Un año, infinitos aprendizajes

EDITORIAL

Una de las cosas más bonitas de proyectos como este es que aunque al comienzo se tenga muy claro el qué y el cómo se quiere hacer, en la práctica surgen ideas, retos y nuevos caminos. Tomemos como ejemplo nuestra sección La Calle. Mientras pensábamos en la primera edición nos dijimos: “Y qué tal si hacemos un homenaje al barrio casa por casa, calle por calle”. Una idea suelta, al comienzo.

Y empezamos por la calle de Las Chancletas a descubrir el cómo: que las fotos no se pueden tomar de frente sino sesgadas; que hay que recortar una a una digitalmente; que hay que reportear mucho con los vecinos para acertar; que hay que ser muy sistemáticos para que la información corresponda; que la maqueta de diseño toma días en completarse. Y lo que fue una primera idea se convirtió en una sección maravillosa, consentida para el equipo, que está contando la historia del barrio predio a predio. Ahora vemos la distancia entre aquel primer intento y el último. Aunque se ven los avances, aquel primero ya nos parece un poco pobre. ¡Estábamos aprendiendo sobre la marcha! También, en cada edición, está el vecino que opina que lo que nos dijeron de tal casa no era de esta sino de otra manera. Aún así es un proceso de memoria colectiva que fijará recuerdos por muchos años.

Y lo mismo sucede con cada una de las demás secciones: los personajes, la historia, la vida económica, los sitios, el patrimonio, los avances en el proyecto hotelero San Francisco, gestor de esta idea, etc. En cada una, de la mano de los vecinos del barrio y conocedores de su historia, patrimonio y procesos, hemos venido descubriendo una mejor manera de contarlas. 

Un gran aprendizaje -que en teoría sabíamos que íbamos a tener, porque en buena medida de eso se trataba este proyecto- es este: las capas, hilos, procesos, tensiones e historia que explican al actual Getsemaní son de una profundidad y una complejidad muy poco común. Hay pocos barrios en toda América Latina con casi cinco siglos de historias a cuestas. Pero es que además este fue puerto; muralla; crisol de razas y cultura; resistencia; mercado; núcleo de cine y variedades cuando estos eran la principal diversión de la ciudad; cuna de industrias clave; centro vital de comercio; sede del gran club de la ciudad y luego del principal centro de convenciones del país. Para muchos, Cartagena misma no se explica sin una génesis en estas calles. Ahora, después de unos años difíciles, se le considera uno de los barrios más “cool” del mundo, al decir de grandes medios internacionales. Y eso le trae nuevos hilos a esta historia.

Con todo eso hemos aprendido que no hay una narrativa única y cerrada de Getsemaní. Que no la puede haber. No es que al principio creyéramos que sí, porque nuestra función es escuchar mucho y contar lo mejor posible, sino que nos asombra la diversidad de miradas y posturas muchas veces opuestas o contradictorias entre los mismos vecinos y conocedores. Hemos reiterado también que el espíritu crítico  del getsemanicense sigue muy vivo. Ese es un valor a la hora de preservar el legado variado y multiforme del barrio.

Desde el principio supimos que este esfuerzo valdría también la pena no solamente por ver cada mes la revista impresa en las manos de los getsemanicenses. Sabíamos que era un esfuerzo de memoria colectiva, un primer borrador de nuestra historia de estos años: quienes éramos en el barrio, qué estábamos viviendo, cómo nos conectábamos con nuestro pasado y entre nosotros. Por ello existe la versión digital en www.elgetsemanicense.com y un archivo interno con la reportería, imágenes y sonidos de cada historia. Ojalá sea útil en algún momento, décadas adelante, para los vecinos y los investigadores de entonces.

El legado de nuestro barrio es frágil y fuerte a la vez. Frágil porque la diáspora y los años se van llevando procesos, recuerdos y memorias que si no se registran muy posiblemente se pierdan. Fuerte, porque es un barrio de vecinos que se niegan a dejarlo morir, que lo encarnan con su actitud aguerrida por la defensa del alma de sus calles y sus tradiciones. Pero también, cada día, con su actitud de acogida, como siempre ha sido, de la fiesta permanente de ser un barrio con alma de viejo y cuerpo de muchacho.