Puede que para muchos el origen de Las Tablitas sea un misterio. Parece tan vieja como el barrio si pensamos que hacia mediados de los años 1600 ya se hablaba de casas de tablitas en Getsemaní. Sin embargo, diagonal a la tienda vive Maria Clara Julio León, nieta de doña Ana Carmela Torres, quien dicen fue la primera dueña de la icónica tienda en la forma que hoy la conocemos.
Allí todavía venden la bolsa de arroz menudeada; los carretilleros se sientan a descansar y algunos visitantes a tomar cerveza bien fría. Al atardecer y las noches los vecinos salen a tomar el fresco, juegan dominó en la calle y los niños corretean hasta que los mandan a dormir. Puro sabor de barrio.
“Haciendo cálculos mi mamá, Albertina León, era del 1923 y mi abuela ya tenía entonces la tienda. Y eso que mi abuela ya tenía otros dos hijos más. Es decir, hasta la fecha son mínimo 95 años. Pero no sé en qué año exacto se fundó la tienda. Eso sí, es la tienda más antigua del barrio, te lo puedo asegurar”, dice María Clara.
“Mi abuelita era una mujer de negocios. Mi abuelo murió y a ella le tocó criar a sus cinco hijos con las ganancias de la tienda. La señora Petrona Ramos le alquiló el lote. Eso lo sé desde que tengo uso de razón. Recuerdo que vendía arepa con huevo, empanadas, buñuelos, avenas, chichas, pasteles y víveres. Eso eran poncheras completas las que salían de esta casa, donde vivíamos con ella. Se llenaba. En esa época esto era puro vecino. También cuando yo tenía siete añitos esto era tierra”.
“Ella abría el negocio a las cuatro de la mañana, venían los del periódico y los tiraban. También había otras tiendas más grandes cerca del mercado que vendían al por mayor. En cambio, acá era todo con pesita, el aceite con cuchara de aluminio, el azúcar se entregaba con bolsas de papel. Todas las bolsas eran de papel, nada venía empacado”.
“Recuerdo que mi abuela tenía un taburete y a veces se echaba sus reclinadas. En ese tiempo las personas respetaban mucho: se quedaba dormida y nadie le robaba. Ella compraba en una distribuidora que se llamaba La Colombiana, en el antiguo mercado. Me acuerdo que guardaba la plata en una cajita de madera y hacía particiones de billetes y monedas. También la gente le pedía ñapa, y ella les daba un platanito manzano”.
“Mi abuela me contaba que los hombres y mujeres que venían de las islas de Barú y Bocachica llegaban a esta calle a dejar sus chancleticas de esquina a esquina cuando iban para el mercado. De ahí el nombre de Calle de las Chancletas. De regreso cogían por el Arsenal, calle Las Palmas y entraban hasta acá. Al final cada quien regresaban de hacer sus vueltas y encontraba a cada persona con sus chancletas”.
“Ese murito que ves ahí no lo han cambiado. Yo me sentaba ahí. Recuerdo mucho a la gente. Esta calle eran puros cuarticos. A los nueve años nos trasladamos para otra casa en el Carretero cuando a la abuela le pidieron el local, pero la tienda siguió. Después pasaron a otros dueños: la señora Dory Aponte, un señor paisa y finalmente terminó en manos de otros dueños, de Medellín, que son los actuales”. Su actual dueño, Marcos Tulio Rivera asegura que “yo quiero esas tablas, no pienso remodelarlas ni quiero tablas nuevas sino esas. Es el centro de atracción de la calle. Estas son las originales. Son unas reliquia y no me pienso deshacer de ellas. Pueden tener alrededor de unos cien años o quizá más. Cuentan los nativos de acá que siempre han jugado dominó en la esquina de la tienda”.
Aunque parezca obvio el nombre de Las Tablitas es reciente. “Yo le puse ese nombre en 2011 cuando compré la tienda, inspirandome en la fachada. Anteriormente tuvo por nombre La Bolsa y El Bonguito. Yo malinterpretaba el nombre de la bolsa, pero resulta que el anterior dueño vivía en una vereda de Marinilla, en Antioquia que se llamaba La Bolsa y le puso ese nombre en honor a ella, no por las bolsas de mercado o algo así”.