Hablar de la calle del Arsenal necesariamente es hablar del puerto, del Apostadero, del playón, de la muralla, del Mercado Público y tantas otras cosas. Es una calle con muchísima historia, que ahora no resulta evidente para quien la transita. Para Getsemaní era la conexión directa con el mar. El nuestro fue un barrio portuario -como varios otros célebres en el mundo- hasta hace apenas un par de generaciones. Hoy ese carácter, lamentablemente, parece estar cayendo en el olvido.
Hay que tener en cuenta esto: las normas del imperio español indicaban que para fundar una ciudad importante esta debería ubicarse en un sitio elevado, con agua potable cercana, con terrenos amplios de cultivo en los alrededores y un puerto seguro. De todo aquello Cartagena solo cumplía con la última. Así de adecuada y estratégica era esta bahía interna. Y la mayor parte de ella estaba recostaba sobre Getsemaní, en particular sobre el Arsenal. Ese carácter marcó esa franja costera desde su comienzo.
Al despuntar los años 1600 Getsemaní se había poblado de a pocos, pero en las primeras dos décadas de ese siglo el crecimiento fue espectacular. En 1620 se escribió una relación de habitantes del llamado “arrabal” y los 167 solares registrados. De unos veinticinco de ellos se señalaba: “Báteles el mar por la espalda” o “Bate la mar en ellas”. Eran la parte trasera de los predios de la calle Larga, que son el origen del Arsenal.
Aquello era un playón natural en una bahía de aguas tranquilas. La llegada de los galeones y las embarcaciones con productos de todo el litoral, las islas y los ríos cercanos pronto le dió un gran dinamismo. Se convirtió en el sitio usual donde se reparaban y hacían mantenimientos a los navíos, a las que también se les proveía de agua y víveres. El callejón de la Aguada lleva ese nombre en recuerdo del gran reservorio de agua que había allí para surtir a las naves fondeadas al frente. Ese carácter de patio o conexión trasera con el mar dio pie a muchas bodegas que iban de la calle Larga hasta el playón del Arsenal. Por la parte trasera se recibían las mercancías de los barcos y por la delantera podía haber un local de comercio para venderlas. Por eso abundan aún los predios que van de calle a calle.
Buena parte de la calzada y el sector adyacente -donde funciona el parqueadero del Centro de Convenciones y un espacio público al borde de la bahía- son producto del relleno promovido desde el propio Cabildo. Este les autorizó a los carpinteros de ribera a depositar allí el aserrín y los restos de maderas y, cuando hubo muralla, se abrió una puerta a la bahía para que los vecinos sacaran por allí sus desechos. El playón se fue ampliando y ahí se instalaron varios tendales para facilitar los oficios de reparación.
El apostadero
Esa vocación original de lugar para reparar naves se formalizó cuando se creó en Cartagena el Apostadero de la Marina. Este, como sus pares de otras ciudades como La Habana, Guayaquil o Veracruz, “tenían bajo sus jurisdicciones extensas áreas costeras con el fin de prevenir y perseguir el contrabando, rechazar la presencia de extranjeros y resguardar el traslado de riquezas, por ejemplo, los situados fiscales, entre distintas ciudades portuarias. Para cumplir su misión los apostaderos estaban dotados de escuadras de naves. También debían servir para la construcción y reparación de embarcaciones, y como arsenales, es decir, como sitios de almacenamiento de todos los pertrechos necesarios para el avío de los barcos y el reclutamiento de marineros”, según una concisa descripción del profesor Sergio Paolo Solano.
Hablando de arsenales, el nombre de la calle parece que no proviene de estos almacenes militares sino de “dársena”, que significa: “Parte resguardada artificialmente de las corrientes, en un puerto o en aguas navegables, para que las embarcaciones puedan fondear o cargar y descargar con comodidad”.
A mitad de los años 1700, “en el Apostadero se concentraba el mayor número de trabajadores, ya que al ocupar Cartagena una posición de primer orden en el sistema de comercio y de defensa del Imperio Español, fue corriente la reparación y construcción de embarcaciones con propósitos militares y comerciales. Allí algunos maestros artesanos lograron ciertos privilegios, tales como una demanda hasta cierto punto continua de trabajo, contratos de asentistas, mejores ingresos salariales y el orgullo y la prestancia que les daba el saber que, en buena medida, las defensas militares de Cartagena dependían de sus labores y destrezas”, describe el profesor Solano.
Y aquí hay una clave de la historia getsemanicense: esa organización gremial y militar al mismo tiempo es la base de las milicias que bajo el mando de Pedro Romero forzaron la declaración absoluta de Independencia respecto de la corona española.
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Hasta la pandemia por Covid 19 funcionó Mister Babilla, el decano de los sitios de rumba en el Arsenal, que marcó toda una época.
En este predio funcionó hasta 1811 el taller de herrería del prócer Pedro Romero. Se dice que fue el lugar en el que reunió a sus lanceros en 1811.
Se le conoce como Edificio Morales, por el pintor cartagenero Darío Morales (1944-1988), quien tuvo allí su taller antes de residir en París. Su ingreso residencial es por la calle Larga.
En el apartamento del segundo piso vivieron el dueño de aserraderos y embarcaciones Ricardo Uribe y su esposa, Lola García Ledezma.
Edificio Royal & Sunalliance.
Este predio, hasta la calle Larga fue la casa inicial de la familia Vargas, de la que el patriarca fue el primer gobernador negro de Bolívar, entre cuyos descendientes se cuentan destacados médicos, abogados y políticos.
Famisanar EPS
Seguros Alfa
(5) 693 02 21
Hasta hace unos años funcionó la discoteca La Carbonera, cuyo nombre hacía honor al sitio donde se descargaba el carbón desde el puerto y se vendía a los vecinos, cuando no había energía eléctrica.
Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena
(5) 664 94 43 - 664 54 99
Respaldo. La entrada es por la calle Larga.
En esta zona quedó el mercado de carnes que fue la primera ampliación del Mercado Público.
Corredor comercial del Centro de Convenciones:
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(5) 660 47 83
Kipock
Imprenta Digital
(5) 664 84 25
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