Un fragmento de loza, botón o baldosa, son cada uno, una pista histórica para viajar a otros tiempos. Hablan de una época y de una cultura material. Interpretar esos pequeños restos e intentar darles sentido es similar a la labor de los paleontólogos, que a partir de una vértebra o de un molar pueden hacer deducciones razonadas de cómo luciría el animal entero.
A eso están dedicados unos arqueólogos en los viejos teatros, que antes fueron capillas y templos, donde ahora se realizan obras para erigir un nuevo hotel en el claustro San Francisco y lotes aledaños. Cuando este se abra, los hallazgos más significativos serán expuestos en unas ventanas y espacios para exponer los hallazgos más interesantes.
Uno de los principales aliados de los arqueólogos y antropólogos, como se contaba en la edición pasada (diciembre), es la basura utilizada para rellenar y nivelar pisos cada vez que se iba a construir algo nuevo. Cada capa de ese relleno es como una hoja de un libro de historia tangible. El fin del libro es cuando se llega a la tierra natural. En nuestro caso, a la piedra coralina limpia, vestigio de que Getsemaní fue alguna vez una isla.
Aquel artículo se concentró en los templos y los enterramientos de personas en sus naves y en sus atrios, como era la costumbre de la época. En este nos ocuparemos de otros hallazgos que los complementan.
Primero, un par de notas para entender el contexto.
Durante siglos el único convento en Getsemaní fue el de San Francisco. De hecho, fue el eje alrededor sobre el cual se erigió el barrio, en lo que antes fue una isla con mucho matorral. Aún no se sabe si hubo algún asentamiento indígena previo.
Lo otro es recordar que la Colonia Getsemaní era menos arrabal de lo que se piensa. No solo es que hubiera un convento, sino también casas de dos pisos o que en los entierros, se encuentren ocasionalmente elementos como hilos de plata o botones de esmeralda. Luego vinieron los tiempos revueltos de la Independencia y las primeras décadas de la República. También el puerto, el mercado y el comercio. Es decir: este es el sitio del barrio donde más se han superpuesto capas de restos materiales y en cada una muchos elementos sueltos, sobre los que no se pueden hacer juicios definitivos, sino unos primeros intentos de explicación.
La figa (o higa, como se la llama en España) era un amuleto contra el mal de ojo. Otros argumentan que se trata de la unión del sexo masculino y femenino. Su origen más profundo parece ser egipcio, luego griego y árabe. De ahí pasó a lo que hoy es España. En Bocachica un investigador encontró a un artesano afrodescendiente que aún las talla en coral negro. Toda una pervivencia de siglos y culturas. En la excavación de Getsemaní las han encontrado en distintos materiales vegetales, en hueso y en azabache, puestos en la muñecas o cuello de los niños de mayor nivel económico o social.
La cerámica es un marcador clave porque casi todas las civilizaciones la han fabricado. Da indicios muy útiles para datar todo un nivel o capa. En Cartagena los jesuítas tenían su tejar (llamado así por la fabricación de tejas). No eran de una calidad excepcional pero se vendían con éxito en toda la ciudad. Excepto en el recinto de los dominicos. Por la rivalidad estos no tenían una sola pieza jesuíta, según atestiguan otras excavaciones.
En Cartagena no se producían baldosas ni azulejos de complejidad. Tenían que ser traídos de México o de España. Se han encontrado distintos fragmentos, no piezas completas, a manera de cascajo.
Poco queda, más que un cascote de metal corroído, pero la forma es inconfundible. Debería ser de la segunda mitad del siglo XIX o principios del XX.
Una de los hallazgos más curiosos es el de un montón de bacinillas, posible indicio de una letrina comunal, quizás en el siglo XIX. También se conocían como vaso de noche. Significaron una primera noción moderna de higiene. Cerca de ellas, muchas botellas de diverso color y forma, de fabricación industrial, por lo que ya se podría pensar en el siglo XX.
Junto a las bacinillas y botellas se encontró loza fina marcada con el nombre de un salón Juan de Santis, en honor a un músico muy relevante de Cartagena. El hotel posiblemente estaba ubicado en el Centro.
Se han encontrado cientos de botones de distinta época y materiales como madera, hueso pulido y hasta minúsculas esmeraldas.
Hacer hipótesis sobre esta bala es complicado. Solo hay que recordar los múltiples ataques de piratas entre el siglo XVI y el XVIII. O la disputa interna entre jesuitas y franciscanos, en las que hubo descargas de cañón.
Asociadas a los enterramientos. Junto con las figas y otros amuletos se creía que protegían contra enfermedades y plagas. Se encontraron con la imágen de San Anastasio y San Venancio de Camerino
Estas herramientas fueron producidas por grupos indígenas locales.