Los pintores de la calle San Juan

CULTURA VIVA

De unos pocos hacia acá las viejas paredes de la antigua Jabonería Lemaitre se han llenado de color. Cuadros de todos los formatos y algo en común: una estética del llamado Street Art, que suelen apreciar los turistas extranjeros. Hablamos con los tres galeristas y pintores a cargo.


Julian: el pionero

Julian Espinosa se sienta en la mecedora de su pequeño y personal reino en la acera de la calle San Juan. Muy fiel al estilo getsemanicense donde la vida ocurre en el bordillo de las casas. Al frente, obras de decenas de artistas que nacieron o se radicaron en Cartagena y también obras suyas entreveradas con las demás.

Es un artista plástico oriundo de Fusagasugá que vive en Cartagena hace seis años. Su formación fue empírica, con mucho trabajo en su taller y algunas visitas a los de artistas reconocidos. Se graduó en ciencias sociales, pero su pasión inequívoca siempre fue la pintura. En Cartagena comenzó exponiendo y vendiendo su arte en la calle, al frente del Palacio de la Proclamación, en el Centro. “Un año después mi padre conoció a Zoe Martínez, que tenía esta casa y la intención de montar una galería en ella. Con su experiencia y la mía unimos fuerza y poco a poco llegamos al concepto de una exposición al aire libre en esta pared tan histórica para el barrio y para Cartagena”, cuenta Julián.

Eso fue hace cinco años, con cinco artistas. Hoy son más de veinticinco. Mirando hacia la pared enumera a varios, comenzando por Ismael Espinosa, su padre, quien mientras hablamos en la calle está pintando dentro, separado de nosotros por los bolillos blancos de la ventana.

“Aquí hay arte de Giovana Osorio; de Alejandro Espinosa, mi hermano; de Rafael Herrera, un artista local muy reconocido; de Soraya Mussi, muy destacada en la decoración de hoteles; de Abraham Loaiza, artista de Medellín con más de veinte años pintando en Cartagena; de Mariana Mercado, una artista nueva de Bogotá; de Mesa Durán, muy conocido por sus calles coloridas; y de Guillermo Vega, un artista naif muy único”, enumera sin respiro, solo repasando los cuadros que tenemos al frente.

La pandemia los obligó a cerrar un tiempo. Al reabrir puertas pocos meses después vieron que los acompañaban dos galerías más, con un concepto similar y una de ellas montada por Jeison, un artista que trabajaba antes con ellos. A Julian no le incomoda: “Mejor. Entre más haya más se atraen cosas buenas. Es que con esto del arte tú no puedes pelear ni competir con nadie sino contigo mismo. 

“Todo esto que ha pasado aquí ha sido bueno no solo para la calle sino para Getsemaní. Hace poco nos llegó una noticia muy buena para el barrio y es que tras todo lo que está pasando Getsemaní está postulado para entrar formalmente a la lista del patrimonio cultural colombiano. Quizás estos artistas hayamos puesto un granito de arena para que eso se esté dando”. 

“El concepto de las tres galerías tiende a unificarse. A los tres nos interesa destacar la belleza del Caribe, la cultura de Cartagena y en particular de su raíz afro. Todas trabajamos en la línea del Street Art (arte urbano o arte callejero). El gran diferenciador es la calidad de cada artista. Nosotros usamos un poco más técnicas de óleo y acuarela, mientras que las tres manejamos el acrílico”.  

Julian no ha encontrado un patrón de compra por nacionalidad u orígen del comprador. Es más un flechazo individual hacia una obra. A veces es el color el que determina la decisión final. El lienzo se trata de una manera que no sufra cambios si se enrolla. Igual, si el comprador quiere se le puede enviar enmarcado, pero lo usual es que se lleven los cuadros enrollados en un tubo adecuado para su transṕorte. 

En un mes pueden vender de treinta a cuarenta pinturas. Una obra de formato pequeño puede costar desde 30 mil pesos. Las más grandes y de mayor ambición técnica y estética pueden llegar al millón y medio de pesos y, excepcionalmente, a los dos millones. Convertidos a dólares o a euros, a sus compradores les podría parecer incluso económico. Se llevan un cuadro visualmente distintivo, pero también un recuerdo de un viaje a un barrio excepcional. 

Arte Getsemaní

321 868 56 55


Aníbal: el getsemanicense

Anibal Montero nos cuenta que la galería nació en octubre pasado para mostrar el trabajo de diversos artistas, que habían realizado y acumulado durante el aislamiento por el Covid19. “Se trata de unos cinco artistas cartageneros que plasmaron sus ideas sobre lienzos y los tenían guardados en sus casas, otros enrrollados: Deivis, Daniel, Hernandez, el señor Mesa, el señor Posada y mi persona”.

“Yo soy de Getsemaní, nacido, crecido y criado en la calle San Juan. Esta es la casa de mi papá, que la recibió de herencia de mi abuelo, así que ahí se ve un desarrollo de generaciones”, nos dice mientras al fondo se escucha buena salsa clásica y los loros anuncian que llegó la hora de recogerse en sus árboles.

“En algún momento me dí cuenta de que con todo fenómeno del turismo y lo que está sucediendo con el barrio esta era una buena plaza para mostrar el talento de nuestros artistas y el mío propio”. 

“Mi formación en esto fue empírica, rodeándome con maestros que pintan muy bien y saben mucho de técnica. Además siempre he sido inquieto y tengo mucho de autodidacta: busco videos, leo libros, investigo. Así  puedo desde montar el lienzo en el bastidor, curarlo, preparar todo el material hasta plasmar la idea artística”, explica.

“En la parte comercial nos ha ido bien, gracias a Dios. Hay personas que concuerdan con el gusto y el trabajo que hacemos. Ideas que a veces parecen locas y sin sentido, se realizan y siempre hay alguien a quien le gusta. Mi filosofía es que siempre hay alguien que está buscando lo que tú estás ofreciendo. Se trata de saber tender los puentes”.

Arte Newart

304 681 64 74


Jeison: pintar a escondidas

Jeison Eduardo Padilla Ladeuth aprendió de arte a escondidas. A su papá le parecía que eso era para gente sin oficio. Sin embargo, Heidy, su mamá lo apoyaba comprándole los materiales y animándolo para practicar en sus horas libres. Por eso su apellido encabeza la galería.

Entró becado en Enfermería de la Universidad de Cartagena. A mitad de carrera necesitaba generar ingresos porque su padre no estaba ayudándole con el estudio. Vio a un hombre pintando en la calle y se dijo que eso podía hacerlo. Pronto terminó su primer cuadro y empezó a promocionarse en las galerías del Centro. Nadie le creía. 

“Hasta que un dueño de galería y un amigo que me acompañaba hicieron una apuesta por 500 mil pesos: el uno a que yo no podía replicar un cuadro y el otro a que sí. Eran unos guacamayos abstractos. A los cuatro días le entregué una réplica exacta. Me ofreció trabajo. Pero la mayoría de galerías cuando no las maneja el propio artista actúan solo como intermediarios de la venta, comprándole por el minino un cuadro a alguien con talento para venderlo luego en dos millones y más”. 

Pero los doscientos mil pesos que le pagaban por cuadro en esas galerías eran una enorme ayuda. Caminando por San Juan le preguntaron si se animaría a pintar en vivo. Aceptó y duró con ellos varios años. Luego tuvieron diferencias creativas y comerciales, así que decidió no trabajar más allí. Eran tiempos de pandemia, pero entonces descubrió el poder de las redes sociales. Desde su cuenta de Instagram logró contratos en Portugal y Alemania. El más grande vino de Hamburgo, donde le compraron 450 cuadros. 

Al salir de la parte más restrictiva de la pandemia abrió la galería, que ha tenido mucho éxito. Está muy agradecido por la acogida de los vecinos. Tanto que planea una iniciativa para darles clases cuatro veces al mes a niños del barrio para retribuir todo ese cariño.  

Ladeuth Gallery

300 447 48 73