anclajes de acero en el muro colonial.
Pilastras de piedra coralina. Este material se usaba en la región, con la suficiente capacidad estructural para que muchas de ellas llegaran hasta nuestros días, pero no cumplen las actuales normas de sismoresistencia. Una columna agrietada, obligó a revisar todo el diseño estructural y a reforzar varias con técnicas contemporáneas de alto estándar. Normalmente se pañetaban con cal y así se hará en esta intervención, salvo unas pocas a la vista, que es un uso más contemporáneo.
Vigas de eucalipto reforestado. Es una madera que en Cartagena no se usa habitualmente para restauración, pero que da todas las garantías estructurales. Su gran ventaja es que evita el uso de maderas “recias”, que suelen sacarse de bosques primarios, con muy poco control ambiental. “No queríamos dañar un patrimonio natural para recuperar otro patrimonio cultural. No tenía sentido. Es uno de los varios paradigmas en restauración que estamos intentando romper”, explica Rafael.
Puntos fijos de ascensores y escalera.
Una cripta, quizás asociada a ritos funerarios, que se restaurará y se mantendrá a la vista del público.
Crujía 2.
Cuando se retiraron los pañetes se encontró una infinidad de nichos y vanos -los vacíos donde van las puertas y ventanas-. Aunque los gruesos muros seguían en pie, a pesar de tantos parches, resultaba insuficiente para una restauración que busca mantenerlos vigentes por varios siglos más. Eso obligó a cambios en el diseño estructural.
Crujía 3.
La antigua sacristía está junto al templo. Allí se preparaban los sacerdotes antes de la misa. Solían estar decoradas con imágenes de la pasión de Cristo. Por eso está ubicado allí el Tríptico de la Crucifixión, al que le dedicamos el siguiente artículo. Será una sala de estar y circulación.
Escalera de primero a segundo piso. Al comienzo se pensaba que eran de las más antiguas de Cartagena, pero luego se corrigió esa percepción. Sus escalones de piedra coralina están muy desgastados. Su material poroso no es adecuado para el alto tráfico y no cumplen con las normas para la seguridad de las personas. Serán reemplazadas por nueva piedra, más resistente.
El refectorio era la zona más noble del claustro, donde se tomaban los alimentos, se oraba, se escuchaban lecturas y se hacían reuniones solemnes.
Crujía 4
Cada crujía tiene nueve arcos, menos la que colinda con el templo, que tiene ocho.
El claustro fue la primera construcción de Getsemaní. Por eso fue hecho para ser visto desde todos los ángulos. Esta crujía era como una cuarta fachada, tapada luego por el templo de la Tercera Orden y los predios vecinos en la calle Larga. A mediados del siglo pasado una placa de concreto selló un pequeño patio que las separaba. Este será restituido, lo que permitirá darles luz y ventilación tanto a la iglesia como a las habitaciones que quedarán de ese lado del hotel.
El ladrillo a la vista o pintado es un uso contemporáneo. En la Colonia se pañetaban para proteger la mampostería y de esa manera se hará en el nuevo hotel.
PATIO
Patio de tierra. En las excavaciones arqueológicas no se encontró un piso de tabletas o piedras, como se solía hacer en la Colonia. Es decir: originalmente fue un patio de tierra. Los franciscanos eran una orden mendicante, con voto de pobreza, por tanto es posible que lo construyeran con lo básico, sin mayores ornatos.
Los cuatro hermosos ficus que dan sombra al patio tienen unos cincuenta años. Con unos grandes aros de concretos se confinarán las raíces porque suelen crecer indefinidamente y romper los concretos y materiales de las edificaciones. Se mantiene en pie una palmera solitaria de las varias que tuvo el patio, según referencias y fotos antiguas.
¡Ardillas a la vista! “El mismo día que íbamos a comenzar obras las suspendimos porque encontramos una familia de unas ocho ardillas. Contratamos a una persona para capturarlas y llevarlas al Jardín Botánico. Hasta que no se logró, nadie más pudo entrar a la obra. Le tomó una semana”, recuerda Rafael.
Pozo. En la excavación arqueológica se encontró un pozo hexagonal debajo del brocal contemporáneo que coronaba el centro del patio, pero no seguía la figura original. Aquel brocal se donó a una institución educativa. Se construirá uno que siga la forma hexagonal y se acerque a un estilo colonial más concordante según ejemplos de otros claustros y casas de la época.
SEGUNDA PLANTA
Crujía 1.
Es la que da hacia la calle, mirando al Centro, originalmente compuesta por grandes arcos abiertos en una terraza -o solana- para tomar el fresco y ver la actividad del puerto. Fue parcialmente tapada por el edificio Porto desde finales del siglo XIX. De ahí en adelante sufrió muchos cambios, sobre todo cuando se añadió el tercer piso en el siglo pasado. Para soportar ese peso imprevisto tapiaron muros y se tocaron estructuras coloniales.
En la zona del punto fijo para ascensores aparecieron unos arcos cuya existencia se desconocía. Comunicaban el corredor interior con la solana.
Crujía 2.
Ventanas hacia el templo posiblemente para escuchar la misa desde el claustro, como en otros conventos coloniales. Eran cuatro ventanas que al comienzo tenían sus equivalentes del otro lado del templo, tapiadas en una u otra época.
Crujía 3.
Ventana discreta para que los monjes muy ancianos o enfermos pudieran escuchar la misa desde ahí. Estaban más cómodos, cerca del altar y sin ser vistos por los feligreses.
Conexión con el edificio de Anexidades. En esquina se aprecia el conjunto de la cúpula del templo de San Francisco, con sus muros de piedra coralina, argamasa y ladrillo militar. La anexidad era un edificio auxiliar, adosado el convento, para labores domésticas y almacenaje.
Artesonado con la lacería en madera, una herencia mudéjar-arabe que llegó hasta nuestras tierras por la vía española.
Ventanas clausuradas que miraban hacía las huertas, cuyos vanos estaban sellados por la vecindad con la casa de la familia García. El ángulo amplio que hacen hacia adentro se llama “derrame”. Permite que la puerta o ventana se esconda un poco, permitiendo que entre toda la luz posible que da el vano.
Maderas para dinteles. Muchas maderas recias coloniales estaban podridas. Sobre todo las que se empotraban en los muros, por la humedad que sube por ellos. También por el ataque de insectos, en particular el comején. Aún así la parte central de esas maderas se recuperó para hacer dinteles. Así de resistente eran.
Claraboyas triangulares. Entonces no era necesario, pero ahora se deben tener ductos para tuberías como las de redes eléctricas, los equipos contra incendio o el cableado estructurado. El reto era pasarlo por arriba, para no afectar lo patrimonial. “Tuvimos que hacer un modelamiento en 3D solo para eso y todo está coordinado al milímetro. Si es un tubo de una pulgada y lo traen de dos, no cabe”, explica Rafael. Esa forma triangular se llama almizate y aunque las proporciones no son las ortodoxas, sí recogen la tradición y los motivos de la carpintería tradicional de esa época.
Crujía 4.
Sin divisiones. En el segundo piso no se encontraron vestigios de muros coloniales. Señal de que estas estancias eran de un solo gran cuerpo. Los vanos son originales y ayudaron a trazar el diseño de las habitaciones de este lado del hotel; por cada vano, una habitación. En los muros se dejarán nichos para decoración o exhibir hallazgos arqueológicos encontrados en las excavaciones.
Los corredores coloniales solían ser muy anchos y eran una estancia por derecho propio. No eran solo un lugar de paso sino un espacio para caminar, dialogar y meditar. También para detenerse y permanecer. En el hotel se recuperará esta función con mobiliario dispuesto a la manera de salas al frente de cada habitación.
TERCERA PLANTA
Espadaña. Ya está reconstruida como era en el siglo XVI. Durante la restauración se descubrió que el labrado en ladrillos le daba la vuelta completa. Ahora sigue la labor de pañete y pintura como estaba en la época colonial. Se dejarán los maderos envejecidos, que no soportarían ninguna campana pero son testimonio de una época. Originalmente la espadaña era más baja. En el segundo piso se descubrieron vestigios de ese campanario y se van a dejar visibles en bajo relieve.
Volumen de los años 40. Ocupa solo el frente del tercer piso o crujía 1. Se construyó con técnicas y materiales muy básicos en la época de auge del Mercado Público. Era un espacio abierto, sin subdivisiones. “Desde una perspectiva muy purista ese volumen habría desaparecido, porque no correspondía al claustro original, pero ya forma parte del perfil urbano de la ciudad, así que se mantiene”. Será la suite presidencial, que usualmente ocupan dignatarios.
Ventanas. Se mantendrá el tamaño, proporción y ritmo de las ventanas, que fue el gran acierto arquitectónico de ese añadido de los años 40. En esa fachada habrá un doble muro, para proveer aislamiento sonoro de los ruidos de la calle.
Separación de la espadaña y terraza. El volúmen de los años 40 estaba pegado a la espadaña, algo muy invasivo y que le hacía perder prestancia. Al separarlos se generó una pequeña terraza con vista al Centro Histórico.
Tres cubiertas, señaladas en gris. El tejado será reconstruido con materiales contemporáneos de alta calidad. No será transitable ni se usará para otro propósito que cubrir los tres lados que corresponden.
Para saber más:
Todas las obras de restauración del Claustro San Francisco están precedidas por una extensa investigación realizada por los arquitectos restauradores Ricardo Sánchez y Rodolfo Ulloa Vergara. Esta investigación sirvió como una de las bases para la expedición de la resolución 1458 de 2015, del Ministerio de Cultura, un documento público correspondiente al Plan Especial de Manejo y Protección que regula la intervención de este y otros inmuebles patrimoniales que integran el hotel que el Proyecto San Francisco construye en Getsemaní. También es pública la resolución 1789 de septiembre de 2020 que modifica la anterior.
Todas las intervenciones tienen el acompañamiento y seguimiento al detalle de entidades del orden nacional y distrital, en particular el Ministerio de Cultura y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena -IPCC-.
Crujía 1
Los muros de la zona colonial cartagenera -más los de este sector cercano a la bahía- tienen un problema fundamental: son como esponjas que absorben agua del nivel freático, bien conocido y sufrido cada vez que llueve en el Centro.
A los muros del claustro se les está aplicando una técnica de la casa italiana Mapei.
Crujía 1
Una cripta, quizás asociada a ritos funerarios, que se restaurará y se mantendrá a la vista del público.
Crujía 3
El refectorio era la zona más noble del claustro, donde se tomaban los alimentos, se oraba, se escuchaban lecturas y se hacían reuniones solemnes.
Crujía 3
De esta puerta no se sabía su existencia hasta que se retiraron todos los pañetes de los muros.
Crujía 3
Donde estuvieron las huertas, hace unas décadas hubo un taller de carpintería de la familia García.
Crujía 4
A mediados del siglo pasado una placa de concreto selló un pequeño patio que separaba el claustro de la iglesia de la Tercera Orden.
El ladrillo a la vista o pintado es un uso contemporáneo. En la Colonia se pañetaban para proteger la mampostería y de esa manera se hará en el nuevo hotel.
Patio
En la excavación arqueológica se encontró un pozo hexagonal debajo del brocal contemporáneo que coronaba el centro del patio.
Crujía 1
En la zona del punto fijo para ascensores aparecieron unos arcos cuya existencia se desconocía. Comunicaban el corredor interior con la solana.
Claraboyas triangulares. Entonces no era necesario, pero ahora se deben tener ductos para tuberías como las de redes eléctricas, los equipos contra incendio o el cableado estructurado.
Crujía 4
Sin divisiones. En el segundo piso no se encontraron vestigios de muros coloniales.
Los vanos son originales y ayudaron a trazar el diseño de las habitaciones de este lado del hotel.
Crujía 1
Ventanas. Se mantendrá el tamaño, proporción y ritmo de las ventanas, que fue el gran acierto arquitectónico de ese añadido de los años 40.