Foto: Fotografía: Jaime Espinosa

Papá Ucha

SOY GETSEMANÍ

“Si necesitas saber algo del barrio llega donde Papá Ucha, que él te puede contar todo”, te dicen en el barrio. Es getsemanicense, alto, moreno y tiene una sonrisa que casi siempre acompaña con fuertes carcajadas. Cuando habla también lo hacen sus manos, sus ojos y las expresiones de su cara.

“Yo nací en el pasaje Franco. Allá disfruté mi niñez. Desde hace 26 años vivo en el callejón Ancho. En aquella casa, donde está la bandera, fue donde viví por primera vez con mi esposa. Después salí de ahí y me mudé para la calle Lomba. Finalmente, regresé a este callejón”.

“El apodo de ‘Papá Ucha’ me lo puso un jefe cuando trabajaba en las empresas públicas, porque él regañaba a los compañeros y no pedía explicaciones de nada y ellos no se defendían. Yo daba la cara por ellos y le decía: usted tiene que pedir explicaciones de qué fue lo que pasó con esa situación y él me dijo: ¡de verdad que tú eres el verdadero Papá Ucha!”

Calle Lomba

“Cuando viví en la calle Lomba, al lado del hotel El Pedregal, mi casa era el lugar de las parrandas y el berroche. Yo los atendía muy bien cuando me visitaban. En esta calle la señora Tomasa tenía su puesto de comida, hacía los mejores fritos ¡Lo mejor, de lo mejor!  Lástima que me tocó cargarla cuando se murió y quedó en mis brazos”.

“De esa casa crucé para otra en esta misma calle, donde también se formaba el berroche. Inclusive, alguna vez estábamos tomando y se armó un tiroteo con otras personas. Había un vale mío sentado y sintió que se le metió la bala en el zapato. Si esa bala viene por arriba él queda ahí. Recuerdo mucho que en esta calle las muchachas jugaban al saltar velillo y a la peregrina”.

El Pedregal

“En la casita de las palmas vivían unas setenta personas. Yo todos los días pasaba, miraba y decía: ¡nojoda, esa casita tan chiquita y vive tanta gente! Eran bien pobrecitos, al punto que tuvieron que vender la casa. Lo más chistoso es que quedé ‘enrolao’ -enamorado- de una muchacha que vivía ahí.

“Aquí jugamos el campeonato de bola de trapo. Yo soy el pitcher y conductor de mi equipo. Cuando no puedo jugar, ese día el equipo pierde. Ganan cuando yo estoy jugando”.

Puente Román

“De niños nos íbamos a bañar al puente Román escondidos de nuestros padres. Allá tiraban tacos de dinamita para pescar. Después, cuando los pescadores se iban; Rafa, ‘el Cuarto’; Lázaro, ‘el Mazamorra’ y yo nos tirábamos con una careta al puente. Encontrábamos pescados muertos porque la corriente los traía y los cogíamos. Yo tenía unos doce o trece años”.

“Un día nos montamos en unos tanques que estaban ahí, de propiedad de la electrificadora. Alguien tiró un taco de dinamita que nos sorprendió. ¡Esa vaina reventó bien fuerte! Eso movió los tanques y caímos al agua. Si no hubiéramos sabido nadar, ahí nos quedamos. Cuando regresamos a la casa nos preguntaban: ¿Tú dónde estabas? ¿En el puente, verdad? Nos pegaban por la cabeza y nos cogían por la oreja. El castigo era que nos desnudaban y nos colocaban una paruma (toalla) y nos sentaban en la calle. El que pasaba nos gritaban: ¡Vie, te encueraron!”.

Callejón Angosto

“¡Esto no se llama la calle de los paraguas! Su nombre es callejón Angosto. Aquí vivieron muchos personajes importantes como el Güello, que hacía una comida deliciosa, un arroz de cangrejo que tu lo probabas y decías: ¡vuelve y hazme otro! La señora Tomasa vivía acá adelante. Aquí vivió mi compadre Ayolo, que son personas de las que hay mucho que contar. Se escuchaban las poesías en las casas que nos quedabámos sorprendidos”.

“Yo viví en este callejón. Lo que más recuerdo aquí es la música. Yo me ponía a bailar salsa y todo el mundo decía: ¡Mira como baila el Papá Ucha! ¡Así se baila Papá Ucha! Eso era una felicidad muy grande. Nos reuníamos todos los amigos a disfrutar, a gozar y alegrarnos. Cuando había problemas yo era el primero que salía y decía: venimos a gozar ¿por qué vamos a iniciar pleitos?”.

Plaza del Pozo del Pozo y Trinidad

“Tengo diez años de ser cabildante. Recuerdo mucho el homenaje que le hicimos a nuestra reina vitalicia Nilda Meléndez. Fue algo muy especial para ella. En la plaza de la Trinidad también se jugaba por todo lado, y la comelona era por abundancia. El evento que más recuerdo fue cuando trajeron a las candidatas del Reinado Nacional. Donde tu menos creías ahí estaba yo”.

“Getsemaní ahora es un paraíso. Por donde camines sientes la libertad y el orgullo de ser getsemanicense. Mi fortuna es mi tranquilidad que me la da el deporte y el juego. Por muchos años trabajé en las empresas públicas de Cartagena. Ahora soy pensionado, tengo tres hijos mayores y vivo con mi mujer. Me gusta bailar salsa, pero lo más importante es que vivo una vida de felicidad”.