Gabo, Cartagena y Getsemaní

CULTURA VIVA

Gabriel García Márquez vivió en Cartagena en épocas de escasez y de abundancia. Aquí hizo vida de familia, se inspiró para dos grandes novelas y afincó un proyecto muy querido por él. Un relato de su conexión con la ciudad y de distintos momentos que vivió en el barrio.


Jaime Abello Banfi
Cofundador y Director General de la Fundación Gabo
Especial para El Getsemanicense


Para hablar sobre Gabriel García Márquez y Getsemaní, hay que contextualizar primero su relación con Cartagena, tan decisiva para su vida y su obra. Esta comienza en 1948 cuando tuvo que venir a buscar un cupo para cursar el segundo año de sus estudios de Derecho en la Universidad de Cartagena y culmina siete décadas después con el retorno de sus restos para ser depositados de manera definitiva en el monumento funerario en el Claustro de La Merced. Su memoria sigue viva en el recuerdo de la gente, las leyendas de los cocheros y los guías turísticos, los grafitis y murales de Getsemaní.

Su padre estaba obsesionado con que su hijo mayor se convirtiera en profesional y le pide en abril de 1948 que se traslade para acá, debido al cierre de la Universidad Nacional y el incendio de la pensión donde habitaba en Bogotá, tras la gran turbulencia del 9 de abril por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. En Vivir para contarla da testimonio de la emoción, del amor a primera vista, que le produce su llegada a la ciudad amurallada a la hora malva del crepúsculo.

En Cartagena encuentra la solución al problema vocacional que arrastra: la carrera de abogado no le interesaba mucho pero en cambio le impulsan unas ganas desaforadas de escribir. Un vecino de Getsemaní, el escritor e investigador cultural Manuel Zapata Olivella, a quien conocía desde Bogotá, le recomienda trabajar en periodismo. De hecho lo lleva a las oficinas del recién fundado diario El Universal, en la calle San Juan de Dios. Gabo cuenta en sus memorias la calidez con la cual lo recibió Clemente Manuel Zabala, el editor del periódico, que ya había leído un cuento suyo publicado en El Espectador. De inmediato le pone a escribir una nota periodística de prueba, la corrige y le invita a colaborar con el periódico.

Sus inicios como periodista en le reportan a Gabito una experiencia inolvidable, que lo conecta mucho con la ciudad y sus gentes, pero unos meses después está buscando nuevos rumbos por los lados de Barranquilla, la ciudad más grande de la región y de espíritu metropolitano, y es así como vive una etapa formativa de trasegar trabajos, lecturas y amigos entre las dos ciudades.


La familia llama

Un segundo momento clave es su retorno en el año 51, cuando sus padre decide trasladar el domicilio familiar a Cartagena, le pide reunificarse con la familia y retomar los estudios de derecho. Venían del municipio de Sucre en la zona de La Mojana, donde vivieron varios once años. Gabo regresa a trabajar en El Universal, con mejor pago, pero descarta el reingreso a la universidad, lo que enfurece al viejo Gabriel Eligio, quien le grita de manera profética en pleno Camellón de Los Mártires: “¡Comerás papel!”. De esa época queda una historia muy linda, la de su emprendimiento periodístico con su socio y amigo, el linotipista ‘Mago’ Dávila: sacaron durante una semana mil ejemplares diarios y gratuitos de El comprimido, el periódico más pequeño del mundo.

Tras un par de años más entre Cartagena, Barranquilla y viajes por la región Caribe como vendedor de libros, Gabo se muda a Bogotá para trabajar como reportero de El Espectador, donde adquiere prestigio nacional. De ahí salta a su largo periplo de vida y creación por Europa, Caracas, Bogotá, La Habana, Nueva York y México, la ciudad donde busca suerte en la industria del cine y asienta la familia que había formado con la bella mujer bolivarense Mercedes Barcha. Allí le atrapa la fama mundial con la publicación de Cien Años de Soledad. A partir de entonces Cartagena se volvió su referente en Colombia. Regresó la primera de muchísimas veces en 1966. cuando trajo al Festival de Cine de Cartagena la película En este pueblo no hay ladrones con guión suyo y en la cual tiene una aparición fugaz como portero de la taquilla de un teatro en un pueblo.

Desde los años 70, cuando adquiere un apartamento, la relación con la ciudad se convierte en sistemática y frecuente. Cartagena es un lugar donde se reúne con su familia casi que anualmente y revive el famoso ‘rincón guapo’, la tertulia con sus hermanos. La recorre y disfruta, aquí desarrolla proyectos literarios que se traducen en novelas formidables y sus memorias, participa en el Festival de Cine, va a sus restaurantes, se encuentra con amigos del alma como Alejandro Obregón o aquellos que hizo décadas atrás en sus comienzos de reportero, pero hace también nuevos amigos. Por muchos años mantiene su apartamento en El Laguito, en el edificio al que popularmente llaman ‘La máquina de escribir’.


Los proyectos para Cartagena

Con los años Gabo escoge Cartagena para hacer la casa soñada para su vejez. Le había gustado mucho la Casa de Huéspedes de la Presidencia, inaugurada hacía poco y decide encargarle el proyecto arquitectónico a su diseñador Rogelio Salmona, con quien había coincidido en su época de escritor desempleado en París. En el lote del barrio San Diego frente al mar y la muralla donde finalmente se construye la casa había una bodega en la cual funcionaba una imprenta. Es ya legendaria la historia de que al reunirse con el dueño para cerrar la negociación no sólo no se lo aumentó, lo que se esperaba cuando se enterara de que el comprador sería García Marquez, personalidad de fama mundial, sino que le confesó que más bien tendría que rebajárselo, por todo el dinero que había hecho imprimiendo ediciones pirateadas de sus libros.

Mientras se construye la casa, Gabo empieza a inventar un proyecto para Cartagena. Lo movían la nostalgia por el periodismo y sus reflexiones sobre el poder de la vocación para la educación. Retoma una idea de la época en que ganó el premio Nobel, cuando quiso hacer un periódico en Colombia que se iba a llamar El Otro. En 1983, año en que le conocí en Barranquilla, descarta el proyecto, a pesar de que le trabajó bastante, pero de eso le quedó la idea de hacer talleres de periodismo. Diez años más tarde, el 28 de diciembre de 1993, se reúne a cenar conmigo en Barranquilla, cuando yo era gerente de Telecaribe, y me pide que le ayude a concretar la iniciativa. Tres meses después nos reencontramos en Getsemaní, en la inauguración del Festival de Cine, momento del cual guardo una foto, y nos pusimos de acuerdo para abordar la fase de planeación.

A lo largo de 1994 hicimos en Cartagena una serie de reuniones para recoger su pensamiento, analizar de forma exhaustiva alternativas de actuación y producir un estudio de factibilidad con la asesoría del economista Alberto Abello Vives, tras lo cual firmamos el acta de constitución junto a la piscina del Hotel Caribe, donde me encomendó la dirección de la organización que habíamos creado. Inicialmente se llamó Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano - FNPI; luego en 2012, con expresa autorización notarial suya y de Mercedes, incorporamos su nombre a la razón social y ahora de forma abreviada se denomina Fundación Gabo. 

El primer taller fue sobre crónica y lo hicimos en la sede de El Universal junto al Castillo San Felipe, con la idea de que los periodistas recorrieran la ciudad en búsqueda de sus historias, especialmente en la zona del Centro. Desde entonces comenzó una andadura que nos ha tomado veintiséis años, que nos ha permitido traer a Cartagena a miles de periodistas del continente para participar en talleres y seminarios y que ha dado lugar a una institución internacional en la que trabajamos de manera permanente en nuestras oficinas de la calle San Juan de Dios un equipo de treinta profesionales, casi todos de Cartagena, organizando proyectos y actividades en distintos países de Iberoamérica.

Con el apoyo de los hijos de Gabo, Rodrigo y Gonzalo, que hacen parte de la junta directiva, la Fundación Gabo se enfocará en los años venideros a fortalecer su presencia y actuación en el ámbito local, manteniendo sus programas internacionales. La prioridad actual es sacar adelante, en alianza con la Universidad Nacional de Colombia y con el apoyo del Gobierno Nacional por medio de FONTUR, un gran proyecto de ciudad y de país de naturaleza pública con colaboración privada, para la apropiación colectiva del legado de Gabo y su relación con Cartagena. 

Se trata del Centro Gabo, que opera ya de manera virtual e itinerante, y para el cual aspiramos a desarrollar un edificio de arquitectura icónica que tenga efectos de renovación urbana, en el cual albergar un centro cultural y de innovación educativa y social, con impacto positivo para el turismo y la vida comunitaria del Centro y de Getsemaní. El Distrito de Cartagena ha destinado para el efecto un predio de su propiedad donde funcionaban los cines en La Matuna, a un costado del parque Centenario, mediante un convenio que firmamos recientemente. La idea es un espacio democrático, incluyente, sostenible con una oferta de exposiciones interactivas, documentación e investigación, talleres y cursos, laboratorios de creación, presentaciones en vivo, proyecciones, audiciones, lecturas, y zonas de encuentro y esparcimiento.

La proyección, y así lo quieren sus hijos, es que Cartagena sea el núcleo de esa gestión de la memoria y legado de Gabo en cuanto personalidad cultural extraordinaria. Hay una geografía de Gabo que pasa por Aracataca, Barranquilla, Bogotá, París, México, Barcelona, La Habana y otros lugares, pero al final todo converge aquí. Cartagena es la capital del mundo de Gabo.


Gabo y Getsemaní

La relación de Gabo con Getsemaní había comenzado desde la época de reportero porque Getsemaní era el refugio nocturno. Después de trabajar, los amigos se iban a caminar por el Camellón de los Mártires y al mercado, casi siempre a La Cueva, el comedero popular atendido por un personaje flamante que luego haría parte de su universo literario.

Esa relación con Getsemaní y el Centro siempre fue muy especial, tenía algo de familiar, de afecto con la ciudad. Por eso no es de extrañar que haya escogido a Cartagena como escenario con nombre propio real de dos de sus novelas más importantes, como El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios. En ambas novelas, obviamente, hay alusiones a Getsemaní y espacios traspuestos como el mercado donde un perro muerde a Sierva María.

Gabo participó en varias versiones y apoyó el Festival Internacional de Cine de Cartagena -FICCI-, cuyas galas se hacían primero en el Teatro Cartagena y luego en el Centro de Convenciones, donde también asistió a muchas otras actividades. También estuvimos juntos en el Claustro San Francisco, para visitar el Colegio Del Cuerpo, que hacía sus ensayos allá. Recuerdo haberlo visto emocionado con esa experiencia.

Los puntos de referencia relacionados con Getsemaní y Gabo también pasan por los momentos que compartimos en comidas y bailadas en diversos lugares que me gustan mucho. Getsemaní es un lugar muy especial de Cartagena, está lleno de autenticidad y tiene algo muy valioso, que es su vida local, que posiblemente ha disminuido en otras zonas del centro y que todavía en Getsemaní se mantiene: ese espíritu festivo, esa tradición de barrio cartagenero con sus historias legendarias.

En 2007 se celebró en Cartagena el Congreso Internacional de la Lengua, uno de cuyos eventos centrales fue el homenaje a Gabo que resultó apoteósico. Vinieron jefes de Estado, escritores, muchísima gente; se llenó el Centro de Convenciones. Un momento muy especial fue cuando anunciaron de manera sorpresiva la llegada de Bill Clinton. Gabo cumplía ochenta años y Cien Años de Soledad, cuarenta de haber sido publicada. La ciudad entera se vistió de García Márquez. También era el retorno después de cuatro años, pues había estado enfermo y en tratamientos médicos. El lunes, que era festivo, terminamos yendo a parrandear a Quiebracanto con Enrique Santos Calderón y otros amigos suyos. Gabito bailó y estuvo contentísimo. Fue una noche inolvidable.



Fundación Gabo

Es una organización internacional sin ánimo de lucro, creada en Cartagena en 1994 por iniciativa de Gabriel García Márquez, quien impartió allí talleres de periodismo y fue presidente de la junta directiva hasta su fallecimiento en 2014. Tiene tres áreas centrales de actuación:

La primera es promover el periodismo de calidad, que es la misión con la que nació y se convirtió en un referente iberoamericano y global. Su fortaleza ha estado en los talleres prácticos de formación, los seminarios y redes de intercambio, el programa de ética periodística, los premios que llevan el nombre de Gabo, el festival de periodismo que se realiza cada año y las publicaciones. Decenas de miles de periodistas de Iberoamérica han participado en sus actividades presenciales y virtuales, que se pueden seguir en: https://fundaciongabo.org

Un segundo campo es la innovación educativa, mediante el trabajo con niños y jóvenes y educadores en los territorios de Cartagena y la región Caribe, que surgió con la idea de aprovechar la experiencia adquirida en los talleres de periodismo para invertirla en el trabajo con chicos en edades escolares con los fines de fomentar su expresión personal y sentido de ciudadanía, y promover un uso ético y creativo del poder de contar y compartir historias en los contextos digitales.

Un tercer campo es la apropiación colectiva de la memoria de Gabriel García Márquez, para estimular e inspirar a las nuevas generaciones a partir de Gabo y sus ideas como un activo de desarrollo social y cultural.


Centro Gabo

Esta iniciativa se fundamenta en el el artículo 7 de la ley de honores 1741 de 2014 que dispone que se establezca en Cartagena el Centro Internacional para el Legado de Gabriel García Márquez (Centro Gabo), concebido como proyecto de alianza público-privada, a cuya puesta en marcha y sostenimiento deberán contribuir la Nación, a través de los ministerios de Cultura y de las TIC, el Distrito de Cartagena y el Departamento de Bolívar, y otras entidades públicas, con el rol de gestor y aliado estratégico de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (ahora Fundación Gabo).

El plan director y los estudios técnicos del Centro Gabo se elaboraron en 2015 con consultores nacionales e internacionales, con financiamiento y supervisión de los Ministerios de Cultura y de las TIC. A partir del enfoque propuesto en el Plan Director se puso en marcha, como etapa inicial, un centro de conocimiento disponible en Internet (https://centrogabo.org/) y la fase siguiente es el proyecto de construir y poner en marcha, en alianza con la Universidad Nacional de Colombia, un espacio cultural con una variada oferta de exposiciones interactivas y actividades culturales, periodísticas y educativas, para públicos especializados del mundo entero (periodistas, investigadores, académicos, estudiantes, artistas, grupos culturales), turistas y los habitantes de Cartagena, especialmente de La Matuna, Getsemaní y las comunidades circundantes del Centro Histórico de Cartagena.

El proyecto ha sido priorizado por la Presidencia de la República y FONTUR, con el título de Casa Naranja - Centro Gabo, contando con la destinación de un lote del Distrito de Cartagena en la zona de La Matuna, frente al Parque Centenario.


Testimonios

“Gabo estuvo visitándonos en dos ocasiones en el convento de San Francisco. La primera vez en 1998 cuando el colegio apenas comenzaba, ensayando en el segundo piso. Hay una imagen muy bella con los niños y muchachos que luego hicieron parte del grupo piloto experimental. Atesoro una foto mía con él en esa visita, que fue muy inspiradora. Les habló a los chicos sobre el talento y la disciplina; sobre la mezcla de ambos factores que es quizás lo más importante que uno pueda hacer para realizarse como ser humano y conseguir sus sueños”. 

“Regresó varios años más tarde, cuando estábamos en el primer piso. Vio un ensayo. Habló de nuevo con los chicos. Gabo siempre fue muy deferente y respetuoso con mi trabajo. Yo en ese entonces soñaba con que el convento San Francisco, la capilla y los antiguos teatros se convirtieran en la sede del Colegio. Él me animó desde el primer momento a iniciar con este proyecto. Cuando se lo llevé apenas en papel, me dijo que el nombre Colegio del Cuerpo le parecía del carajo, porque le parecía el título de un libro de poemas. Me sirvió para entender que mi trabajo es formar poetas del movimiento, no solo bailarines”.

Álvaro Restrepo
Fundador y director del Colegio del Cuerpo


“La primera vez que Gabo llegó a Bazurto Social Club yo estaba con mi socia Fadia de la Rosa en las sillas que daban a la calle. Era un día frío, de poco movimiento. De pronto estacionaron tres carros al frente nuestro y se bajaron Gabo, Mercedes y otros amigos. Para nosotros fue una sorpresa enorme. Por supuesto que no los esperábamos. Nos preocupamos porque quedaran muy bien atendidos, pero decidimos que lo mejor de nuestra parte era dejarlos solos para que disfrutaran del sitio y que no se sintieran intimidados por un exceso de atención de nuestra parte. En esas entró un muchacho del Hay Festival y salió diciendo que estaba vacío, apenas con una mesa de viejos. Le insistimos en que mirara qué viejos eran y no lo podía creer”.

“Otro vez doña Mercedes nos hizo una reserva. Esa noche teníamos en el escenario a Justo Valdez con el Son Palenque. Al Gabo le encantó. Luego llegó un muchacho con un títere al que ponía a bailar champeta en la barra. Y García Márquez parecía un niño viendo a ese títere bailar. Les encantó el arroz de langosta que les hice. Nos llamaron a la mesa para decirnos que ellos iban a encargarse de hacerle mucha propaganda a nuestro sitio y la verdad nos ayudaron muchísimo porque durante un buen  tiempo nos estuvieron enviando una cantidad de gente maravillosa que nos visitó”.  

Jorge Escandón
Fundador de Bazurto Social Club y La Cevichería


“Gabo vino en 2010. Teníamos un año de haber abierto. Jaime Abello -que era muy amigo de mi tía María José, ‘Pepina’, la chef e inspiración- los trajo a almorzar. Eran días de poca venta. Vinieron con Mercedes, su esposa. Estuvieron degustando varios plato de Pepina. Recuerdo que comió ‘cabeza de gato’, mote de queso, algo de posta cartagenera. Él estaba un poquito achacoso y no habló mucho. Pero Mercedes si habló bastante con Pepina. Se tomaron un whisky y pasaron un rato muy ameno. Teníamos una emoción muy grande de tener a ese tremendo personaje en el restaurante, tuvimos la oportunidad de abrazarnos con él varias veces. Era una energía super contagiosa, nos tomamos varias fotos. Luego de que Gabo falleció Mercedes vino unas tres o cuatro veces más al restaurante”.

Christian Sepúlveda
Fundador de La Cocina de Pepina