Un getsemanicense que marcó época como entrenador de baloncesto de Cartagena y Bolívar, no solo como estratega sino como formador de generaciones de jugadores y técnicos. Su presencia cotidiana frente a la plaza de la Trinidad no nos acompañará más.
Nació a pocos pasos de esa casa frente de la plaza en la que al caer la tarde solía sentarse para conversar con vecinos y transeúntes, siempre pendiente de lo que ocurría en ese espacio público que vio transformarse tanto a lo largo de su vida.
El deporte fue lo suyo desde niño. Fue campeón de natación y arquero de fútbol, aunque su estatura no era el estándar. Luego, por muchos años, trabajó en un barco petrolero hasta que vio otro futuro para su familia, pues tenía mujer y tres hijos -Hugo, Cinthya y Wilmer- cuando decidió irse a estudiar a Estados Unidos. La hermosa historia de sus amores con Lina Esther Corcho, la madre de los tres, aún está por contarse. Lina era una hermosa morena de un carácter dulce y alegre, que contrastaba con la seriedad de Hugo. Los allegados le decían Pachita.
En las universidades de Indiana y de Duke se formó en instrucción de baloncesto y pedagogía. También en técnicas de fisioterapia para vendar lesiones de pies, muñecas, tobillos y manos, tan comunes en el baloncesto.
Los entrenadores de los equipos de ambas universidades se portaron muy bien con él. El entrenador de Duke era un joven "Mike" Krzyzewski, quien apenas había comenzado su legendaria trayectoria que lo llevaría a ser el entrenador de los Estados Unidos, campeón olímpico en tres oportunidades. A Hugo lo hicieron parte del equipo técnico que estaba en el campo durante los juegos. Una fuente invaluable de experiencia y que pocos años después lo distinguiría en el baloncesto colombiano.
El plan marchaba bastante bien. Ya había terminado materias y estaba en prácticas cuando del otro lado del teléfono se enteró de que Wilmer, su tercer hijo, había tomado por accidente una crema con soda caústica que Lina preparaba para alisar el cabello de sus clientas. Ella había montado una peluquería en la casa de la calle San Juan para ayudar en la economía del hogar mientras Hugo terminaba de formarse en el extranjero. Regresó de inmediato. Las lesiones de esófago y estómago eran muy delicadas y la plata que había ahorrado se le fue en operaciones y tratamientos.
Después de superar aquel mal momento familiar comenzó esa otra parte de su vida en la que dejaría un legado por el que se le seguirá recordando: no solo fue un gran técnico, sino un formador de nuevas generaciones, entre las que destacaron un sinnúmero de jugadores que brillaron en Colombia y afuera. La lista sería interminable, pero baste nombrar a William Madrid, Guido Palomino, Boris Campillo o José Tapia, el reconocido técnico nacional.
Su primer trabajo fue por la puerta grande: técnico de las selecciones de Cartagena y Bolívar. En paralelo, entrenador del colegio Comfenalco. Por aquellos años vivieron en la calle de La Sierpe, donde hasta hace poco tiempo funcionó el restaurante Cháchara y ahora, Di Silvio Trattoria. Aún funcionaba la Jabonería Lemaitre en el lote contiguo, según recuerda su hijo Wilmer, quien nos ayudó a recordar la historia de su padre.
Tras ese primer ciclo profesional, que duró muchos años, con distintos campeonatos ganados y puestos de honor, comenzó otro de muchos años en el colegio Salesiano y la Escuela Naval de Cadetes, con éxito similar.
Por esa época murió Lina, su gran amor. En la casa comenzó otra etapa como papá y mamá al mismo tiempo. Le dedicó entonces mucho tiempo a terminar de criar a sus muchachos, que lo necesitaban todavía porque el barrio pasaba una época difícil y ellos aún estaban estudiando. “Fue un tremendo papá. Sin lujos, pero siempre tuvimos nuestro estudio, casa ropa, comida y ropa. Estricto con los temas de salir de fiesta o a beber”.
Cynthia se graduó como arquitecta, carrera que ejerce con éxito en el campo de la restauración. Wilmer, como administrador de empresa y después vivió algunos años en Estados Unidos. Hugo, el mayor, vive en ese país hace varios años, donde es propietario de un taller automotriz.
Por temas de salud, hace unos diez años se retiró de todas sus actividades como formador deportivo. Entonces, como también hace tres años y a la hora de su muerte, en este mayo de 2021, sus ex pupilos le rindieron homenaje a este hombre de barrio que les enseñó cómo comportarse en una cancha, pero también en la vida.
Muchas despedidas
En los últimos meses han fallecido varios nativos del barrio, no necesariamente por causa del Covid 19.