La pareja González Ortiz vivió en la Calle Pacoa y Concolón. Fueron los padres de Mercedez Gonzáles, una de las matronas de Getsemaní, y los abuelos de Teresa González, quien junto con su tía aún vive en la casa familiar en este barrio, donde pasaron a ser una de las pocas familias que se quedaron a residir y a quienes les cuesta mucho pensar en que eventualmente tienen que salir a hacer vida e historia en otro barrio y otra calle.
La pregunta es qué interés puede tener una calle solitaria con muros pintados. Y la respuesta está en las ganas que tiene uno de saber qué era de ella nada más al llegar a Getsemaní y verla. Es bajarse en la Plaza de la Trinidad y empezar a buscarlas con la vista loca.
La Avenida Daniel Lemaitre en Cartagena ha sido testigo de numerosos cambios a lo largo de los años. Esta carretera, que alguna vez fue un centro de actividad comercial, ahora refleja una mezcla de pasado y presente, mostrando cómo la modernización ha transformado la ciudad.
La Avenida Daniel Lemaitre, antes llamada la Avenida Roberto Urdaneta Arbeláez, es una de las arterias más emblemáticas de Cartagena de Indias, pero su historia va más allá de ser un simple camino urbano. Esta avenida fue diseñada como parte de un ambicioso plan para modernizar la ciudad y facilitar su expansión. Nombrada en honor al compositor del himno de Cartagena, la avenida no solo conectó importantes zonas de Cartagena, sino que también simbolizó un periodo de transformación y crecimiento en la ciudad.
¿Qué diría Donaldo Erazo, escritor de Nomenclátor Cartagenero, si pudiera ver hoy en lo que se ha convertido la calle de San Andrés del barrio Getsemaní? Este camino, que antaño lo describiera él como sin mayor interés histórico ni arquitectónico, hoy es reconocido como uno de los corredores más comerciales y concurridos de la zona turística de Cartagena. Y si bien no son referentes arquitectónicos, las fachadas de la calle San Andrés son referencia de disfrute musical y gastronómico.
La calle San Andrés, en el barrio de Getsemaní, es un testimonio palpable de la evolución urbana y cultural de una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Recorrer esta calle es sumergirse en un capítulo fascinante de la historia cartagenera, marcado por cambios significativos que reflejan tanto la transformación de la comunidad local como el impacto del turismo y la gentrificación.
En Tripita y Media los vecinos ya se fueron. Banderillas de colores, letreros luminosos y coloridos, ofertas de hoteles, paquetes turísticos, restaurantes, comidas rápidas, servicios de tatuajes y pequeños bares es lo que pueden encontrar hoy aquellos que transitan por esta callejuela angosta que los comercios y el turismo conquistaron.
Cartagena de Indias también hace parte de ese Macondo de Gabriel García Márquez. Nuestra cultura Caribe, nuestras mezclas étnicas, las historias y costumbres, la arquitec - tura y los rincones de esta ciudad le regalaron incontables vivencias y aprendizajes al hombre e inspiraron notablemente al escritor.
Es de las pocas que aún mantiene nombre de origen católico, como lo tuvieron en su origen casi todas las calles y sitios de referencia en las ciudades fundadas por españoles. Ha sido una de las calles que más cambios de población ha tenido en las últimas décadas. De ser muy residencial, con el paso del tiempo ha derivado en una calle de mucho comercio y pequeños locales, principalmente de comida rápida.
Esta es una historia larga de una calle que comenzó como un atajo, albergó artesanos y a una industria mítica, pero al mismo tiempo siempre ha sido un núcleo familiar y comunitario, con una vocación llamada a permanecer por cuenta de un proyecto para repoblar a Getsemaní con sus propios hijos.
Abrimos una nueva serie sobre las calles de nuestro barrio, a partir de un tesoro fotográfico realizado por Colcultura en 1988 que registró calle a calle cómo era entonces Getsemaní.
Hay una pequeña calle que es como una extensión de la de Carretero. Al pensar en ella muchos traen al recuerdo un lugar de mucha vecindad y habitantes inolvidables.
Esta calle ha visto pasar la mayor transformación del último siglo en Getsemaní. De quedar frente al baluarte de Barahona, una parte del sistema defensivo amurallado, vió como lo derrumbaban para dar paso al Mercado Público, en 1905.
La calle de San Francisco es el origen de Getsemaní y de entonces hasta ahora, un lugar de mucha memoria y relatos. Hoy vive una transformación de conjunto como no había tenido antes.
La pacoa o pacora es un pescado de río. También el nombre campesino para un machete corto y ancho que se le asemeja. Concolón es la palabra panameña para nuestro cucayo. ¿Cómo esos términos populares reemplazaron a los de calles Segunda y Tercera de la Magdalena?
Fue el último flanco que se cerró del barrio. Hace tan poco que muchos getsemanicenses lo recuerdan como el campo de béisbol y fútbol de su infancia.
“La esquina de la brisa”. Así se le decía al cruce entre la Media Luna y el Pedregal. Muchos recuerdan que allí fue instalado originalmente el monumento a las Botas Viejas. También que había una bomba de gasolina al frente, del lado de la bahía. Y por supuesto, más abajo, el despoblado de tierra donde hoy es La Matuna y donde entonces se enfrentaban en béisbol y fútbol los equipos de Getsemaní contra los de San Diego o Chambacú.
Esta parte de Getsemaní tiene bastante amplitud, comparada con la mayoría de calles, que son estrechas. Esto se explica al menos por dos razones. La primera es que era una zona de reserva de la muralla para plantar huertas -útiles en caso de asedio- pero no edificaciones, para evitar incendios y víctimas durante un ataque de piratas o corsarios.
¿Qué hace tan distinta a la avenida del Pedregal del resto de Getsemaní? Tiene un ancho notable comparada con las calles estrechas del resto del barrio. Mucho predio sin edificar y pocas casas altas o antiguas de dos pisos. Eso tiene explicación en la historia profunda del barrio. En las próximas tres entregas contaremos en detalle esta singular calle.
Son tan cortos que solemos pasarlos sin reparar mucho en ellos. Pero cada uno de sus predios tiene una pequeña historia propia que le suma hilos a la gran historia del barrio.
En la edición anterior exploramos cómo la calle del Arsenal nació de la conexión entre el agua y los lotes traseros de la calle Larga; que el playón original fue rellenado de a pocos con las sobras de las carpinterías de ribera y también de basura, autorizada por el Cabildo. También vimos cómo se estableció al Apostadero de la Marina -antecesor colonial de la actual fuerza naval- y donde, además, se reparaban barcos.
Esta es una excepcional fotografía redescubierta y colorizada por el historiador Hernán Reales Vega. Permite ver cómo era el Arsenal nueve años antes de la demolición de sus murallas en 1902 para darle paso a la construcción del Mercado Público.
Hablar de la calle del Arsenal necesariamente es hablar del puerto, del Apostadero, del playón, de la muralla, del Mercado Público y tantas otras cosas. Es una calle con muchísima historia, que ahora no resulta evidente para quien la transita. Para Getsemaní era la conexión directa con el mar. El nuestro fue un barrio portuario -como varios otros célebres en el mundo- hasta hace apenas un par de generaciones. Hoy ese carácter, lamentablemente, parece estar cayendo en el olvido.
Las dos calles que bordean el parque Centenario entre la Media Luna y el antiguo hotel San Felipe tienen muchas historias por contar. Hoy son una avenida y, del lado del parque, un parqueadero informal y una estación de taxis. En su pasado se mezclan muy diversas aguas que nos dan pistas sobre cómo evolucionó Getsemaní.
Sobre esta calle ha gravitado la presencia de la Obra Pía, construida entre 1640 y 1650, que ocupa buena parte de la manzana y cuyo frente da a la calle de la Media Luna. Su ampliación, en 1791, incluyó una cuna para expósitos (bebés abandonados) en la parte que daba hacia La Magdalena.
En este predio donde hoy funciona el Dadis hay mucha historia de barrio. Aquí funcionó la semilla de lo que hoy es el Hospital Infantil Casa del Niño, una institución de referencia en la pediatría de todo el Caribe colombiano.
Sobre el nombre de la calle hay claridad: al final, cerca de la bahía de las Ánimas, estaba la aguada de la Marina, un aljibe colonial de grandes proporciones donde se acumulaba el agua lluvia para proveerla a los barcos que atracaban en las inmediaciones.
La calle del Pozo tiene casi tanta historia como el barrio. De su plazoleta salieron los lanceros hacia el centro en 1811 para inclinar la balanza a favor de declarar la independencia total de España.
Sobre el origen de su nombre no hay consenso. Sierpe significa “serpiente” en español antiguo y es de las pocas calles que ha mantenido su nombre original desde la Colonia. Eso respaldaría la idea de que su forma curva recordaba a ese animal.
Sobre el origen de su nombre no hay consenso. Sierpe significa “serpiente” en español antiguo y es de las pocas calles que ha mantenido su nombre original desde la Colonia. Eso respaldaría la idea de que su forma curva recordaba a ese animal. Las leyendas varían, pero siempre hay una serpiente y a veces a una bruja o a un gobernador que la capturó.
Quizás haya sido la calle más densamente poblada del barrio. A su estrechez se sumaba la existencia de muchas casas accesorias, tan propias de Getsemaní. Mucha vecindad y básicamente ningún comercio en muy pocos metros cuadrados. El resultado fue una de las calles con más vida de barrio, aún hoy.
Junto con el Callejón Angosto se cuentan entre las cuadras con mayor vida de barrio en Getsemaní. Ambas tenían vasos comunicantes como un pasaje que tenía entradas por ambos callejones o un corredor por el que se iba del uno al otro, como si fueran cara y sello de la misma moneda.
Esta calle corta tiene una historia muy larga. De ser una de las calles menos valoradas, pasó a ser un gran núcleo de vecindad y ahora, un eje de comercio y tránsito entre el Centro y el resto de Getsemaní.
¡Qué calle como la de Carretero para estar en el corazón de Getsemaní! No solo porque desemboca en la plaza de la Trinidad, sino por los vecinos y personajes que la habitaron antes y quienes aún viven allí:
Es de las pocas que aún mantiene nombre de orígen católico, como lo tuvieron en su orígen casi todas las calles y sitios de referencia en las ciudades fundadas por españoles.
Su nombre completo es calle de Nuestra Señora de las Palmas Benditas porque, según se dice, sus primeros residentes eran muy devotos de esa advocación de la Virgen María.
Y después de tres entregas, vamos saliendo de la calle de la Media Luna como los viajeros que en la Colonia iban a salir de la ciudad por tierra y al acercarse a la iglesia de San Roque divisaban el revellín, esa puerta de defensa de la que dependía la seguridad militar de Cartagena.
La calle de la Media Luna tiene historias en cada metro de su extensión. Fue la única entrada por tierra de los artículos que venían del interior.
Para comenzar convengamos un punto de partida: todos sabemos dónde termina la calle de la Media Luna: a la salida de Getsemaní hacia Papayal, donde quedó el Revellín.
Un recuerdo en un aroma. Así rememoran los de más edad en el barrio a la calle San Antonio: los carros de balines que salían desde las cuatro de la mañana de la Panadería Imperial para surtir en tantos sitios de la ciudad.
Las calles Larga y de la Media Luna fueron las primeras del barrio y alrededor de las que fueron trazadas las demás. Son tan antiguas que ya aparecen en un plano de 1597.
Comenzamos en la edición pasada por contar los múltiples nombres formales que se la han dado a la calle Larga, pero que nunca le han podido ganar al nombre popular.
De la calle Larga se puede escribir un libro entero. ¿Y cómo no va a ser si junto con la de la Media Luna fueron la base del trazado de calles de Getsemaní y tiene más de cuatro siglos de historia?
Según cuenta Donaldo Bossa en su libro, la calle se llamó así por dos razones: anteriormente hubo allí un arbusto que le daba cierta vistosidad a la cuadra y cuando la gente pasaba decían “¡Qué maravilla, qué maravilla!”
Hasta un siglo, aquello era todavía un caño o brazo de la Ciénaga. Ya habían desecado una parte para hacer la estación del ferrocarril, por la cuadra donde ahora queda el edificio del Banco Popular.
Hay que comenzar corrigiendo un equívoco: no es calle del Guerrero sino calle de Guerrero. El orígen de su nombre no es un luchador mítico o algo así, sino el apellido de un vecino “que pudo ser D. Pedro Guerrero y Paz.
Del nombre poco se sabe. Viene de la Colonia y los vestigios apuntan a la región de León, en la actual España.
Para historias, las que tiene esta calle. Tantas que aquí no caben todas. Y tiene que serlo pues su origen se sitúa tan temprano como en 1603, cuando la Orden de San Juan de Dios.
Se dice que en la época de la Colonia los pescadores de Barú y Tierrabomba venían a vender alimentos como yuca y maíz en uno de los puentes cercanos.
La calle de San Juan Evangelista es una de los pocas que aún mantiene su nombre colonial.