Quiebracanto:

Vamo’ a echá’ un pie
EL LUGAR

¡Un museo vivo de la salsa! Así es Quiebracanto, el bar que llegó en 1993 al edificio Puerta del Sol. En las noches de fin de semana o durante los grandes eventos culturales el bar hierve de gente, tanto que de cuando en cuando la vibración del bailoteo colectivo hace vibrar el piso. Es en esas noches cuando más se saborea su mixtura propia: mucho cartagenero asiduo -solos y solas, en parejas, en grupos- y mucho foráneo: tanto los que llegan buscando bailar en este templo de la salsa, como los que no saben pero van atraídos por la fama bien ganada en estos 36 años.

Ahí, en las baldosas rojas, se encuentran con  Reinelda del Carmen Rivas la vendedora de maní y chicles que aún con problemas de cadera a sus años todavía suelta la chaza para echar un pie; con Lácides Padrón Beltrán, bailador de los viejos, el mismo que encanta a las turistas a las que saca a bailar para dejarlas prendadas de su estilo suave, de una sola baldosa, deslizándose con las delgadísimas suelas de sus zapatos Cozzarelli hechos a mano en la calle del Estanco; con el turista extranjero que baila desgonzado como si le hubieran extraído el esqueleto; con la pareja experta que baila contenida, a lo cartagenero, sin alardes ni firuletes de fantasía, como lo hace desde que ambos eran muchachos.

“Cuando vine a Cartagena pensé ubicar el bar en una edificación con un espíritu de tradición. Luego vi este sitio al frente del Camellón de los Mártires, donde había algo como una ferreteria o de repuestos de la familia Morales. Subí, miré por el balcón y con esa vista impresionante me dije: ¡Aquí es!”, cuenta su propietario, Alvaro Manosalva.  

“Me contaron que antes funcionaba otro bar de un extranjero, que luego lo cerró y se lo vendió a unos peluqueros, hubo algo de apuestas, y parece que también funcionó una  sede del EPL. Cuando lo tomé lo iban a usar como bodega porque no tenía instalaciones de nada, estaba abandonado y convencí a esa persona que iba a ser un lugar de historia, cultura y arte”, dice Manosalva.

Con guardaespaldas

“Cuando llegamos a Cartagena no había muchos bares atractivos ni sitios agradables para pasar el rato. Y sobre todo no existía un lugar de rumba donde la mujer podía ir sola. Aquí sí. La idea era incentivar el gusto por la música latina. La mayoría de las emisoras no rescataban eso sino música comercial. Se volvió el bar del barrio cuando empezaron a venir los beisbolistas, basquetbolistas y deportistas de Getsemaní y de Cartagena. También poetas, escritores, actores, en la misma tradición de nuestro bar en Bogotá, que fundamos en 1979. La gente de la zona empezó a llegar y hasta algunos se convirtieron en protectores del bar”.

“Cuando iniciamos esto era muy peligroso y más para las personas del interior. Llegó un momento en que nos sentábamos a ver atracar turistas desde el balcón. Teníamos guardaespaldas voluntarios del barrio: Random y Boris Campillo, un personaje que era el chacho de Getsemaní y le encantaba el bar. La música que le gustaba sólo  podía escuchar aquí: los Van Van de Cuba, por ejemplo. Cuando él me veía en la puerta y que alguien me estaba alegando algo o me iban a pegar se aparecía detrás mío. ¡Eso fue bacano! Un ángel guardián. Se apropió del lugar y nunca me dijo que me iba a defender”.

“En un tiempo patrocinamos un equipo de bola de trapo Los Carpinteros. Hasta les sugerí el nombre. Estaban jugando y yo les dije: todos ustedes son carpinteros, llámense así y les hice el logo con el Pájaro Loco. Aquí en Quiebracanto está el trofeo que se ganaron”.

“El reto ha sido mantener la tradición como un espacio muy caribeño donde se privilegia el sonido y la música. No ceder a los principios. Que si nos va mal no vamos a poner otro tipo de música. No. Siempre con nuestro origen musical que es exaltar la salsa. No somos un sitio de moda, somos un bar tradicional con criterio”.

El país salsero

“La gente me dice que parece que el tiempo no pasara aquí, que eso lo hace agradable y atractivo. Nuestra innovación no está en colocar pantallas, ni luces, sino en conseguir la mejor música vieja. La salsa de acá es la que se escucha en todo el país, de costa a costa: en Buenaventura, Cali, Bogotá, Cartagena y Barranquilla. Es el único sitio que mantiene esta gran variedad. La gente que viene de Cali se siente como en su casa, como la de Bogotá o Barranquilla. Los disc jockey se han criado en el bar, se han hecho a la línea del lugar y son cultores deesta música”.

“El primer piso está decorado con afiches de artistas nacionales como Etelvina, Petrona Martínez y músicos de salsa. Cuadros de pintores de acá inspirados en nuestros espacios. Fotos de visitantes ilustres y elementos del Caribe como un pilón. Además de su ambiente y colores. El espacio de arriba es un homenaje al séptimo arte con artículos que  he conseguido por regalos o encargos. La decoración original del bar giraba alrededor del cine”.

“Aquí estuvo rumbeando García Márquez, que no salía a ninguna parte. Han venido mucho personajes de diferentes corrientes políticas. El escritor Oscar Collazos, se casó aquí un viernes. Trajo la juez e hicieron la ceremonia en el bar. La mitad era para él y sus invitados y la otra para clientes. No podía alquilar el bar porque es un irrespeto que llegara la gente y decirle que el bar estaba alquilado. Pero ¡en algún momento se nos confundió el matrimonio con los clientes!”.