Si preguntabas en el barrio por Isabel Guerrero Escudero seguro que casi nadie te sabría dar razón. Pero si preguntabas por ‘Prende la Vela’ ahí sí la cosa era distinta.
¿Cómo le hizo esta mujer para ser tan querida en vida y recordada después de su muerte, hace cinco años? ¿Qué tenía de especial para volverse parte integral de nuestra memoria? Parece que la respuesta es simple: era una mujer alegre, sencilla y servicial, que colaboraba con el que lo necesitara, sin andar con algún interés detrás. Así la recuerda Judith Suárez Guerrero, su hija, desde el Callejón Ancho.
Prende la Vela nació un 15 de abril de hace casi un siglo en Ararca, cerca de Pasacaballos. Llegó por amores a Getsemaní, a los quince años. Y nunca más se fue. De ahí nació Judith. Luego, tres varones con Eugenio Teherán. Por muchos años vendió chance en el Mercado Público. El 37 era su número preferido. Era alta y elegante. Imponía presencia. ¿El sobrenombre que terminó por volverse su nombre común? Por el primer éxito de Lucho Bermúdez, allá en 1938, el del inolvidable “Negritooo, veeeen prende la vela”, que se inspiró en una María Isabel bailando en la playa. Alguien hizo la conexión y bautizó a esta Isabel por segunda vez en su vida. ‘Prende la Vela’ se quedó para el resto de su existencia.
Por años les cuidó los niños a familias que querían disfrutar las fiestas novembrinas, hasta que fue a ella a la que le entró el gusto. Desde entonces dejaba a sus muchachos en cuidado de una buena amiga y se iba a gozarse la celebración. Pero cuando surgió el Cabildo de Getsemaní no quiso salir a desfilar, a pesar de que la invitaron a hacer parte de la comparsa. En esos primeros años, recuerda Judith, desfilaban las señoras del barrio vestidas de blanco.
Después que se acabó lo del chance y el Mercado Público se puso a lavar ropa para gente conocida. Y a ayudar en lo que se ofreciera. Con Judith nunca se separaron. Aunque no vivieran exactamente en la misma casa, siempre estuvieron cerca. De mamá fue regañona, pero nunca les pegó, recuerda. Ya cuando la edad le ganó al cuerpo, volvió a vivir con su hija. Allá le llegaban periodistas y universitarios para preguntarle del barrio y de cómo se vivía en aquellos años que hoy se añoran. “Esa señora sí que sabe”, escuchaba Judith de cuando en cuando.
La foto que se publica aquí fue producida y tomada por la artista cartagenera Ruby Rumie para su proyecto Tejiendo Calle. “Prende la Vela fue una mujer de gran sentido del humor y no paraba de hablar. Fue muy difícil tomarle la fotografía sin que se moviera”, dice Ruby, quien tiene su taller hace más de veinticinco años en el Callejón Angosto.
“El día que falleció, a ‘Prende la Vela’, la estaban velando con esa fotografía. Pero la dejaron muy cerca a al velón prendido y se quemó. Al día siguiente me llamó Judith llorando para que se la reemplazara. Yo solté una risa y le comenté que esas eran tomaduras de pelo de su mamá, pero ella estaba de duelo y no quise insistir. Yo las imprimo en un laboratorio en Bogotá, así que esa vez me tocó improvisar e imprimirla acá para que la tuvieran los restantes días de duelo”, recuerda Ruby. Ni en su velorio dejó de ser ‘Prende la Vela’.