La calle San Andrés, en el barrio de Getsemaní, es un testimonio palpable de la evolución urbana y cultural de una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Recorrer esta calle es sumergirse en un capítulo fascinante de la historia cartagenera, marcado por cambios significativos que reflejan tanto la transformación de la comunidad local como el impacto del turismo y la gentrificación.
Hasta hace aproximadamente una década, la calle San Andrés era una de las vías más tranquilas y menos transitadas de Getsemaní. Durante los años 2000, su ambiente sereno y su escaso movimiento comercial la hacían un refugio para las familias que buscaban un ambiente residencial más reservado. En aquel entonces, hablar de la calle San Andrés era hablar de un entorno familiar, de profesionales estables económicamente y de una comunidad respetable. Las familias eran el corazón de la calle, y su presencia era crucial para el carácter de la zona.
Entre las familias más destacadas de la época se encontraba la familia Mogollón, una de las más antiguas y reconocidas de la calle. Las Mogollón, junto con otros residentes, contribuyeron al ambiente apacible y comunitario que definía a San Andrés. Rosario Castro, una residente de la calle Las Maravillas, recuerda con nostalgia aquellos días en los que la vida en San Andrés se desarrollaba a un ritmo pausado. "La última familia se mudó hace poco tiempo", comenta Rosario, reflejando el fin de una era en la calle.
En esos tiempos, el comercio en San Andrés era modesto. Las pocas tiendas y establecimientos presentes eran pequeños y familiares, reforzando el carácter predominantemente residencial de la calle. Entre los comercios emblemáticos se encontraba la carnicería de José María Lacayo, llamada Districarne La Magdalena, ubicada en la esquina de la calle San Andrés, junto a la calle Tripita y Media. Que formaban parte de la rutina diaria de los vecinos. Aunque modestos, estos comercios eran fundamentales para la comunidad y contribuían a su cohesión social.
La transformación de la calle San Andrés comenzó a hacerse evidente con el auge del turismo en Cartagena. La demanda creciente de alojamiento y servicios turísticos llevó a una renovación de los edificios históricos y a un incremento en la actividad económica. La calle, anteriormente tranquila y residencial, se transformó en un vibrante centro de comercio y cultura. Hostales y residencias proliferaron, y la calle San Andrés pasó a ser una vía repleta de tiendas, restaurantes y bares, atrayendo tanto a locales como a turistas.
La gentrificación, sin embargo, no tardó en convertirse en un tema relevante en las discusiones sobre el desarrollo de San Andrés. Muchos residentes originales se vieron obligados a mudarse debido al aumento en el costo de vida y a la presión inmobiliaria. Rosario Castro expresa un lamento por los cambios: "Ya no queda nada de lo que era hace diez años".
Hoy en día, la calle San Andrés es una de las principales arterias que conducen a la Plaza de la Trinidad, uno de los puntos más icónicos de Getsemaní. También conocida como Carrera 10, la calle se distingue por sus edificios coloridos y su ambiente acogedor. La decoración vibrante con banderines de colores y una oferta gastronómica diversa la convierten en un lugar central tanto para los residentes como para los visitantes de la ciudad.
Uno de los lugares más destacados en la actualidad es el restaurante El Cabildo de Getsemaní, que abrió sus puertas el 11 de noviembre de 2018. El restaurante ocupa el espacio que anteriormente era la carnicería Districarne La Magdalena, una de las pioneras en el sector y un punto de referencia para los vecinos durante décadas. La carnicería Districarne, dirigida por José María Lacayo, era conocida por su popularidad entre los cartageneros, quienes madrugaban para comprar carne fresca. A partir del año 2000, esta se adaptó a los tiempos modernos e implementó un servicio de domicilios, con hasta 20 motos, repartiendo pedidos por toda la ciudad. Sin embargo, en 2015, el negocio tuvo que cerrar debido a las restricciones para el ingreso de camiones a la calle.
El restaurante Cabildo, dirigido por el hijo de José María Lavayo, también llamado José Lacayo, sigue el legado de su familia y se ha convertido en un referente en San Andrés. Este restaurante ha logrado atraer a una gran cantidad de comensales, recibiendo aproximadamente mil personas diarias y hasta 3.500 los fines de semana. Junto al Cabildo se encuentra el restaurante Gimaní, que rinde homenaje al antiguo nombre de Getsemaní, y al frente, en la que solía ser la casa de la familia Mogollón, está el restaurante Mulatos, otro de los populares establecimientos de la familia Lacayo.
A pesar de los desafíos que ha traído la transformación, la calle San Andrés sigue siendo un símbolo de la adaptación y resiliencia de Getsemaní. La combinación de su patrimonio histórico con el dinamismo económico actual ofrece una visión de cómo las ciudades pueden evolucionar sin perder su esencia comunitaria. La presencia de nuevos emprendedores y la revitalización del comercio han mantenido a San Andrés como un lugar vibrante y relevante en Cartagena.
En definitiva, la calle San Andrés en Getsemaní es un ejemplo fascinante de cómo una comunidad puede transformarse con el tiempo. Desde su pasado como una tranquila vía residencial hasta su presente como un bullicioso centro comercial y cultural, la historia de San Andrés refleja los cambios que han moldeado a Getsemaní y a Cartagena en general. Al recorrer la calle hoy, uno puede experimentar una mezcla de pasado y presente, recordando que el cambio es una constante y lo que antes era su esencia como la Moni dad, ahora el comercio ocupa ese lugar.