“Esto aquí es el desvare o el saca de apuro” dice Manuel Támara, getsemanicense y propietario del local de ropa de segunda mano en la calle de Guerrero. Él recibe a sus clientes en bermuda, camiseta y chancletas en el pretil de su local. Con un tono de voz grueso le da la bienvenida a quienes llegan. Él les muestra las prendas a los clientes aunque advierte que “a los extranjeros no les gusta que se les acose cuando están mirando”. Siendo una persona mayor aprendió a vender sus prendas a los más jóvenes. Es alto, sonriente y de cabello gris.
“Comencé este negocio en 2017 inspirado por mi madre, Ana del Castillo de Támara. Ella era una mujer muy conocida en el barrio, porque fue directora del antiguo colegio Mayra Sánchez, del barrio la Candelaria, y profesora del colegio La Trinidad. Además, le encantaba ayudar al prójimo porque era una mujer que estaba en los caminos de Dios. Ella tenía mucha ropa acumulada que compraba en sus viajes a Estados Unidos. Tenía un closet gigante y varios pequeños”, dice Manuel.
“Cuando ella murió, mis hermanos y yo nos preguntamos -¿Qué vamos hacer con toda esa ropa?- y ellos me dijeron -Ponla ahí en la calle y haz un remate con precios bajos y lo que puedas regalar, regálalo-. Comencé a hacer eso y me di cuenta que no solo los vecinos venían a comprar, sino también los turistas y mochileros”, cuenta Támara.
“Este tipo de venta nunca se había visto en el barrio y me agrada que la gente por la calle me reconozca y me diga: -¿Tú eres el de la ropa de paca? Eso me satisface porque cada vez que me dicen eso me acuerdo de mi madre y que estoy haciendo una buena obra”.
“En ocasiones entran los turistas a mirar la ropa y no se dan cuenta que el local está al aire libre. Cuando empieza a serenar y sienten las gotas de agua se sorprenden. Por otro lado, la ropa que vendo acá es para que la persona la use de la casa a la tienda o hacer cualquier vuelta donde va a recibir mucho sol. Sin embargo, hay prendas de mejor calidad que sirven para salir o para ir a trabajar”, dice Manuel.
“Yo vendo ropa de hombre y de mujer, pero la de mujeres se vende más, especialmente las que son fluorescentes o de frutas. Todo lo que llame la atención no solamente del turista sino también de la gente local o del vecino, porque ya han entrado a esa moda de las prendas coloridas ó carnavaleras”, explica.
“Sin embargo, los turistas cuando van a comprar no tienen en cuenta si es de hombre o mujer; usan la ropa independientemente del género. Ya no hay distinción ni diferencia en la ropa de hombre o mujer. Vendo camisas de hombre, suéter, camisetas, etc.”, cuenta Támara.
“Aquí se consigue ropa de hombre de todas las edades, tanto para jóvenes como de la tercera edad; igual para las mujeres: vestidos ligeros, blusas, camisas y camisetas para hombres, los pantalones para caballeros son más costosos, por eso no vendo muchos acá. Aunque un detalle que me llama mucho la atención es que a las extranjeras le gustan vestidos de las señoras mayores. Las he visto mucho midiéndose un vestido de esos, mirándose en el espejo y luego lo compran”, dice Támara.
“La ropa la compro en Bazurto en las pacas de allá. Yo selecciono las prendas dependiendo de los precios porque para mí es muy importante vender a bajo costo. En mi selección también influye el estilo de lo que más vendo en el local”, dice Manuel.
“Yo siempre estoy contento con las personas que me visitan y ellas también se van contentas por el precio, pero más que todo por el trato que les doy. Me gustaría que esta tradición siguiera y mis hijos y nietos continuaran en esto, para ayudar a quienes vienen a conocer Cartagena o Colombia. Quiero que se vayan satisfechos y que sigan así su recorrido por el país”, dice.
“Como colombiano me siento orgulloso ayudando tanto a los turistas como a los locales. Recuerdo que un día llegó una pareja de señores con una joven que era malabarista. Me dijeron que querían un buen precio porque esa muchachita, que era su hija, estaba recorriendo el mundo. Ella los había llamado y les dijo que estaba en Cartagena y ellos vinieron porque también querían conocer la ciudad”, recuerda Manuel.
“Yo atiendo todos los días de 9:00 a.m. hasta medianoche. Por el hecho de vivir acá siempre estoy aquí y prefiero mantener mi negocio abierto: así me distraigo y converso con las personas que llegan, que además siempre tienen muchas anécdotas”, agrega Manuel.
“Este sitio es conocido como “La ropa de paca”, ya que es el único que hay en Getsemaní. La gente lo referencia así: “Ahí donde venden la ropa de paca al lado de la Escuela Taller o al lado del restaurante Vacamoo ó la calle que te tira derecho a la iglesia de la Trinidad o la calle donde está la Havana”, puntualiza Manuel.