Casa Lola

El sueño de Nacho García
SABOR A MI

Si pudieras elegir, dónde preferirías vivir: ¿Madrid, Miami o Panamá? Un exitoso arquitecto español tiene presencia profesional en esas ciudades. Pero, puesto a elegir una patria pequeña, optó hace muchos años por Getsemaní. Los amigos locales le decían que eso quedaba muy lejos y que nadie iba a venir de visita. ¡Vaya si se equivocaron!

“Les voy a contar mi historia de amor con Cartagena. Pero sobre todo con uno de sus barrios. Siempre que me preguntan de dónde soy, en cualquier parte del mundo, digo que de Getsemaní, me siento muy de aquí”. 

“Pero esa historia de amor tomó unos años. En 1984 en el regreso de unas vacaciones con mis padres en Perú paramos en Cartagena unos días. La ciudad me quedó gustando, aunque no era todo lo que es hoy en día. En 1999 a mi mejor amigo, Alberto Chica, le hicieron un buen nombramiento en Colombia y sus amigos decidimos organizar unas vacaciones en Cartagena. Alquilamos una casa en el centro, pero al segundo día de estar allá a un amigo se le rompió la pierna en cinco partes y me tocó devolverme a Miami, donde vivía entonces. Significó perder mis vacaciones y quedar con el corazón roto por la ciudad a la que quería conocer mucho más”.

“Al principio de 2000 volví a Cartagena y -para hacer el cuento corto- me enamoré mucho más. Estuve como quince días y luego seguí viniendo. A principios de 2003 compré mi primer apartamento, en las Bóvedas, y después lo amplié con el que me quedaba debajo, que había sido puesto en venta. Llegó un momento en que quería pasar aún más tiempo en Cartagena que en cualquier otro sitio. Mi oficina de arquitectos siempre ha estado en Madrid y luego abrimos en Panamá. Y aún en medio de esa locura de estar todos las semanas de viaje en diferentes países, lograba sacar tiempo para estar aquí una semana cada mes y medio aproximadamente. Cartagena para mí era un sitio fabuloso y donde realmente tenía tiempo para descansar y pensar mis proyectos, sin recibir llamadas de ningún lado, eran días vacaciones para dedicarme en lo que realmente me gusta”.

“Empecé a venir una semana al mes. Con ganas de tener más espacio, me compré una casita en San Diego y le hice una intervención arquitectónica a mi estilo. Llevaba unos seis meses con la casa, muy bonita y terminada. De repente apareció un señor y me la compró. Me pagó el doble de lo que me había costado y entonces me quise  comprar una más grande”.


El palo de níspero

“Yo estaba enfocado en comprar en el Centro, pero el vendedor me dijo un día: —Te voy a enseñar unas casas que hay en un barrio que se llama Getsemaní—. A mí el nombre me encantó y ya lo había oído, pero no lo había puesto en su valor. Nos fuimos andando y yo quedé sorprendido porque pensaba porque la gente me hablaba como si estuviera lejos pero realmente está ahí mismo. ¡Yo no había estado nunca en Getsemaní, aunque llevaba años viniendo a Cartagena! Era un desconocimiento absoluto, influenciado evidentemente por mis amistades de entonces que me decían que era un lugar terrible, que el barrio estaba perdido y demás”.

“Me acuerdo que atravesamos en el Camellón de los Mártires y la calle de la Media Luna, que me pareció preciosa. Llegamos a la calle de Guerrero y entramos a una casa vieja. Solo de verla me encantó y  ya estaba dispuesto a comprarla. ¡Es que había visto como treinta casas y esta era el doble de grande que cualquiera de esas y al mismo precio! Al final de todo vi un palo de níspero. Fuimos allí y el vendedor me dijo que por ahí seguía la casa. Atravesamos el muro y nos encontramos con un edificio republicano alucinantemente bonito y prácticamente entero. Me dijo que el edificio estaba incluido, que la propiedad en venta eran las dos casas. Sin terminar de verla nos pusimos cita al día siguiente con el propietario”.

“Esa noche tenía una cena con unos amigos y les conté. Entonces empezaron todos “Uy! Si te vas a vivir a Getsemaní, ahí no va a ir a verte nadie, nadie va a querer ir a tus cenas, te van a atracar cada vez que entres a casa”. Era tarde cuando salí de la casa de mi amigo. Cogí y me fui andando por toda Getsemaní. No solo no me pareció peligroso para nada sino, por el contrario, un sitio absolutamente respetable y maravilloso. Esa misma noche decidí que los prejuicios sobre Getsemaní eran bastante absurdos y decidí comprar las casas”.

“Entonces empezó mi historia con el barrio. Eso fue en 2008, antes de que abrieran Havana, que fue el primer sitio que empezó a atraer gente externa a este lado del barrio. Mi idea original no era abrir un hotel y menos un restaurante. Siempre me he dedicado a hacerlos por mi profesión, pero la verdad lo que quería era hacerme una casa grande donde disfrutar, invitar a los amigos, etcétera. Pero cuando conseguí los planos de las dos casas y empecé a pensar en el proyecto me di cuenta que juntas eran absolutamente enormes para una sola casa, por grande que yo la quisiera. Decidí hacerme la casa de la derecha que era la que peor estaba. Se le había caído el techo y era prácticamente una ruina. Pensé: “Me hago esa casa y ya veré luego que hago con la otra”. Estuve dos años en la obra y cuando la estaba terminando vino un amigo mío catalán, Joseph Danés, que me cambió la vida”.

“Joseph, que conoce bien el negocio hotelero, había venido a Cartagena con su pareja para conocerla. En esos días me dijo —Nacho, yo creo que esta casa te va a costar en mantenimiento; deberías montar un pequeño bed and breakfast. Como tú nada más pasas aquí una semana al mes, tener huéspedes la va a mantener viva y ayudará con los costos—. La verdad no lo había pensado, pero me pareció una buena idea, aunque no tenía el tiempo para organizar y dirigir algo así. Pero Joseph se prestó a venirse seis meses y sacar ese proyecto adelante. Y así fue. Se vinieron y en casi un año lo montaron todo”. 


Primo rico, primo pobre

“Era muy bonito, muy del barrio. Todos los empleados en los dos primeros años vivían en Getsemaní. A muchos los capacitamos nosotros; otros estuvieron en cursos externos. La idea era involucrar al barrio lo más posible. Pero luego cuando fuimos profesionalizando el hotel ya se fue complicando un poco, por las tarjetas profesionales”.

“La calle y casi todo el barrio aún eran totalmente residenciales, aunque estuviera muy degradado en algunas partes. Me encantaba esa preciosa costumbre -que se ha ido perdiendo-, de sacar las sillas a la calle y sentarse a hablar con los vecinos. Los Rebollo Castro, mis vecinos del frente siguen sacándolas y cuando yo estoy en Cartagena ahí quedamos a conversar. Doña Ana Rebollo ya es como mi abuela”. 

“Hasta donde hemos podido averiguar la casa de origen colonial hace muchos años fue de María de Jesús Erazo, luego de Juana Merlano, viuda de Navarro y después de Nicolás Yances. Ahí funcionó un colegio y luego una pensión. La republicana fue de los Haydar, quienes la edificaron, y luego de unos indios de apellido Hossaín que se la alquilaron por unos años al Liceo Nacional Femenino Soledad Acosta de Samper y se mudaron a Bocagrande”.

“Los Haydar eran primos entre sí, pero el que tumbó e hizo la casa republicana tenía más plata que el otro y terminó haciendo una de las casas con más presencia que hay en el barrio. El otro montó un estilo republicano sobre la vieja casa colonial porque era más barato”. 

“Cuando inauguramos vino un montón de personas de fuera de Cartagena. Hicimos un recorrido por el barrio, fuimos a la iglesia y otros sitios. La gente alucinó con lo bonito que era Getsemaní. Muchos no habían estado nunca y se sorprendieron muchísimo. Me hizo mucha ilusión porque me sentía como un pionero”.

“Casa Lola funcionó en lo económico desde que abrimos. He tenido que poner algo de dinero, pero en general se ha autofinanciado y lo que se ha ganado se ha invertido en la misma propiedad. Comenzamos con mi habitación, la de mis padres y otras más para los amigos e invitados. A partir de ahí fuimos creciendo. Las habitaciones nueve y diez ya eran pedazos de la casa grande que íbamos uniendo a la casa pequeña y se fueron abriendo mientras avanzábamos en la obra”. 

“Pasaron más de tres años y si notamos y que costaba llevar a la gente del país porque los que iban eran extranjeros de un nivel estupendo, gente que apreciaba  nuestro sitio y les encantaba ese misterio que tiene el barrio, que en ese momento era aún mayor. Gracias a Dios los colombianos también empezaron a ir más y a alejarse del estigma que tenía el barrio”


Rico y viajero

“El estilo de Casa Lola es un ecléctico total. En la parte arquitectónica en todos mis proyectos intento respetar lo que hay en los sitios. No me gusta utilizar materiales que no sean locales, ni inventarme cosas, menos cuando estás interviniendo en un espacio histórico como es el caso de las casas de Getsemaní”. 

“Las dos casas tienen su historia. La de la derecha era una edificación de los años 50 sobre la base colonial. En el segundo limpiamos un montón de cosas que habían hecho como tabiques y paredes y sacamos todo lo que se pudo. En las habitaciones de abajo, recuperamos hasta donde fue posible las paredes de piedra y de ladrillo originales. A la parte de la escalera le llamo ‘el lienzo de los años’ porque ahí se puede ver lo republicano sobre lo colonial de manera muy nítida”.

“En la casa de la izquierda no hay ningún resto colonial. La tiraron entera y lo que hice fue reforzar la idea de palacio republicano. Además me volví un poco loco y quise recuperar el esplendor como si allí hubiera vivido hace mucho tiempo un rico coleccionista. Toda la parte principal del restaurante es como la galería de antigüedades de ese viajero del siglo XIX. Las estanterías están llenas de objetos porque se suponía que los dueños eran turcos comerciantes que hacían muchos viajes. El Salón Asia, en la entrada, está decorado con cosas que he comprado en los viajes durante toda mi vida”. 

“A Madrid le agradezco muchísimo, pero donde me gusta estar es en Cartagena. A pesar del éxito de Casa Lola, yo soy feliz con ella simplemente porque es la casa que soñé, donde siempre añoro pasar más tiempo y donde pienso retirarme a vivir cuando termine mi carrera profesional. El barrio, además, sigue cuidando y guardando cosas que ya no existen en el resto del Centro y eso es lo que más me gusta. No sé si eso se perderá o no, pero entre todos estamos intentando que se mantenga”.