“¡Allá viene Ramón, vamos a armar el juego aquí de una vez!”, dice Octavio González Pérez, ‘Papá Ucha’, sentado en la calle del Pozo frente al callejón Ancho. Repasa el sector por si alguien más se acerca y con la mirada convoca a sus contrincantes para iniciar una partida de ludo. “Se formó el joropo”, dice cuando ya hay mesa.
A las cuatro y treinta de la tarde se levanta silenciosamente y va a su casa en el callejón Ancho, mientras que los otros jugadores le gritan: -¡Ajá, trae el tablero!- Saca la mesa del ludo y la coloca en la esquina del callejón, enfrente del bar Black Parrot. Tres participantes buscan su silla, el cuarto prefiere quedarse de pie.
“¡Ahora sí se formó!”, dice ‘Papá Ucha’ y comienzan a tirar los dados a ver quien saca el doble para comenzar la partida. El rostro les cambia a los participantes: hay firmeza en sus ojos y dureza en las expresiones de su cara. Tiran los dados con tanta fuerza que terminan saliendo del tablero y hasta hacen volar las fichas. Para ellos es normal: solo bajan la mano, recogen la ficha y continúan.
‘Papá Ucha’ tiene hoy las fichas amarillas y lleva la ventaja. Cada movimiento suyo es pura estrategia, ya que desde muy joven aprendió cómo hacer los movimientos. “Yo inicié jugando y practicando deportes desde los 15 años: boxeo, béisbol y softbol. También me han gustado los juegos de mesa: dominó, ludo o parqués, cartas y lotería. Siempre nos reuníamos aquí en el callejón Ancho, en el ‘Rincón Guapo’ o en el callejón Angosto. Eso sí, jugábamos a plata, acá nada es de cachete. En el campeonato de bolita de trapo me consigues también allá”, dice.
Continúa la partida y los cuatro jugadores son rodeados por más de seis personas que se detienen a observar. El ambiente de la calle cambió. Uno de los participantes dice: -¿Qué le pasa a este ludo hoy?- en vista que va perdiendo.
“Los juegos de mesa en el barrio son una tradición. Eso viene de generación en generación. Los juegos preferidos son el arrancón, el ludo, la buchácara, el dominó, la yuca y el poker. Hay otro como la pirinola, que es un trompo que se tira en el suelo también lo practican. Todos ponen plata: pon tú, pongo yo, pon uno, toma todo y así”, cuenta Papá Ucha.
Termina la primera partida y gana Papá Ucha. Suena las palmas, grita y dice: “¡Soy el campeón!”. Recoge los billetes de dos mil que apostaron sus contrincantes y se lo mete a su bolsillo. Vuelve y repite “¡Soy el campeón!”.
“Una vez gané 80 mil pesos jugando ludo, duré por ahí unas cinco horas. Después solté el parqués y me puse a jugar cartas y les quité 25 mil pesos a los compañeros. El secreto para que me vaya bien es la actitud. Yo no digo: es que estoy salao ¡Yo siempre soy positivo! Yo arriesgo para ganar, si uno no arriesga, no gana”, dice.
“La alegría que hay en este callejón sale de mi casa, porque el tablero se queda guardado allá. Cuando están aburridos en el barrio todo el mundo dice: vamos para donde Papá Ucha, ándense, vamos. Antes de empezar acá me voy a otro lado para distraerme jugando buchacara. Cuando voy viendo que se acerca la hora me regreso porque acá se va a formar el joropo. El tablero, las fichas, las sillas, las mesas son de todos. Cada uno saca algo para ponernos a jugar”, cuenta.
“Hace tiempo con otros amigos jugábamos a las tablitas en la plaza del Pozo. Había mucha gente viva que ponían las monedas doble cara, las raspaban y las pegaban. Los otros marranos que no veían esas maniobras, cada vez que tiraban cara/sello nunca se caían en cuenta. Hasta que una vez uno de ellos se cayó y se formó el joropo. Cuando volvían a jugar les decían: ¡Pa’ ve tu moneda! De niño jugábamos a "la libe" nos escondíamos y cuando salíamos corriendo a la base decíamos ¡libe!”
Inicia una nueva partida con los mismos participantes, se aglomeran más personas y empiezan a rodar los dados. Más concentrados, buscan la revancha y Papá Ucha intenta defender lo que había ganado. Siguen tirando los dados con fuerza, el desespero es evidente en uno de los participantes, tanto que lo empiezan a molestar para sacarle el mal humor.
“Tenía rato que no mataba a nadie”, dice uno de los jugadores, que se molesta porque el Papá Ucha cogió los dados antes de tiempo. “¿Vas a coger rabia por eso? ¡No hay motivo!”, le responde.
“Todo el que viene aquí se distrae. Acá llega gente de afuera y se queda viendo lo que estamos haciendo. Se ponen a tomarnos fotos, se ríen de las discusiones que se generan aquí y se entretienen con el movimiento, con la bulla. Esto les llama mucho la atención a los turistas. ¿Y quién forma el desorden? Yo”, se contesta a sí mismo.
Los secretos del juego
“La maña para jugar ludo es saber hacer las movidas con las fichas: no es correr por correr, ni jugar por jugar. Es saber matar y saber moverlas en el tablero. Hay veces que uno mata y se salta al oponente para coger ventaja en el juego, pero no hay que enfrascarse en una parte donde te vas a quedar atascado”, explica.
“Corriste de más, cuenta bien!” grita Papá Ucha. Para los que nunca han jugado ludo quizá por algún momento se pierdan si lo hacen con un getsemanicense. Papá Ucha dice que la narración de este juego sería la más entretenida, incluso más que el fútbol. “Sopló, corriste de más, tiraste el dado, dale vuelta al dado porque me lo estás amarrando. Esos son alguno de las palabras que usamos acá. Cuando le dicen a uno que están amarrando el dado es que uno se mete el dado entre el dedo índice y pulgar, cuando estoy girando los dados en la mano, ese no se mueve y al tirarlos no rueda, sino que se queda en la posición que lo había acomodado. Las perrerías salen siempre, pero hay que saberlas hacer y con quien”, dice.
“La verdad es que aquí no sabemos cuándo se va a iniciar una partida ni a terminarla. Hemos empezado temprano y acabado a medianoche, vamos haciendo relevo o llegan nuevos participantes, pero esto acá es indefinido. Puede que una partida dure más o dure menos. Lo único que sé es que cuando quieren iniciar con el desorden todo el mundo coge para mi casa. Se me plantan en la terraza diciendo: ¡Ay Papá Ucha, saca. ¿Qué jugamos hoy?!”.
Las Vegas de Getsemaní
“El callejón Ancho es la plaza de juego, la matriz de la diversión, la raíz donde casi todos los habitantes del barrio vienen a distraerse. Aquí es donde hacen la rumba, donde vienen buscando el Club Los Carpinteros, donde se asoman a mirar si está el tablero puesto, el dominó o si las cartas ya están afuera. Muchas veces nos pasamos de largo, esto es como si fuera las Vegas, siempre 24/7”, dice.
“En nuestro callejón la gente nunca se aburre, menos de mantener vivas nuestras tradiciones y la historia. No nos aburrimos de la tranquilidad, porque emanamos una energía positiva para distraernos y despejarnos. Todos se reúnen aquí, el ambiente puede estar pesado, pero cuando estamos todos y compartimos, se despeja. Aquí compartimos entre todos. Compramos gaseosa, pero si ese alguien puso mil no va a tomar dos vasos”, dice entre risas.
“Mira. Primero estábamos nosotros aquí sentados jugando ludo y después allá atrás salieron y se organizaron para jugar con las cartas. De seguro están jugando arrancón. Tratamos de que estas tradiciones no se pierdan porque aún nos siguen integrando como vecinos y nos identifican como getsemanicense. Para Semana Santa se juega aún más”, dice.
Empieza a desaparecer la luz del sol, Papá Ucha pierde la segunda partida y decide jugar la siguiente ronda con tan buena suerte que la gana. Se lleva los billetes en sus bolsillos “¡Gané la tercera ronda!” Se levanta y cede su puesto, recordándoles a todos, de nuevo, que es el campeón.
Lo que más se juega
Ludo: también llamado parqués o parchís, consta de un tablero con casillas y cuatro salidas en sus esquinas. Los jugadores deben recorrer todo el tablero con sus cuatro fichas hasta la casilla de llegada, que llega al centro, avanzando de acuerdo a los números que salgan en los dados.
Póquer: Es un juego de cartas en que los competidores hacen una apuesta inicial. El jugador con la mejor combinación de cartas ganará la suma total de las apuestas de los demás jugadores.
Dominó: Juego donde se utilizan 28 fichas que tienen una cara que se divide en dos partes iguales que llevan puntos de cero a seis puntos negros. Los competidores por turno colocan una ficha sobre la mesa y los oponentes tienen que colocar otra ficha que coincida con ese número. Gana el jugador que acabe sus fichas primero.
Arrancón: El objetivo de este juego es que los participantes tengan tres cartas iguales (símbolo o número), quien lo logre será el ganador de la partida.
Papá Ucha
“Si necesitas saber algo del barrio llega donde Papá Ucha, que él te puede contar todo”, te dicen en el barrio. Es getsemanicense, alto, moreno y tiene una sonrisa que casi siempre acompaña con fuertes carcajadas. Cuando habla también lo hacen sus manos, sus ojos y las expresiones de su cara.
“Yo nací en el pasaje Franco. Allá disfruté mi niñez. Desde hace 26 años vivo en el callejón Ancho. En aquella casa, donde está la bandera, fue donde viví por primera vez con mi esposa. Después salí de ahí y me mudé para la calle Lomba. Finalmente, regresé a este callejón”.
“El apodo de ‘Papá Ucha’ me lo puso un jefe cuando trabajaba en las empresas públicas, porque él regañaba a los compañeros y no pedía explicaciones de nada y ellos no se defendían. Yo daba la cara por ellos y le decía: usted tiene que pedir explicaciones de qué fue lo que pasó con esa situación y él me dijo: ¡de verdad que tú eres el verdadero Papá Ucha!”.
Calle Lomba
“Cuando viví en la calle Lomba, al lado del hotel El Pedregal, mi casa era el lugar de las parrandas y el berroche. Yo los atendía muy bien cuando me visitaban. En esta calle la señora Tomasa tenía su puesto de comida, hacía los mejores fritos ¡Lo mejor, de lo mejor! Lástima que me tocó cargarla cuando se murió y quedó en mis brazos”.
“De esa casa crucé para otra en esta misma calle, donde también se formaba el berroche. Inclusive, alguna vez estábamos tomando y se armó un tiroteo con otras personas. Había un vale mío sentado y sintió que se le metió la bala en el zapato. Si esa bala viene por arriba él queda ahí. Recuerdo mucho que en esta calle las muchachas jugaban al saltar velillo y a la peregrina”.
El Pedregal
“En la casita de las palmas vivían unas setenta personas. Yo todos los días pasaba, miraba y decía: ¡nojoda, esa casita tan chiquita y vive tanta gente! Eran bien pobrecitos, al punto que tuvieron que vender la casa. Lo más chistoso es que quedé ‘enrolao’ -enamorado- de una muchacha que vivía ahí.
“Aquí jugamos el campeonato de bola de trapo. Yo soy el pitcher y conductor de mi equipo. Cuando no puedo jugar, ese día el equipo pierde. Ganan cuando yo estoy jugando”.
Puente Román
“De niños nos íbamos a bañar al puente Román escondidos de nuestros padres. Allá tiraban tacos de dinamita para pescar. Después, cuando los pescadores se iban; Rafa, ‘el Cuarto’; Lázaro, ‘el Mazamorra’ y yo nos tirábamos con una careta al puente. Encontrábamos pescados muertos porque la corriente los traía y los cogíamos. Yo tenía unos doce o trece años”.
“Un día nos montamos en unos tanques que estaban ahí, de propiedad de la electrificadora. Alguien tiró un taco de dinamita que nos sorprendió. ¡Esa vaina reventó bien fuerte! Eso movió los tanques y caímos al agua. Si no hubiéramos sabido nadar, ahí nos quedamos. Cuando regresamos a la casa nos preguntaban: ¿Tú dónde estabas? ¿En el puente, verdad? Nos pegaban por la cabeza y nos cogían por la oreja. El castigo era que nos desnudaban y nos colocaban una paruma (toalla) y nos sentaban en la calle. El que pasaba nos gritaban: ¡Vie, te encueraron!”.
Callejón Angosto
“¡Esto no se llama la calle de los paraguas! Su nombre es callejón Angosto. Aquí vivieron muchos personajes importantes como el Güello, que hacía una comida deliciosa, un arroz de cangrejo que tu lo probabas y decías: ¡vuelve y hazme otro! La señora Tomasa vivía acá adelante. Aquí vivió mi compadre Ayolo, que son personas de las que hay mucho que contar. Se escuchaban las poesías en las casas que nos quedabámos sorprendidos”.
“Yo viví en este callejón. Lo que más recuerdo aquí es la música. Yo me ponía a bailar salsa y todo el mundo decía: ¡Mira como baila el Papá Ucha! ¡Así se baila Papá Ucha! Eso era una felicidad muy grande. Nos reuníamos todos los amigos a disfrutar, a gozar y alegrarnos. Cuando había problemas yo era el primero que salía y decía: venimos a gozar ¿por qué vamos a iniciar pleitos?”.
Plaza del Pozo del Pozo y Trinidad
“Tengo diez años de ser cabildante. Recuerdo mucho el homenaje que le hicimos a nuestra reina vitalicia Nilda Meléndez. Fue algo muy especial para ella. En la plaza de la Trinidad también se jugaba por todo lado, y la comelona era por abundancia. El evento que más recuerdo fue cuando trajeron a las candidatas del Reinado Nacional. Donde tu menos creías ahí estaba yo”.
“Getsemaní ahora es un paraíso. Por donde camines sientes la libertad y el orgullo de ser getsemanicense. Mi fortuna es mi tranquilidad que me la da el deporte y el juego. Por muchos años trabajé en las empresas públicas de Cartagena. Ahora soy pensionado, tengo tres hijos mayores y vivo con mi mujer. Me gusta bailar salsa, pero lo más importante es que vivo una vida de felicidad”.