La familia Gaviria, tradicional en el Callejón Ancho, se encontró un día con que la carpintería de toda la vida no le estaba dando lo suficiente para comer y llevar los gastos de la casa. La gente prefería ir antes a los grandes almacenes que contratar al carpintero de toda la vida. Por un tiempo veían el cierre como algo inevitable, tarde que temprano. El problema no solo consistía en que trabajar la madera era de lo que mejor sabían hacer, sino, definitivamente, lo que más les gustaba hacer.
Ahí nació el bar.
El momento clave fue durante el campeonato de bola de trapo de hace cuatro años. Davinson Gaviria, junto con su equipo -trabajadores de la carpintería- quisieron tener una espacio para reunirse después de los partidos. Empezó como una sede; la sede de Los Carpinteros. Ahí fue tomando el nombre de manera informal”.
En medio de las tertulias, las anécdotas y el buen ambiente con sus compañeros, a Davinson se le ocurrió convertir ese espacio en un bar. Pero no cualquier estanco, sino el lugar donde la esencia de Getsemaní se mantuviera intacta.
“No teníamos piso, ni techo. La sombra la daba un árbol. Era un terreno prácticamente sin nada y cuando llovía nos inundamos -dice entre risas- pero lo más sorprendente es que a muchos les gustaba así”.
Después de cuatro años, la sede es otra cosa; un local con puertas, ventanas, piso y hasta aire acondicionado “porque la gente, a veces se fastidia por el calor”.
“Uno de los motivos por el que nace Los Carpinteros es porque, si te das cuenta, en las tardes puedes estar tranquilo en la Plaza de la Trinidad, pero ya en las noches se vuelve un caos; cualquiera hace algo indebido, alguno prende un porro, así que la gente prefiere refugiarse acá o estar más cómodos, entre los vecinos y evitar problemas”. Además, agrega,está el tema de los precios. “Tenemos la cerveza más barata de todo el centro, incluso vendemos Costeñitas. Los demás, no”.
Cada elemento del bar tiene su historia y representa algo de la cultura del barrio: los afiches de cada una de las ediciones del Cabildo de Getsemaní, carteles de grandes maestros de la salsa, guantes de boxeo autografiados, entre otros.
“Esos cuadros de beisbolistas que ves ahí -señala con su mano derecha- me los mandan getsemanicenses que viven en Estados Unidos, porque eso acá no se consigue”.
Y, además, la comunidad, que va poniendo lo suyo, para conservar la memoria y los rostros de un barrio.
“Mira este mural con las fotos de la comunidad. Eso hace que cuando la gente viene quiere verse ahí representada. Los mismos vecinos las van trayendo o me dicen "yo voy a traerte mi foto" cuenta un Davinson eufórico.
Pero no solo los vecinos lo visitan y le han hecho la buena fama. De hecho, sus clientes más frecuentes “son los extranjeros, los mismos cartageneros, las personas del interior. Tú sabes que en Getsemaní llegan muchas personas de todo el mundo, entonces es como un encuentro multicultural de la vida del barrio”.
Además, su bar ha sido frecuentado por personalidades de la televisión, como Aida Bossa, protagonista de la novela de Telecaribe ‘La Niña Emilia’. También, Jhon Narváez, el gestor cultural y actor de la película Pájaros de Verano ha organizado allí la fiesta itinerante Champetú.
Mientras compra un tinto en frente de su casa mira a lo lejos a dos vecinas que juegan parqués y recuerda a carcajadas que en el tiempo de Cabildo se le llena el bar.
“Viene tanta gente, que ya no cabe un alma más dentro del negocio. Entonces al decirle a algún amigo que no puede entrar porque no hay espacio se resienten y te insultan, es algo chistoso pero a la vez incómodo”. Le reclaman: “Oye, yo soy tu amigo, tu primo, tu hermano”. Él con toda la naturalidad del mundo les responde: “Sí, pero ¿dónde te meto si no cabes?”.
Mientras camina por el local comenta que sus visitantes le dicen que allí se vive un ambiente diferente al de cualquier bar de la ciudad: “en otros lugares están las mesas y grupos divididos, pero aquí la gente interactúa y no tienen el estrés de un club nocturno tradicional”. Y sobre la banda sonora, nunca hubo dudas: “Aquí la música que se escucha por lo general es del caribe: música cartagenera, la del Joe Arroyo, música de las Antillas y mucha salsa dura, que es la más viejita, y la otra, la salsa más romántica”.
Vivir en una de las calles menos comerciales, pero al mismo tiempo más propias de la esencia de Getsemaní se le convirtió en una ventaja:
“Esta calle es muy apetecida cuando vienen a grabar televisión o películas. También hacemos eventos llamados ‘Fiesta de Barrio’ que consisten en traer turistas y mostrarles cómo es la dinámica de Getsemaní. Ver gente jugando dominó o parqués, escuchar música tradicional, degustar fritos y platos típicos y hasta ver un show de un grupo folclórico de la comunidad”.
Davinson es getsemanicense de tercera generación.
“Mi abuelo trabajaba reparando las embarcaciones que viajaban hacía el Chocó trayendo y descargando mercancía. Eso tenía su varadero donde ahora está el baluarte del Reducto. Ahí tenía su taller. Mi papá aprendió con el papá de un amigo y, bueno, mi hermano y yo también aprendimos a trabajar la madera”.
Podría decirse que así como el abuelo reparaba barcos, a Davinson le interesa reconstruir la memoria de un barrio, la esencia de la gente y la memoria de sus tradiciones. Tanto, que terminó siendo el presidente de la Junta de Acción Comunal, desde hace dos años.
“Veíamos como un estancamiento con los anteriores líderes. Entonces armamos un movimiento que se llamó Getsemaní Activo, que pretendía reactivar lo que se había dejado de hacer y que era de la vida cotidiana de los getsemanicenses. Y, bueno, logramos ser elegidos y también que quienes eran la parte opositora se vincularan para trabajar en equipo, como lo estamos haciendo actualmente.
“Luchamos por la defensa del Parque Centenario; también rescatamos desde hace tres años el Festival del Barrilete y tenemos proyectos como la construcción de un parque biosaludable en la avenida Pedregal” asegura con orgullo.
Davinson ya no se hace problema alguno combinando sus dos vidas. Con su familia aprendieron a separar los tiempos y los espacios. “Con la remodelación que ha tenido el negocio, en la parte de atrás tenemos parte el taller y la otra parte en mi casa. Entonces. de lunes a viernes se trabaja la carpintería y el viernes en la tarde se transforma todo”.
Los Carpinteros.
Callejón Ancho, Getsemaní. Abre viernes y sábados de 6:oo p.m. hasta las 2:00 a.m Domingos: Desde las 2:oo p.m. Cerveza: 4.000 pesos. No cover