Foto: Sergio Acuña

Davinson Gaviria Pájaro: en primera persona

SOY GETSEMANÍ

Getsemanicense hasta la médula, líder desde muchacho, creador del bar Los Carpinteros y hoy presidente de la Junta de Acción Comunal. Una tarde de sábado, en el bar vacío, Davinson nos cuenta en su propia voz de dónde viene y para dónde va.

“Soy el segundo de tres hijos varones que nacimos en la calle de las Chancletas, en la casa que tiene todo el frente dando con la calle de las Palmas. Allá vivimos hasta cuando yo tenía quince años. Mi papá se llama Freddy Gaviria de Ávila y de él aprendí la carpintería. Mi mamá es Julia Pájaro Hernández. Mi abuelo paterno era carpintero de ribera, con ancestros en Barú. La familia por parte de mamá es de Arjona. Mi hermano mayor se llama Wilman y el menor, Freddy. Fíjate, cuatro varones en la casa y nos quedó haciendo falta la niña para acompañar a mi mamá.

“Mi mamá era la más estricta. Siempre estaba pendiente de que llegara temprano a la casa, de que estudiara y echara para adelante. Mi papá siempre estuvo ahí, pero era el que le andaba diciendo a mi mama —Pilas que Davinson no ha hecho— o —Pilas que este está llegando tarde—. Eran roles diferentes.

“Nuestra infancia fue la de un barrio popular. Jugábamos en la calle o en la plaza: béisbol, bolita de caucho, tapitas o bolitos. Pasábamos el día nadando y pescando en el Centro de Convenciones. Teníamos de todo para hacer en el día. Fue una infancia maravillosa porque hoy en día los niños no pueden disfrutar de muchas cosas que nosotros sí. Nuestro bonche era con amigos como Iván Ríos Junior, Reggie Ríos, Carlos Marulanda, Carlos Villarreal, Dionisio Barrios, Alex Buelvas, Paola Ortíz o Elizabeth Castellón. Era un montón de gente y los que se me escapen por nombrar que no se me vayan a resentir. Algunos de ellos siguen viviendo en el barrio y los que no, vienen los fines de semana o hablamos por teléfono. 

“Desde niño recuerdo a mi papá trabajando en la carpintería y uno por ahí con el palito y el clavito, jugando a construir cosas. Más tarde, como a los diecisiete o dieciocho empecé a hacer artesanías que les fiaba a mi tías o vendía en alguna parte. De hecho, en mi tercer y último intento para entrar a la Escuela-Taller le mandé de muestra al director un cofre hecho por mí para demostrarle que sí quería entrar.

“El preescolar lo hice en la escuela La Milagrosa y la primaria, en el colegio Mercedes Ábrego. El bachillerato lo hice en tres colegios diferentes porque empecé en la Trinidad, pero me salió beca para el Jhon F. Kennedy. Luego me pasé a un colegio que quedaba en el centro y en décimo regresé a la Trinidad con los mismos compañeros que había tenido en sexto. Con ellos hacemos una integración casi todos los años en febrero. Hasta noveno de bachillerato fui un un buen estudiante, con los altibajos normales, pero de pronto llegué al décimo grado y empecé a ir a fiestas y más cosas. Gracias a Dios logré terminar mi bachillerato sin mayores problemas.

Líder desde los bolitos

“Lo del liderazgo me nació de muchacho. Como entre los doce y los quince años organizaba torneos de bolitos. El premio podía ser un litro de gaseosa y unos panes. Un primo mío de esos que más parecen tíos me decía dizque “El Directivo”. Desde pequeño yo pertenecía a grupos de baile, de deportes, estaba en el curso organizando cosas. Ya en mi adolescencia pertenecí a un grupo juvenil, donde no hice mucho liderazgo, pero veía a un muchacho más grande que lo tenía. Casi siempre donde estuve resalté por tratar de marcar una pauta.

“Después del bachillerato me puse a estudiar algo de sistemas, hasta cuando pasé a la Escuela-Taller. Ahí teníamos unas becas que consistían en unos bonos que daba el gobierno español, como de ciento cincuenta mil pesos. Hubo atrasos y me empecé a alzar como líder para exigir lo que nos habían prometido. Me retiré después del paro que hicimos, no solo porque ya me tenían entre ojos para echarme sino también porque tenía inconformidad con algunos profesores y porque cuando entramos nos dijeron que íbamos a durar dos años, pero en el camino nos alargaron a tres porque había comenzado la restauración del claustro de Santo Domingo, donde ahora funciona la Cooperación Española. Como yo ya sabía de carpintería pensé que no necesitaba tirarme tres años en eso y empezaba a sentir la necesidad de hacer otra cosa. Pase mi carta de retiro con mis razones y al final me certificaron y me dieron mi cartón. Terminé trabajando allá mismo, en el claustro, pero obviamente empecé a ganar mucho más dinero porque yo ya sabía.

“No estudié más de manera formal porque entonces tuve mi primer hijo, Juan Manuel, y entonces ya todo era trabajo y más trabajo. Luego sí he hecho muchos cursos. Con mi esposa, Dianivel Balasnoa Ruiz, nos casamos en 2012 pero vivimos juntos hace diecinueve años. Luego tuvimos a nuestro segundo hijo que también se llama Davinson. 

Dos estrategias

“Con todo eso que te digo, sin querer la cosa fue creciendo el tema del liderazgo. En el barrio seguí haciendo cosas, conocí a amigos como Miguel Caballero, Jorge Luis Ruiz González o Florencio Ferrer, que son líderes veteranos de la comunidad. De pronto como que se despertó de manera consciente el tema del liderazgo y quise seguir haciendo trabajo independiente por la comunidad porque teníamos una serie de falencias. Ahí ya me empezaban a reconocer como un líder. Los de más experiencia vieron un potencial en mí y me ayudaron a formar lo que ahora soy.

“Un tiempo después entré a trabajar como oficial de obra civil en la construcción de la nueva refinería. Ahí me ayudó un poco mi compadre Carlos Marulanda. Tomé una capacitación de la que seleccionaban al nuevo personal. Mi área era la carpintería aplicada a ese tipo de proyectos. Yo había estudiado un año de inglés en el Instituto Meyer y me sirvió. Resulta que me trasladaron a un área nueva donde el jefe era gringo y del grupo yo era el que resaltaba por ser el único que podía entenderle lo que quería. Me ascendieron y duré tres años y medio ganando un buen salario. Entonces reforzé la idea de que en esta ciudad cualquier persona, sin importar el nivel de estudios, si sabe inglés tiene un plus que otros no tienen. Por ejemplo, aquí en el bar nos sirve mucho. 

“Para 2012 veníamos con problemas en la Junta de Acción Comunal. Ese año conformamos una plancha en la que otro vecino era el candidato para ser presidente. Aspiramos, pero no ganamos. Nos ganó la juventud, con mucha efervescencia y calor, incluyendo al presidente. Entonces teníamos mucha población joven y los adultos, que eran opositores. Nos confiamos en el mal trabajo que había hecho la junta anterior y no hicimos una buena estrategia. Se perdieron cuatro años más. Para las elecciones de 2016 decidimos formar una plancha que se llamaba ‘Getsemaní Activo’. Ahí sí creamos una buena estrategia y ganamos las elecciones. Al principio fue difícil porque las votaciones siempre van a quedar mezcladas y los compañeros que venían de la otra plancha estaban un poco envenenados, pero con el paso del tiempo y con el trabajo se dieron cuenta de que no éramos los malos. Al final logramos hacer un buen equipo para el barrio. 

“Un problema es que uno de presidente de la Junta tiene menos alcance de lo que la gente cree. Hay quienes quieren desde la comodidad de su casa que uno les solucione todo. Otro problema es que no falta el que piensa que si tu eres líder o presidente de la junta vas a hacer mucho dinero. Yo me pregunto, si esto da dinero, como alguna gente dice, ¿por qué los presidentes anteriores de la Junta no tienen ni un empleo o una estabilidad económica? 

“La invitación para mis vecinos es que piensen lo que quieren para el futuro y que en verdad apoyen las buenas gestiones porque los trabajos se miden no por los comentarios sino por las acciones y por la evidencia de lo que se hace, como pasó con el parque de El Pedregal. Nadie creía que fuéramos a construir ese parque. Hasta nos señalaron de ladrones. Tuve que ir a la Fiscalía a denunciar cosas, pero ahí está el parque y más de uno de los jóvenes que antes estaban flaquitos ahora están musculosos porque se van allí a hacer pesas. Eso muestra que las cosas sí se pueden hacer. Pero hay que creer más en el otro, no solo en quienes están en la Junta, sino que aquí hay otras personas que quieren hacer cosas por el barrio y tienen muy buenas ideas; gente a la que le gusta hacer las cosas sin buscar algún reconocimiento, sino para progresar entre todos.  Ojalá surgieran  muchas más personas así. Eso lo aplaudimos y lo respaldamos, que la gente haga emprendimientos y tenga un cambio de mentalidad.

Turismo desde la comunidad

“Igual el trabajo es por la comunidad, así que estoy convencido de presentarme a la reelección. Las elecciones son el 16 de abril de 2021 y el período es de cuatro años. Yo quiero imaginar que a 2024 hayamos trabajado, entre otros objetivos, para que a Getsemaní llegue un turismo de mejor calidad. Nos lo merecemos. No digo que la gente que viene no ayude dejando ingresos, pero no compensa con la cantidad de problemas que trae. Por ejemplo, viene un crucero, se toman las fotos y ya, ni una botella de agua compran. O el turismo mochilero, que es respetable pero bastante desordenado. Como comunidad podemos ofrecer muchas más cosas que nos den mejores ingresos y menos problemas. Por eso en el equipo de trabajo pensamos que la estrategia es el turismo comunitario y que sea la gente quien se empodere para que ofrezcamos un turismo de calidad. ¿Qué tal si logramos que cualquier agencia venga aquí y podamos ofrecerle una experiencia propia de los vecinos de Getsemaní? Queremos motivar a los que están sentados a que monten un negocio. Hoy no llegamos ni a veinte los raizales que tenemos algún emprendimiento en el barrio. En cambio, otras personas de afuera sí están viendo aquí cosas bonitas que nosotros mismos no estamos explotando. 

“El bar Los Carpinteros lo monté con esfuerzo y mucho sacrificio, con la liquidación del trabajo en la construcción de la refinería. Empecé con esa visión de negocio desde antes de salir de la empresa porque ese contrato tenía un límite. Después me ayudé con algún préstamo bancario. Sé que nos falta mucho por hacer de todo lo que tengo en mente, pero hasta la llegada de la pandemia las cosas iban muy bien y hasta le habíamos hecho inversiones.

“La situación por el Covid 19 ha sido muy compleja para todos. Siendo optimista no creo que antes de mediados de 2021 las cosas hayan vuelto a una cierta normalidad. Por supuesto que no conozco el detalle de los demás negocios de nuestra  gente raizal,  pero supongo que como algunos llevan mucho tiempo en sus locales o son propios, puede que no estén pagando el arriendo que pagan otros negocios abiertos más recientemente. Sí conozco de mucha gente del barrio que se había aventurado a montar su negocio y perdieron la inversión. Nadie se esperaba ni estaba preparado para esto; nadie puede decir que tenía ahorros para aguantar tanto tiempo, al menos los del barrio. En el mejor de los casos podríamos aprovechar esta nueva situación para entender que si mi vecina tiene un negocio y le va bien, a mí me va bien; que si mi vecino tiene una pizzería me puede mandar clientes al bar y viceversa. Que entre más negocios sean de los propios getsemanicenses, mejor.

“Yo me veo en el barrio en veinte, treinta años o lo que sea. No estoy pensando en irme. No me falta nada gracias a Dios, pero uno no sabe, porque la vida da muchas vueltas y eso no depende solo de lo que uno quiera sino de lo que quiera toda la familia. En el barrio ahora mismo estamos los que nos queremos quedar. Si hoy no estoy haciendo nada para mantenerme aquí en el futuro lo que en realidad estoy haciendo es esperar a que una situación difícil me saque de aquí. Quisiera que cada quien piense en lo que quiere para el futuro suyo y del barrio y se empodere para hacerlo realidad”.