Si pudieras elegir, dónde preferirías vivir: ¿Madrid, Miami o Panamá? Un exitoso arquitecto español tiene presencia profesional en esas ciudades. Pero, puesto a elegir una patria pequeña, optó hace muchos años por Getsemaní. Los amigos locales le decían que eso quedaba muy lejos y que nadie iba a venir de visita. ¡Vaya si se equivocaron!
Esta es la historia de dos amores: el de Zully y Luis Germán, pero también el de ellos por su restaurante, el primero en Getsemaní para una clientela más amplia que la del propio barrio, cuya inmensa tradición culinaria casi toda la vida fue para el consumo interno.
El humilde pato sabanero, la boronía, el puré de guineo, el maíz criollo o la uvita de playa pueden ser protagonistas gastronómicos en cualquier mesa del mundo.
La manzana que cobija a los callejones Ancho y Angosto y a las calles Lomba y del Pozo vive desde los últimos meses un auge de emprendimientos nacidos casi todos de jóvenes nativos que se conocen entre sí e intentan darle un nuevo aire tanto al barrio como a la economía de sus hogares.
En los planes de Mercedes Rizo no estaba la idea de asumir el manejo de un restaurante que funcionaba en una calle complicada de un Getsemaní aún se recuperaba de una época difícil. Pero se asoció con su amiga Ana María Isaza y juntas contribuyeron a darle un nuevo sabor al barrio.
Al comienzo, en 2013, parecía una apuesta rara en la esquina de Carretero con la plaza de la Trinidad. Un bar en un cascarón colonial que parecía cercano al derrumbe. Estaba destejado y así se quedó: con la vista hacia el cielo y un techo corredizo para cuando lloviera.
Mientras crecía en Emilia Romagna, región italiana conocida por su riqueza gastronómica, Ignazio Culicchia veía que cocinar en familia era como la vida misma. En vacaciones sus tías y sus familias dispersas por otras regiones se juntaban a compartir preparaciones y mesa. Esos sabores a Italia son los que se pueden probar todos los días en la calle de la Magdalena, en Getsemaní.
¡Que la Cueva quedaba en el templo de San Francisco! ¡Que no, que quedaba por el Mercado Público! ¡Que era en el Arsenal, frente al pasaje Leclerc! Señores, los tres tienen razón.
Gabriel García Márquez llegó en abril de 1948 a Cartagena, huyendo de las secuelas de El Bogotazo, de cuyos horrores había sido testigo directo.
Alguien levantó la mano en el grupo Fotos Antiguas de Cartagena, en Facebook, para hacer esta simple pregunta: “¿Quién recuerda el nombre del señor que vendía las comidas más ricas en el mercado del Arsenal?”.
Oh la lá es una curiosa mezcla: es un restaurante clásico, sí, pero también una casa; y un centro de experiencias gastronómicas; y donde tomarse algo en las tardes -un café y un postre.
A eso de la seis de la tarde la plaza de la Trinidad empieza a cambiar. Muchos de los vecinos del barrio que la frecuentan todas las tardes se levantan después de haberse refrescado.
“¡El viernes Santo se veían los platos de comida salir y entrar de las casas! dice Inés Hoayek sentada junto con Carmen Pombo en el callejón Angosto.
A María Josefina Yances, una socióloga apasionada por la comida de nuestra tierra le debemos la buena fortuna de que en Getsemaní se pueda disfrutar todos los días de varios platos sinuanos.
¿Habrá un plan más cartagenero que comer fritos en las esquinas? En Getsemaní, por ejemplo, hay dos fritangueras raizales que complacen los paladares propios y de afuera.
En el barrio viven dos cocineras que se llaman igual. No sólo comparten su nombre, también el secreto y la sazón del tradicional arroz de cangrejo, plato típico del barrio.