La gallera del Espíritu Santo

EN MI BARRIO

Hubo un tiempo en que en la calle del Espíritu Santo, cerca de la iglesia de San Roque se daban cita los mejores galleros de la ciudad y la región. Era una versión un poco más pequeña de La Serrezuela, pero aún así de un tamaño considerable, bastante visible desde la distancia.

Rafael Ballestas Morales la recuerda como “el coliseo del Espíritu Santo, el templo gallístico de Cartagena”, donde Galo Ramos era el rey. 

“Galo Ramos Pájaro fue un turbaquero polifacético que ganó la celebridad de mejor gallero de Colombia, además de hábil manejador de la tijera en su peluquería de la esquina de la Media Luna con San Andrés y ameno charlador, como todo peluquero que se respete”.

“Cómo sería la fama de buen gallero de Galo Ramos, que el general Juan Vicente Gómez, amo y señor de Venezuela durante 27 años, mandó a Cartagena a Ciro Moreno, gallero de confianza de su cuerda, para que lo conociera, aprendiera de él los misterios del oficio e intercambiaran experiencias. Moreno permaneció en Cartagena tres meses haciendo un curso de altos estudios gallísticos al lado del consagrado maestro”, cuenta Ballestas en su infaltable Cartagena de Indias. Relatos de la vida cotidiana y otras historias.

Había sido levantada en 1902 según documentó la historiadora María Teresa Ripoll. “Aficionados a la fiesta brava y a la riña de gallos los hermanos Vélez Daníes construyeron las dos primeras plazas de toros con que contó la afición cartagenera, y una gallera que sería instalada en Getsemaní, en la calle del Espíritu Santo, en donde se harían famosos los gallos de la veta ‘Velera’”. De ahí derivaría la llamativa semejanza con La Serrezuela: levantadas casi al mismo tiempo, por el mismo patrocinador, es razonable pensar que fueran diseñadas por la misma persona.

Le correspondió un sitial particular en una ciudad en la que había más galleras reconocidas. También estaba la gallera de la Quinta, en el barrio Chino Y por supuesto, las herederas como grandes escenarios de la ciudad: la del Bosque y La Española, en el barrio España, donde estuvo el teatro del mismo nombre y que hasta hace pocos años acogió campeonatos internacionales.


De guantes y trompadas

Pero no solo fue gallera. También presentaban artistas y espectáculos. Pero su otro uso notable fue como cuadrilátero de boxeo, cuando ese deporte hacía furor en la ciudad. Y Getsemaní no era la excepción. “Una mañana las cuerdas aparecieron sujetas a las estacas como si estuvieran allí desde mucho tiempo atrás. La noche anterior el “Maco” desvalijó el encordado de los mástiles de dos chalupas varadas en la playa del Arsenal. Bajo un árbol de higo, cuyas raíces caminadoras habían derruido las paredes de la construcción colonial colgaron el saco lleno de arena y aserrín para los entrenamientos. Así comenzó el tinglado de una profesión para quienes sólo conocían las palizas de la miseria y los desengaños” recordaba Manuel Zapata Olivella, cuya familia vivió en diagonal al predio donde estuvo la gallera.

Vueltas que da la vida: Galo Ramos se casó con Edelma Zapara Olivella, hermana de Manuel. Tuvieron cuatro hijas. Galo murió en 1983, con el aura intacta de gran gallero, con más de quince mil peleas en su registro.

Del boxeo hay registro al menos hasta la década del 50. Alguien recuerda haber visto en este escenario a Tomás Padilla, ‘Kid Bururú’, un salvavidas y boxeador de Marbella, de discreto éxito, alrededor del cual se tejió la leyenda urbana de que noqueaba con un puño en el hocico a los tiburones que alguna temporada asomaron por las playas de El Cabrero.

Pero el nombre mayor que pasó por ese ring fue Rodrigo, ‘Rocky’ Valdés, el campeón mundial nacido y criado en Getsemaní. “Como la mayoría de mis amigos eran boxeadores, les llevaba los maletines cuando iban a entrenar al coliseo del Espíritu Santo. Viéndolos practicar me fue naciendo la pasión por el boxeo. Yo llevaba los guantes en la sangre, porque en la calle peleaba a las trompadas  todos los días. Cuando perdía, ahí se venía el problema, porque ese tenía que pelear conmigo tres  ó  cuatro veces más para quedar satisfecho”.


Mueblería Charlie 

Después de aquella época en ese predio funcionó el taller de la Mueblería Charlie, de Jacobo Kuperman, quizás de orígen polaco. Hacían muebles generales para el hogar, pero el almacén lo tenían en la calle de la Moneda, en el Centro. La gallera había venido a menos y ya no se veía desde la distancia. Roberto Salgado, vecino de la calle del Espíritu Santo, conoció tanto los vestigios de la gallera como la mueblería, pues trabajó allí como cobrador. Ocasionalmente alcanzó a ver los restos de arcos y las graderías similares y -sin saber aún el nexo histórico- las compara con las del Circo Teatro, el nombre antiguo de La Serrezuela. También recuerda haber visto una especie de taquilla incrustada en una pared, parecida a la del cercano teatro San Roque. 



Agradecimiento al historiador Hernán Reales Vega 
por la foto de la gallera y datos de contexto.