En ediciones anteriores hablamos del edificio original y su contexto. Esta es la ocasión para ver la fase final de la reconstrucción en sus tareas más ‘duras’, justo antes de que empiecen los terminados y decoración de clase mundial que le darán vida al que será el vestíbulo o lobby del hotel.
Hay que tener presente que el Club Cartagena que diseñó Gastón Lelarge era uno y el que se concretó en su momento fue otro, por el escaso presupuesto. Así que en la intervención actual había que considerar tanto la preservación del edificio patrimonial como -hasta donde fuese posible- recuperar las ideas de Lelarge para su gran obra en Cartagena.
Salvo los muros, todos los demás elementos estructurales y la misma escalera fueron hechos nuevamente, con hierros, concretos y materiales contemporáneos pues los originales amenazaban ruina. Incluso había columnas con una solitaria varilla lisa de hierro, algo impensable hoy como refuerzo estructural.
El desafío incluyó a los muros, que originalmente fueron levantados con una calidad y una técnica notables, pero que ahora requirieron un reforzamiento que los engrosó desde uno o dos centímetros hasta llegar a los quince en algunos casos. “La gente no va a notarlo porque las proporciones indican que se ve armonioso, pero en realidad es más grueso y la estructura más robusta”, según nos explica la arquitecta restauradora Angelina Vélez, quien ha estado al frente de esas tareas.
Con las nuevas dimensiones de columnas y otros elementos, lo más sorprendente es que quien haya estado en el Club Cartagena original no notará la diferencia espacial. Pisará la nueva escalera y creerá que fue la misma de su infancia.
Esto se debe al obsesivo trabajo de diseñadores y proyectistas para redimensionar, proporcionar y volver a encajar todos y cada uno de los componentes arquitectónicos y ornamentales de manera que se percibieran como el edificio original,
“Logramos mantener una armonía entre los elementos del diseño original con las exigencias normativas actuales como el sistema estructural sismorresistente o, en la parte técnica, las redes contra incendios, los variados sistemas que incluyen los de voz y datos o el aislamiento acústico ¡y que toda esa tecnología sea invisible para el visitante!”, cuenta Angelina.
Un sistema que por su naturaleza ocupa un gran volumen es el de aire acondicionado, que no existía cuando se diseñó el edificio. Sin embargo, el visitante no verá un ducto, un cable ni ningún elemento similar y al entrar percibirá el edificio como lo soñó Lelarge, empezando por la gran escalera bañada por la luz del Caribe.
“Otro gran reto fue conservar la magnífica fachada y un espacio como el patio con su escalera, reproduciendo cada uno de los ornamentos que se encontraban incompletos o averiados, a partir de los que estaban en mejor estado. Escogimos para ello a los mejores artistas del país y alfareros finos de Cartagena con una tradición que viene de generación atrás”, explica la arquitecta.
La escalera fue diseñada por Lelarge como la pieza central del edificio, alrededor de la cuál pivota todo lo demás, como en la Ópera de París -también llamada Palacio Garnier-, su gran referente. Se reconstruyó la delicada ornamentación original, también diseño de Lelarge. La luz caerá sobre ella de manera que casi se sienta como un espacio abierto al cielo.
El arco magistral sobre la escalera es un ejemplo de la riqueza visual de Lelarge, con el juego de simetrías, demarcación de espacios y coordinación con el resto de ornamentos, como los remates del segundo piso. Es parte del lenguaje arquitectónico neoclásico, que actualizó el legado de Grecia y Roma.
El pasillo del segundo piso, abierto hacia el gran espacio de la escalera, fue diseñado por Lelarge no simplemente para ir de un sitio a otro, sino como un espacio de socialización, para ver y ser visto por los demás. Conectaba al gran salón y la azotea trasera y con pequeños salones a lado y lado.
La marquesina de alta tecnología, con doble capa de vidrio, dejará pasar la luz, pero no el calor al interior del edificio. A su lado las pequeñas buhardillas o ‘lucarnas’ que rememoran áticos parisinos, con las mismas tejas planas de cemento que fueron una gran novedad en la época. El diseño de Lelarge era industrial y funcional, como otros guiños a la época.
La terraza trasera del segundo piso tendrá una pérgola que dará sombra y generará un espacio social que recordará los tiempos cuando los más jóvenes del club se reunían allí para huir del ambiente más formal del gran salón. Los padres solían echarles un ojo vigilante desde el pasillo.
Vistas espectaculares desde la terraza del tercer piso, que será la que Lelarge soñó, con vistas al parque Centenario y al Centro Histórico de la ciudad. En primer plano una ánfora decorativa diseñada por Lelarge para la casa Lecompte, otra obra suya en el Centro y adaptada para este espacio, que no se pudo construir en la primera época como él lo había diseñado.