La pareja González Ortiz vivió en la Calle Pacoa y Concolón. Fueron los padres de Mercedez Gonzáles, una de las matronas de Getsemaní, y los abuelos de Teresa González, quien junto con su tía aún vive en la casa familiar en este barrio, donde pasaron a ser una de las pocas familias que se quedaron a residir y a quienes les cuesta mucho pensar en que eventualmente tienen que salir a hacer vida e historia en otro barrio y otra calle.
Al preguntarle a Teresa por las viejas familias getsemanisenses que fueron vecinas de su tía y de sus padres, responde con nostalgia: “en esta calle somos nosotros. Aquí al lado vive un señor que no es Getsemanisence, no conoce cómo era la vida real acá, es antioqueño y administra la tienda El Centenario, después hay una bodega. Del otro lado hay un hotel que es Casa Cielo”.
No han salido de esta calle “por amor al barrio”, dice, pero también piensa en que tarde o temprano tendrán que hacerlo. Señala en dirección hacia donde está la calle de las Tortugas y asegura: “estamos solos ya por aquí y en esa calle ya no vive nadie. Hubo un tiempo en que sí había vecinos y familias. Incluso el parqueadero que hay ahora era un pasaje que le daba vida a todo esto”.
Teresa también recuerda que las festividades del 11 de noviembre se vivían diferente en la Calle Pacoa. Cuenta que anteriormente: “esto por aquí era una fiesta. Yo creo que el bando comenzaba aquí. Era impresionante el gentío que de este lado acudía al ‘bando’. Mi abuelo se sentaba enfrente de la casa a ver pasar a la gente. Hoy ya pasa poca, también por el hecho de que la ruta de los transportes ha cambiado y no queda cerca de aquí. De noche, por ejemplo, en la esquina los muchachos más grandes encendían ‘Buscapies’, había vecinos que ponían un tanque con cervezas y hacían su fiesta ahí.
Hoy la velocidad de las motos y el ruido que generan son incómodos para Teresa y su familia, pero aun así expresa determinada: “yo no quisiera nunca irme de aquí. Hemos pensado en salir, pero creo que es el mismo amarre del cariño de vivir siempre aquí que nos ata y no nos permite dar el paso. Aún no me veo viviendo en otro barrio”.
Al lado de la tía Mercedes también vivió la hermana de Teresa, pero junto con su familia, se fue a vivir al barrio Amberes. “Yo extraño mucho a mi hermana, como es lógico y a sus hijos que crecieron aquí” Cerca de allí también residió su hija quien se mudó a Crespo, pero le toca venir todos los días porque sus dos pequeñas hijas, les encanta la casa de Pacoa y Concolón donde vive la abuela Teresa y donde pasan la mayor parte del tiempo.
Isabella y Antonella son las nietas de Teresa, quienes, al momento de hablar de las personas que viven en la casa de la tía Mercedes, exigen ser contadas como otras habitantes más de la casa. “Aquí pasan todo el tiempo mis nietas. Cuando están en el colegio, que queda en Crespo, el abuelo las busca a medio día y las trae. Acá almuerzan, duermen, hacen sus tareas y su mamá se las lleva en la tarde. Ella tiene que ir y venir todos los días”.
Los últimos vecinos que tuvieron vivían donde está el hotel Casa Cielo; eran oriundos del municipio Carmen de Bolívar y con ellos pudieron compartir esas últimas experiencias de convivencia comunitaria y vecinal en esta calle. “Se fueron hace más de un año, los extraño mucho. Aún mantengo la conexión con ellos. Era una familia muy cercana a nosotros. Se sentaban en la puerta siempre, eso le daba vida a la calle”. Evoca Teresa.
La sobrina de la señora Mercedes cree que es inevitable que la Calle Pacoa y Concolón siga transformándose en zona turística y hotelera. “Cuando nosotros nos vayamos de aquí, el que compre lo hará con miras a hacer negocio. Por aquí cerca no han empezado a trabajar, pero dicen que van a hacer apartamentos tipo hotel para rentar por día”.
Vecinas de Getsemaní como Teresa son conscientes del cambio inevitable que ha ocurrido en el barrio, que pasó a ser residencial, de convivencia barrial, solidaria y comunitaria, a ser un sector más comercial y turístico, de hecho muy importante para Cartagena. Sin embargo, eso no impide que los sentimientos y los recuerdos de toda una vida y generaciones la amarren a ella y a su tía Mercedes a la calle la Pacoa.