Vidas Entretejidas en Getsemaní:  Calle Las Tortugas

LA CALLE

La pregunta es qué interés puede tener una calle solitaria con muros pintados. Y la respuesta está en las ganas que tiene uno de saber qué era de ella nada más al llegar a Getsemaní y verla. Es bajarse en la Plaza de la Trinidad y empezar a buscarlas con la vista loca.

A eso hemos llegado; entre la calle de Pacoa y la del Concolón, se encuentra ubicada la de Las Tortugas. Hay un interés por estas paredes. Grafitis que significan muchas cosas, pero que, sobre todo, son un gran homenaje a la historia y a la cultura de este callejón.

En la calle de las Tortugas, todas las casas eran de madera hasta hace unos 20 años, y el lugar albergaba más de 50 familias distribuidas en tres pasajes que funcionaban como pequeñas comunidades independientes. Estos pasajes, típicos en la arquitectura colonial, facilitaban la circulación y la conexión entre patios y habitaciones, creando un entorno acogedor y organizado. Cada pasaje contaba con una calle central y un patio común, rodeado de pequeños cuartos que funcionaban como mini apartamentos. La presencia de estos pasajes, a menudo adornados con arcos y columnas, enriquecía el paisaje urbano con su elegancia estructural y refleja el esplendor de la época colonial, preservando un pedazo de la herencia cultural que aún invita a los visitantes a experimentar el encanto y la serenidad de un tiempo pasado.

Los recuerdos de esta calle están llenos de anécdotas y detalles que hablan de la vida cotidiana de sus habitantes. Los videojuegos se alquilaban por horas, y los fritos se vendían como medio de subsistencia. Algunas mujeres, expertas en la venta de comida, llevaban sus mesas y bancas al frente de los teatros, donde ofrecían sus platos de arroz con frijolitos, tan populares en la zona. Uno de los personajes más recordados de este lugar es Chancho, un hombre enorme y temido por su fuerza, que ayudaba a montar y desmontar las mesas en el mercado.

Durante la noche, después de disfrutar de una película en el Rialto o en el Padilla, los jóvenes de la calle de las Tortugas se reunían en las mesas de comida para compartir las sobras de las cenas. Este ritual nocturno se había convertido en una tradición en el barrio, donde el intercambio de historias y risas era una constante. A pesar de que ahora la calle de Las Tortugas parece tranquila y desierta, en tiempos pasados era un bullicioso centro de vida y alegría. La calle cobraba una energía especial durante las festividades, como Semana Santa, los eventos de mitad de año y diciembre. Durante estas fechas, los habitantes organizaban bailes en la calle y decoraban el entorno con flores y adornos en honor a la Virgen del Carmen. 

Los residentes de la calle de las Tortugas eran en su mayoría personas que habían vivido allí durante muchos años, y su presencia contribuía al carácter y la historia del lugar. Entre ellos, destacaban figuras notables como Chancho y María Palito. María Palito, apodada así por su figura delgada y frágil, era conocida en el barrio por su peculiar forma de asustar a los niños. Aunque su malicia y su apariencia podían parecer intimidantes, en realidad era una mujer solitaria que anhelaba compañía. Su comportamiento, aunque inusual, reflejaba una profunda necesidad de conexión en medio de su soledad —eso dicen antiguos residentes—. 

La Calle de las Tortugas, con sus celebraciones y personajes únicos, se mantiene viva en la memoria de quienes han sido parte de su historia. Cada rincón y cada festividad son testimonios de una rica vida comunitaria que una vez definió a este icónico lugar. A través de los años, aunque la actividad ha disminuido, el espíritu de la calle persiste en las historias y recuerdos de quienes la conocieron, recordando un tiempo en que la vida en la calle de Las Tortugas estaba llena de color, música y calidez humana.

Hace aproximadamente 15 años, la calle de las Tortugas experimentó un cambio drástico. Las casas fueron vendidas y reemplazadas por un parqueadero. Este cambio dejó la calle en un estado de abandono y desolación. Lo que alguna vez fue un lugar lleno de vida y comunidad, ahora es solo un recuerdo triste, con baños en desuso que emanan un olor desagradable. La administración y el mantenimiento de la calle de Las Tortugas siempre fueron un misterio. Nunca se conoció una Junta de Acción Comunal o alguna entidad responsable de velar por las necesidades de los residentes. El lugar funcionaba de manera casi autónoma, con los mismos vecinos, encargándose de mantener viva la comunidad.

Hoy en día, la calle de Las Tortugas ya no es el vibrante vecindario que solía ser. La historia de esta calle es un testimonio de cómo las comunidades pueden evolucionar y cambiar, a veces de manera inesperada y triste. Sin embargo, los recuerdos de aquellos que vivieron allí, de las celebraciones, los personajes y la vida cotidiana permanecen en la memoria de quienes una vez llamaron hogar a la calle de las Tortugas.