Patrimonio en orden

MI PATRIMONIO

El templo de la Tercera Orden -en el cruce de la calle Larga con la calle San Francisco- ha hecho parte ininterrumpida de la vida religiosa del barrio desde 1755. Sin embargo, sus varias reformas y muchos remiendos se han superpuesto sin mayor criterio arquitectónico. Ya está en marcha una intervención que lo encaminará a sus mejores épocas.

Un ojo apresurado vería una iglesia que siempre ha estado ahí, sin mayores modificaciones. Pero una mirada más de fondo revela necesidades que requieren cuidados prioritarios: la espadaña está fracturada; el patio que le daba luz al templo fue tapiado; la construcción de la casa cural deterioró el origen colonial y en sí misma tiene sus complicaciones; un baño del salón parroquial se había metido en los predios del claustro, como una ‘muela’ extraña; el artesonado del techo no es tallado sino pintado sobre láminas de triplex; la cubierta, de eternit contemporáneo, requiere de una reformulación e intervención de fondo. Y las necesidades son todavía más. 

En fin, era urgente un plan de restauración y unas acciones prioritarias para solucionar mucho en unos tiempos muy ajustados. Y hacerlo de manera tal que el templo regrese paulatinamente a sus orígenes. Desde junio pasado comenzó la primera etapa de esta intervención, que a su vez deja bases sólidas para ponerle orden arquitectónico y funcional a este templo vital para Getsemaní: el lugar cotidiano para la fe de los vecinos y cartageneros, como siempre ha sido. 

La iniciativa resultó de un convenio de cooperación entre el Proyecto San Francisco -que construye el vecino hotel Four Seasons- y la arquidiócesis de Cartagena, que recibió el inmueble hace tres años, tras haber estado durante varias décadas en manos de la Armada Nacional. El templo no hace parte del complejo hotelero ni lo hará. El Proyecto San Francisco ha ofrecido su intervención en atención al pasado común como parte del convento original, por su carácter de Bien Inmueble de Interés Cultural del Orden Nacional y por la vecindad con el hotel. También ambos inmuebles recuperan la ventilación y luz natural que compartieron  hasta mediados del siglo pasado. 

La responsable de esta compleja intervención es la firma Vélez y Santander, responsable de la restauración de la iglesia Santo Toribio -la gemela arquitectónica de la Tercera Orden- y de la Catedral, entre muchísimas otras obras en la ciudad. Los arquitectos restauradores Angelina Vélez y Mateo Santander nos han guiado por los detalles de esta intervención y son la fuente principal de este artículo.

En resumen, la primera etapa en curso contempla, principalmente:

  • Intervenir de manera integral el área de la sacristía, casa cural, despacho parroquial y salón comunal. En las zonas donde corresponde, retornar a su condición colonial, hasta donde sea posible. En las zonas contemporáneas como la casa cural y el salón comunal, adecuarlas mucho mejor a sus funciones.
  • Reparar la espadaña y hacer sus obras complementarias.
  • Liberar el patio colindante entre Tercera Orden y claustro de San Francisco, cubierto ahora por una placa de concreto.
  • Restaurar las cornisas del templo en el costado que da contra el claustro. 
  • Regresar la entrada lateral, colindante al Pasaje Porto, a su condición original, con un muro de mediana altura y remate en tejadillo de barro.
  • Actualizar el sistema hidrosanitario, incluyendo la evacuación de aguas lluvias, que hoy es bastante deficiente.
  • Actualizar el sistema eléctrico y mejorar la deficiente iluminación del templo.

En la segunda etapa el foco estará en el templo propiamente dicho: el mantenimiento de la cubierta; mejorar la ventilación natural; adecuar el piso del presbiterio para ponerlo a tono con el del resto del templo, que está en bastante buen estado; mantener las maderas y las portadas en piedras; consolidar y pintar los pañetes; y rematar labores de embellecimiento del patio, entre las principales responsabilidades. En general será una etapa centrada en las condiciones patrimoniales y estéticas, que son las más visibles para la comunidad y los visitantes.

En la tercera etapa se prevé la restauración de la cubierta -una labor muy ardua y costosa- así como mejorar la dotación y el embellecimiento interno del templo.



Quitar lo que sobra

Trabajar en estos contextos significa estar preparado para constantes sorpresas. Se comienza con un detallado plan y cronograma de trabajo, pero las labores del día a día obligan a cambios sobre la marcha y reprogramaciones. Aquí, por ejemplo, no se esperaba que las vigas del entrepiso o las que soportaban la cubierta de la sacristía estuvieran en tan mal estado que obligara a su reemplazo casi total. Novedades como esas y otras más han hecho que se sobrepase notablemente el presupuesto inicial.

Un gran reto es quitarle al templo lo que le sobra y ponerle lo que le hace falta. En los templos católicos coloniales ocurría que los párrocos que iban llegando hacían sucesivas reformas al tuntún, sin haber recibido criterios de protección patrimonial en su formación básica. En el caso de este templo, posiblemente las reformas que se hicieron en los últimos tiempos correspondían más a la tradición constructiva y a los recursos de una institución castrense.

Un sueño en el que se está trabajando es que jóvenes de la Escuela Taller se encarguen más adelante del artesonado, que requerirá mucha labor pues el actual está en malas condiciones y con muchas vigas ocultas tras láminas de madera con los diseños dibujados a mano donde corresponde un trabajo de labrado y armado de las piezas de madera como si fueran un rompecabezas de tres dimensiones.

De 1735 a 2021

El nombre de Tercera Orden viene de que los franciscanos tienen a sus frailes como la primera orden y a sus monjas, las clarisas, como la segunda. Los laicos consagrados fueron la tercera orden fundada por San Francisco, en 1221. Su nombre original fue el de Hermanos y Hermanas de la Penitencia. Desde 1978 pasó a llamarse Orden Franciscana Seglar, tras la aprobación del papa Pablo VI de una reforma de estatutos.

La construcción del templo comenzó en 1733 y se terminó en 1755, con muchos aportes de la comunidad. Cuando en el siglo XIX se fraccionó el claustro franciscano para venderlo a particulares se respetó este templo, como se hizo con los demás que cumplían funciones parroquiales. Se sabe que siguió siendo una iglesia abierta a los feligreses, sin que haya mayores detalles al respecto.

Parte de los recursos para esta intervención provienen del mecanismo público-privado CoCrea, que facilita que actores privados contribuyan en la preservación de bienes de interés cultural de acceso al público general. La meta de entrega de la primera etapa es octubre del 2022.

Como se trata de un Bien Inmueble de Interés Cultural del Orden Nacional -BICN-, cualquier intervención está regulada por una normatividad expresa y acompañada por entidades del orden nacional y distrital, en particular el Ministerio de Cultura y del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena de Indias -IPCC-



Las imágenes digitales y algunas fotos de apoyo han sido suministradas por la firma Vélez y Santander.